miércoles, 27 de junio de 2012

LOS TOROS: LA FIESTA MÁS CULTA


Debate en torno a la corrida de toros

Por Héctor López Martínez
Historiador
Diario El Comercio

El señor Ernesto Pinto Bazurco Rittler, miembro del cuerpo diplomático nacional y, por tanto, representante en el extranjero de nuestros valores culturales en sus más variados aspectos, ha escrito en esta misma página un duro artículo en contra de la fiesta brava, a la que califica como espectáculo "bárbaro", "cruel", "frívolo y triste". El Tribunal Constitucional en la sentencia del 19 de abril del 2011, dice entre otros considerandos: "...la tauromaquia se ha incorporado a nuestra cultura mestiza y es una expresión artística que forma parte de la diversidad cultural del Perú".

El mencionado diplomático no es el primero ni será el último de los detractores de la que Federico García Lorca llamó "...la fiesta más culta que hay en el mundo". Los argumentos en pro y en contra de la misma se han repetido hasta la saciedad pudiendo concluir que mientras los defensores de la tauromaquia la conocen, la sienten, la viven, sus oponentes no tienen más "argumentos" que prejuicios, un desubicado sentimiento de protección los animales, sin tomar en cuenta que el toro bravo es una especie única, a la que el hombre ha ido seleccionando rigurosamente para lograr ejemplares que permiten lidiarlo.

El embajador Pinto Bazurco señala que las corridas de toros dañan la imagen del país, que puede ser legítima opinión personal, pero no de la quien representa al Perú en el extranjero y niega uno de sus valores culturales más antiguos y extendidos. Muchas veces se ha dicho que si no hubiera existido la fiesta brava, quedarían vacías salas fundamentales de museos, como aquellas donde se exhiben, por ejemplo, los cuadros de Francisco de Goya. Lucirían desmanteladas estanterías hoy repletas de bibliotecas y hemerotecas destinadas a la tauromaquia, no podríamos disfrutar viendo ballet, escuchando óperas, composiciones sinfónicas o canciones populares dedicadas a toros y toreros.

En todas las artes, como ya quedó dicho, se ha tratado el tema taurino y no tendríamos espacio para entrar en detalles sobre el particular. Pero es en la poesía, donde se supone existe el más alto grado de sensibilidad, donde la tauromaquia ha recibido los mayores elogios de figuras indiscutibles como el ya mencionado García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Manuel Machado, Miguel Hernández, etc. En nuestro medio han escrito sobre la tauromaquias intelectuales tan importantes como Óscar Miró Quesada de la Guerra, Abraham Valdelomar, Aurelio Miró Quesada Sosa, Ciro Alegría, Mario Vargas Llosa, etc. La tauromaquias no es en el Perú sólo la Feria del Señor de los Milagros, sino más de quinientos festejos taurinos que tienen lugar en ciudades y pueblos de todo nuestro país. Tenemos, pues, dentro de nuestras fronteras, centenares de miles de "Bárbaros".

Finalmente, el embajador Pinto Bazurco anuncia que ha publicado un libro en Europa, donde sostiene sus ideas antitaurinas. Ojalá tenga tanto éxito como las múltiples ediciones, traducidas, las películas y las series televisivas que lograron "Sangre y arena" y "Juncal", de Vicente Blasco Ibáñez y Jaime de Armiñan, respectivamente.


viernes, 22 de junio de 2012

MINISTERIO DE CULTURA ESPAÑOL CREA UNA COMISIÓN PARA EL FOMENTO DE LA TAUROMAQUIA


COPE
El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, con Jose Ignacio Wert al frente, va a crear una Comisión de Trabajo cuyo fin será el asesorar a los órganos del Ministerio en un futuro Plan Nacional de Fomento y Protección de la Tauromaquia.
La medida se encuadra en las actuaciones que está impulsando el Ministerio para poner en valor la tauromaquia como manifestación e industria cultural, en el marco de sus competencias en materia de fomento de la cultura y de espectáculos taurinos, y mediante la participación de todos los actores que puedan aportar en la consecución de este objetivo.
Dentro las medidas adoptadas, se encuentra la de reforzamiento institucional. En este sentido, la Subsecretaría del Ministerio ha asumido el ejercicio de las competencias relativas al funcionamiento de los registros taurinos, el fomento y protección de la tauromaquia y el secretariado de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos.
En la selección de los expertos que forman parte de la Comisión de trabajo se ha pretendido atender ambas vertientes de la tauromaquia. Así, está presidida por D. Juan Antonio Gómez Angulo y son vocales de la misma D. Alberto Alonso Ureba, D. Eduardo Arroyo Rodríguez, D. Rafael Atienza Medina, D. Tomás Ramón Fernández Rodríguez, D. Álvaro Martínez–Novillo González, D. Enrique Múgica Herzog y D. Santiago Martín Sánchez, “El Viti”.
Entre las medidas del futuro Plan Nacional está previsto que se incluya la actualización de la normativa básica reguladora de los espectáculos taurinos, el estudio de la extensión de las ayudas de acción y promoción cultural a las asociaciones sin ánimo de lucro relacionadas con el mundo del toro y el diseño de campañas de comunicación que pongan de manifiesto los valores culturales, socioeconómicos y medioambientales de la tauromaquia en su conjunto.
A tal fin, la Comisión de Trabajo presentará un informe al Ministro en un plazo no superior a seis meses a contar desde la fecha de su constitución formal. El Ministerio podrá asumir las recomendaciones de esta Comisión como marco de referencia para la planificación de su actividad de promoción y protección de la tauromaquia.
La constitución y funcionamiento de la Comisión de Trabajo no supondrá incremento alguno del gasto público. Para facilitar sus trabajos, será atendida con los medios materiales, técnicos y personales existentes en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y se considerará disuelta una vez presentado al Ministro de Educación, Cultura y Deporte el informe anteriormente aludido.
Foto: Jose Ignacio Wert.

miércoles, 20 de junio de 2012

COLOMBIA: "LOS TOROS SON PATRIMONIO CULTURAL" SEGÚN PROCURADURÍA. LA PLAZA SANTAMARÍA FUE DONADA SÓLO PARA CORRIDAS DE TOROS


Nuevo panorama se abre en torno al futuro de la primera plaza de toros de Colombia. La protección del Estado por el caracter cultural que señala la Procuraduría y la donación condicionada que la familia Sanz De Santamaría hizo a la ciudad, sólo para corridas de toros.

En una publicación del diario El Espectador, se señala que  el Ministerio Público defendió la tauromaquia al considerar que “es un patrimonio cultural de los pueblos en Colombia” y   que el Estado debe respetar y proteger  la realización de dichos espectáculos en todo el territorio nacional sin excepción.
“Celebrar espectáculos taurinos es una actividad que se enmarca dentro de las manifestaciones culturales que conviven en el país, que debe ser reconocida y protegida por el Estado, al igual que otras manifestaciones culturales diversas” es lo que refiere el concepto presentado vía solicitud a la Procuraduría General a la Corte Constitucional en la que le hizo una expresa recomendación “para que se respete la decisión de los alcaldes de las ciudades y municipios de autorizar las corridas de toros o espectáculos parecidos de manera directa”.
Añade que “no se deben poner trabas a la celebración de este tipo de espectáculos, por lo que se indica que se debe declarar constitucional los artículos 14 y 15 de la Ley 916 de 2004, que consagra el Reglamento Taurino Nacional”.
En caso que “los concejos municipales no avalen se corre el riesgo de que dichas autoridades introduzcan trabas adicionales a las que expresa la ley, dificultando así la realización de esa tradición cultural”. 
En la demanda que estudia el alto tribunal se indica que se deben declarar fuera del ordenamiento jurídico a partes de la Ley, que permiten que impongan requisitos mínimos a empresarios, para iniciar los trámites tendientes a la celebración de estos espectáculos.
Condicionada Donación
Por otro lado,  Radio Caracol dio a conocer a la opinión pública que en el contrato de donación de la plaza de toros “De Santamaría de Bogotá implicó una observación estricta en el sentido de que su destinación será para realizar corridas de toros…   Si en un momento se decidiera darle otro destino que excluya a los toros, el Coso de la calle 26 deberá ser devuelto a los herederos de Don Ignacio, en este caso Don Fermín Sanz de Santamaría (nieto del fundador de la plaza), y su familia”.

sábado, 16 de junio de 2012

CRÍTICA DE ANTONIO CABALLERO A DECISIÓN DEL ALCALDE PETRO DE PROHIBIR LOS TOROS EN LA SANTAMARÍA


A principios de junio el alcalde Gustavo Petro decidió llevar a la práctica su anunciado propósito de acabar con las corridas de toros en Bogotá y convocó a los directivos de la Corporación Taurina que regenta la plaza de Santamaría para informarles del asunto.

Primero invocó la ley: la 916 del 2004, que dicta el Reglamento Nacional Taurino. Pero le hicieron ver que, justamente, la ley reglamenta las corridas, no las suprime; y no prohíbe tampoco la suerte de matar, sino que la define como una de las tres etapas o tercios en que se divide la corrida.Tras mencionar veinte veces la muerte del toro como parte integrante del ritual del espectáculo, la ley concluye en su artículo 85 diciendo que, en las ciudades en donde hay plazas permanentes, "el alcalde será el encargado de velar por el cumplimiento estricto de todas las disposiciones contenidas en este Reglamento".

Petro citó entonces la jurisprudencia de la Corte Constitucional. Pero esta tampoco elimina la culminación del rito, que es la muerte del toro, sino que le reconoce su lugar en la tradición cultural. Sin darse por vencido, Petro tentó finalmente la posible ansia de notoriedad de sus invitados sugiriéndoles que podrían "pasar a la Historia" si suprimieran en la plaza de Santamaría que manejan la llamada "suerte suprema": la muerte del toro en el ruedo. 

(Un inciso. La eliminación de esta suerte -como se hizo en las corridas de Portugal a partir de una sentencia judicial de l928 que confirmó un real decreto de mediados del siglo XIX- es en la práctica una falacia hipócrita. Al toro no lo matan en presencia del público, pero sí un poco más tarde, en la penumbra de los corrales, como matan en los mataderos al ganado de carne. Así sucede en las plazas portuguesas y, más recientemente, en la de Quito).

Se negaron los representantes de la Corporación Taurina, alegando que esa propuesta "desnaturaliza la fiesta brava". Ante lo cual el Alcalde echó mano del último recurso de la autoridad, que es su propio capricho: lo que en los tiempos del despotismo, ilustrado o no, se llamaba "la real gana". Y el miércoles 13 de junio anunció la rescisión unilateral del contrato suscrito por el Instituto Distrital de Recreación y Deporte con la Corporación Taurina para el arrendamiento de la plaza. Lo explicó así:

"Es un contrato entre el mandante, que es el Distrito, y un mandatario (la Corporación), para hacer un mandado (dar corridas). Como el mandante dijo que las corridas dejarán de tener actos de crueldad, incluida la muerte del toro, y el mandatario no hizo caso, pues habrá un cambio". Y añadió: "La plaza de Santamaría es propiedad de los bogotanos y seguirá al servicio de la ciudad, tal y como ocurre con el teatro Jorge Eliécer Gaitán, la plaza de Bolívar y la red de museos del Distrito".

(No sé si esas comparaciones sean válidas. ¿Puede el Alcalde cerrar la plaza de Bolívar porque le da su real gana? ¿Puede destinar las salas de los museos a canchas de microfútbol?).
La reacciones no tardaron. Cita este periódico a Felipe Negret, gerente de la Corporación Taurina, quien afirma que al imponer sus "preferencias personales" el Alcalde "está violando la imparcialidad que debe tener todo funcionario público". Petro, dice, "no está por encima de la ley. Tiene que gobernar como alcalde y no como capataz".

Pero lo cierto es que sí está gobernando como alcalde, así sea en el peor de los sentidos. Existe en la lengua española una palabra derivada de alcalde, 'alcaldada', que el diccionario define como atropello propio de los alcaldes: "Acto inconsiderado realizado por un alcalde abusando de su autoridad". Y es de alcaldada en alcaldada como ha venido actuando Gustavo Petro en los seis meses que lleva de gobierno, cualquiera que sea el asunto en el que pone el dedo: transporte público, uso del agua, fiestas.

No solo son abusos de autoridad sus decisiones destructivas, como esta que borra de un plumazo la antigua y arraigada tradición de los toros en Bogotá, sino que también son alcaldadas sus propuestas en apariencia constructivas, como la que se sacó de la manga de prestidigitador para sustituir las corridas abolidas: "La plaza -dispuso Petro- hará parte del sistema de educación distrital, en el que los mejores poetas y escritores se reunirán cotidianamente con los estudiantes de nuestros colegios públicos para dictar clases de literatura y letras". ¿Quién se atrevería a criticar tan virtuosa y enjundiosa iniciativa?.

Tal vez se atrevan los escritores y poetas mencionados por Petro, a quienes no se les ha consultado su opinión y que a lo mejor no tienen vocación pedagógica. Tal vez también los estudiantes de los colegios públicos, a quienes Petro parece querer arriar como ganado manso pero que a lo mejor no tienen ningunas ganas de recibir cotidianamente cursos extracurriculares de literatura y letras en los graderíos de cemento de la plaza de toros. Es decir: tal vez se atrevan a oponerse los directamente afectados por la alcaldada de Petro.

Como se oponen a la supresión de las fiestas de toros todos los interesados en ellas. Los profesionales que viven de que las haya: se calculan en unos treinta y cinco mil en el país, entre ganaderos de bravo y sus dependientes, toreros de toda índole y categoría, de a pie o de a caballo, empleados de la plaza, fotógrafos y periodistas taurinos, etc. Y los aficionados que las sostienen con su entusiasmo y su dinero (que pueden sumar en Colombia unas sesenta o setenta mil personas). Una minoría, una pequeña minoría: apenas la décima parte de los votantes que tuvo Gustavo Petro en las elecciones para la alcaldía de Bogotá (721.308). Pero la democracia no consiste solamente en inclinarse ante la fuerza de las mayorías, sino igualmente en respetar y defender los derechos y los intereses de las minorías, aunque sus gustos no se compartan.

Sin embargo, el que avisa no es traidor. Y hay que reconocer que Petro avisó. En la primera entrevista que le dio a EL TIEMPO como alcalde electo, le hicieron una pregunta:

-¿Va a ser un alcalde conciliador?

Y la enigmática respuesta fue:

-Vamos a construir una democracia de multitudes.

Antonio Caballero
Especial para EL TIEMPO

jueves, 14 de junio de 2012

TOROS Y BUEYES


Por Sergio Sarmiento

"De ser toro, preferiría morir en el ruedo y no en el matadero"Catón (Armando Fuentes Aguirre)

Si la propuesta fuera de carácter general, y buscara impedir la tortura o la muerte indebida de cualquier animal, no habría nada que objetar. Pero no es axial La iniciativa aprobada en comisiones por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que esta en espera de un espacio en el pleno, no pretende proteger a los animales del sufrimiento sino prohibir una fiesta popular y tradición cultural que es muy importante para cientos de miles, quizá millones de personas.

Primero quiero hacer una aclaración de interés o, en este caso, de no interés: no me gustan las corridas de toros. No es que no aprecie el arte taurino sino que me perturban la sangre y la violencia. A pesar de provenir de una familia andaluza con gusto par la fiesta brava, conocido con el escritor Francois Maurlac quien, tras haber sido aficionado a las corridas, no pudo ya asistir a ellas después de la según da Guerra Mundial por el recuerdo de los horrores que habla vivido.

El que no me gusten las corridas, sin embargo, no me da derecho a buscar la prohibición de un festejo cultural. Y la iniciativa que están considerando los diputados capitalinos solo busca ego. No se preocupan por el bienestar de los toros o de otros animales, sino simplemente para prohibir una fiesta que a algunos diputados no les agrada.

Es verdad que el toro muere en la fiesta brava, pero lo hace en condiciones menos lastimosas que muchos animales sacrificados para el consumo de los humanos y por los que los diputados no se han preocupado. En una corrida el astado muere en combate y con el organismo lleno de adrenalina. Como bien lo puede atestiguar cualquier persona involucrada alguna vez en una pelea, durante esta la adrenalina reduce el dolor de una manera drástica. Esta es la manera en que la naturaleza impulsa al cuerpo a pelear para asegurar su supervivencia. Hasta donde sabemos el toro bravo muere en el ruedo con menos dolor que la res en el matadero.

El toro de lidia vive usualmente en condiciones de gran mimo. Crece en campos abiertos y no en espacios confinados, como tantos de los actuales animales de granja. Recibe la mejor de las alimentaciones y goza de los placeres sexuales sin límite. El propósito mismo de su cría es mantenerlo en circunstancias que se acerquen tanto como sea posible a las que habría tenido en la vida silvestre. Solo así puede tener el toro la bravura que caracterizaba a sus antepasados salvajes. Compare usted la existencia de este toro con la del buey; que no es otra cosa que un toro castrado utilizado para el engorde o para el trabajo en el campo.

El toro de lidia ha sido seleccionado y criado para combatir. Es el descendiente más directo del uro europeo, el Bos Taurus Primigenius. Se distingue marcadamente del Bos Taurus modificado por el ser humano para darle más carne y mansedumbre. La prohibición de las corridas tendría como una de sus principales consecuencias la desaparición de este toro bravo, legado de tiempos primitivos en que los uros vivían en libertad. La prohibición de las corridas tendría también un costo importante para una industria de la que viven ganaderos, trabajadores del campo, fabricantes de trajes de luces, toreros, banderilleros y personal de la plaza, entre otros. Muchos empleos se perderían.  No los de los diputados, pero si de gente sin poder y sin influencia política.

Quizá llegue un momento en que las corridas de toros desaparezcan porque la educación haga que la gente no sienta ya el gusto de la fiesta. Si esta es una decisión libre, habrá que respetarla. Pero la prohibición es señal del ánimo autoritario de un grupo de políticos que, al parecer, se identifican más con el buey castrado que con el toro bravío.

martes, 12 de junio de 2012

LA CONSTITUCIÓN, LOS TOROS Y LA LIBERTAD


Por El Vito

El catedrático don Andrés Amorós nos cuenta del profundo sentido taurino que existe en la Constitución de Cádiz de 1812, la madre de las más importantes constituciones engendradas por la Independencia de las naciones iberoamericanas, entre ellas nuestra Acta de la Independencia. 

Nace "La pepa" -que así llamaron los independentistas a la Constitución por haber nacido el Día de San José- cuando los toros estaban prohibidos desde 1805, por el todo poderoso Godoy desde 1805. Prohibición que el pueblo no le hizo caso. Y no le hizo caso en voz de un catalán, nacido en Barcelona la ciudad que hoy, como lo hizo en su día un cortesano. 

Nos referimos al diputado ante las Cortes, Antonio de Campmany, "ilustrado, liberal, defensor de la libertad de imprenta, que proclamó que las corridas son «nacionales» (el adjetivo que hoy molesta a algunos) y escribió una «Apología de las fiestas públicas de toros». 

Las Cortes Españolas, escribe Amorós, pues no han vuelto a discutir el tema... En la Plaza de Cádiz se lidiaron entonces reses, traídas por barco, para eludir el asedio. En El Puerto, una corrida en homenaje a Wellington. Curiosamente, José Bonaparte también apoyó la Fiesta, como medio de ganarse al pueblo... Vuelvo al comienzo: ¡Viva la Pepa taurina, la libertad de ir a los toros! Pero con toros que emocionen... ¡Mueran las «caenas»!.

viernes, 8 de junio de 2012

SAVATER ADVIERTE QUE EL FINAL DE LAS CORRIDAS TRAERÍA EL HOLOCAUSTO DEL TORO BRAVO


Bajo el título “Arte, crueldad y traición”, el filósofo y escritor Fernando Savater fue el gran protagonista del día en el recinto Arte y Cultura.. Un coloquio en el que se adentró en los principios morales y éticos de la Fiesta y advirtió a los naturalistas de que “con el fin de las corridas se produciría el holocausto del toro bravo”.
“El toro bravo es una obra de arte biológica creada por el ser humano para un algo determinado: su lidia en una plaza de toros. El día que desaparezca esa función para la que se ha creado, desaparecerán todos”, ahondó el filósofo donostiarra.
Savater quiso además matizar que “el toro es un animal bravo pero doméstico, es decir, que se ha creado por el hombre para un beneficio económico”. En este sentido, los comparó con “los caballos de carreras”. “Si no se produjera ese beneficio dejaría de existir, simplemente porque no sería rentable criarlos desde un punto de vista económico”, justificó.
Y es que en opinión de Savater no se puede comparar al toro bravo con un animal salvaje: “No se podría comparar, por ejemplo, con los osos polares o los osos pandas, que, son especies protegidas, ya que el toro bravo requiere de unos cuidados específicos para su existencia, y dejarlos a su libre albedrío en la naturaleza, como muchos quieren, también les llevaría a su extinción”.
Centrándose en las corridas de toros, Savater explicó que el toreo es “un arte que simboliza el ideal de la soledad del hombre que afronta con valor un cara a cara con la fiera, mientras que nosotros lo contemplamos desde la cobardía del tendido”. Por este motivo realizó una comparación muy elocuente: “los toros son como los chistes, algunos los entienden y otros no, y no por eso hay que prohibirlos”.
Por este motivo, “hay que protestar para que institucionalmente no se prohíban; así se coarta la libertad de los que sí lo entienden”. No obstante, Savater es “pesimista” con respecto al futuro de los toros, ya que el problema para él radica en “la tendencia de humanizar a los animales, equiparar los derechos de los humanos con los animales”.
“Los seres humanos tenemos unos derechos porque comprendemos también nuestros deberes. A los animales no les podemos imponer unas obligaciones porque son irracionales, y por eso, no pueden compartir los mismos derechos”, recordó antes de considerar que el argumento de la moralidad para rechazar la fiesta taurina es “intolerable”.

miércoles, 6 de junio de 2012

FILOSOFÍA DE LAS CORRIDAS DE TOROS POR FRANCIS WOLFF


Por Francis Wolff

No, la corrida de toros no manifiesta cualquier cruel indiferencia hacia la vida y el sufrimiento. Al contrario, es portadora en sí misma de una ética coherente y respetuosa con los animales. Si la corrida desapareciera de las regiones de Europa donde forma parte de la cultura, se produciría también una pérdida moral, sería también privar a los pueblos del mediterráneo de una irreemplazable relación con los animales, la que siempre han mantenido con los toros bravos. Porque en todas las regiones del mundo en las que ha habido toros bravos han existido combates de toros. Es una constante antropológica. Enfrentarse al toro, imagen natural del combatiente y símbolo permanente del poder, es el sueño eterno del hombre.

La corrida no es ni inmoral ni amoral en relación con las especies animales. La relación del hombre con los toros durante su vida y su último combate es desde muchos puntos de vista ejemplo de una ética general. Su primer principio sería: hay que respetar a los animales, o al menos a algunos de ellos, pero no en igualdad con el hombre.

Los deberes que tenemos hacia otras especies, incluso las más próximas a nosotros, están subordinados a los deberes que tenemos hacia los demás hombres, incluso los más lejanos. Y la ética general de la corrida es justamente la codificación de este principio. Pues la moral de la lidia se resume a esto: el animal debe morir, el hombre no debe morir. Es desigual, por cierto, pero esta desigualdad es justamente moral en su principio. Si las posibilidades del hombre y del animal fuesen iguales, como en los juegos del circo romano, ¿no sería bárbaro? En la corrida el toro muere necesariamente, pero no es abatido como en el matadero, es combatido. Porque el combate en el ruedo, aunque sea fundamentalmente desigual, es radicalmente leal.

El toro no es tratado como una bestia nociva que podemos exterminar ni como el chivo expiatorio que tenemos que sacrificar, sino como una especie combatiente que el hombre puede afrontar. Tiene, pues, que ser con el respeto de sus armas naturales, tantos físicas como morales.

El hombre debe esquivar al toro, pero de cara, dejándose siempre ver lo más posible, situándose de manera deliberada en la línea de embestida natural del toro, asumiendo él mismo el riesgo de morir. Sólo tiene el derecho de matar al toro quien acepta poner en juego su propia vida. Un combate desigual pero leal: las armas de la inteligencia y de la astucia contra las del instinto y la fuerza.

La corrida es, pues, lo contrario de la barbarie porque se sitúa a equidistancia de dos barbaries opuestas. Si el combate fuese igualitario, su práctica sería innoble para el hombre puesto que el valor de la vida humana se vería reducido al del animal -como en la formas de barbarie antigua que eran los juegos del circo romano-.

Si el combate fuese desleal, su práctica sería innoble para el toro, puesto que el valor de la vida animal se habría reducido al de una cosa -como en la barbarie moderna que suponen las formas extremas de ganadería industrial-.

En la corrida el hombre no lucha ni contra un hombre ni contra una cosa. El hombre afronta su «Otro».Una buena moral hacia los animales es también una moral diferenciada. No podemos ni debemos tratarlos a todos de la misma manera, al perro y al mosquito, al chimpancé y al toro bravo. Tenemos que ajustar nuestra conducta a lo que ellos son: sus necesidades, sus exigencias, sus tendencias, etc, evitando siempre el riesgo de antropocentrismo.

Ahora bien, el toro de lidia es un animal naturalmente desconfiado, dotado como muchos otros animales «salvajes» de una especie de instinto de defensa, en su caso particularmente desarrollado, que se manifiesta desde el mismo momento de su nacimiento, la bravura, que lo incita a atacar de manera espontánea contra todo aquello que potencialmente pueda ser un «enemigo». Esta acción (o reacción) es la base de todas las tauromaquias. Y toda la ética taurómaca consiste en permitir a la embestida del toro, a esa fuerza activa, a esa naturaleza, manifestarse.

La corrida no consiste en matar una bestia. Es todo lo contrario. La corrida, como su propio nombre indica, consiste en dejar al toro correr, atacar, embestir. Afrontar un animal desarmado, inofensivo o pasivo sería propio del matadero. La ética de la corrida consiste en dejar que la naturaleza del toro se exprese. Doblemente: en su vida, en su muerte.

Durante toda su existencia, en el campo, está en libertad. Y vive de acuerdo con su naturaleza «salvaje», rebelde, insumisa, indócil, indomable. En el momento de su muerte, combate hasta la muerte también de acuerdo a esa misma naturaleza: brava.

Por cierto, el hombre quiere combatir, lo elige, cuando el animal está obligado al combate, no lo elige. Sin embargo el valor de la elección es un valor humano, la voluntad es una facultad humana, por tanto es cierto que el toro «no quiere el combate», pero no porque sea contrario a su naturaleza de combatir, sino porque es contrario a su naturaleza de querer, de elegir.

Toda la ética del combate del ruedo consiste en permitir que la bravura del toro se manifieste. Expresarse, para el torero, es una cierta manera de estar inmóvil delante del toro; expresarse para el toro es una cierta manera de estar móvil, de moverse delante de cualquier adversario, congénere o no.

Durante la lidia, el torero puede expresarse pero también debe permitir al toro expresarse a sí mismo, y lo que tiene por decir el toro bravo es algo así como: «Defenderé mi terreno, todo el ruedo es mío, todo el espacio es mi espacio vital, haré huir a cualquier extraño que lo pise, cogeré al que ose aventurarse, te expulsaré seas quien seas, volveré sobre ti para coger, y más, y más…» Ésta es la voz del toro bravo, tal como la hace oír el torero leal.

El respeto por el toro en la plaza consiste en comprender esta voz que habla y finalmente hacerla cantar, en hacer pues una obra de arte con esa embestida natural y con su propio miedo de morir.

(*) Francis Wolff es catedrático de Filosofía de las Universidades La Sorbona (París) y de Sao Paulo (Brasil).

lunes, 4 de junio de 2012

TOROS, CULTURA Y TOLERANCIA


Por Jaime de Rivero Bramosio

Uno de los grandes desafíos actuales es la reaparición de formas inéditas de intolerancia cultural. La tendencia unificadora del mundo occidental contiene una carga intrínseca de autoritarismo, en tanto aquello que no se ajuste a los patrones de “progreso” o  “modernidad” tiende a ser desechado o destruido. El escenario favorece el rebrote de la intolerancia, que se manifiesta a través del racismo, xenofobia y otras formas de discriminación. Este peligroso proceso hacia el etnocentrismo ha sido potenciado vertiginosamente por la globalización, convirtiéndose en una amenaza apremiante para las culturas. 

Una forma de intolerancia cultural que observamos en nuestros tiempos es la propuesta de prohibir las corridas de toros. Este caso muestra como los ideales de otra cultura han penetrado en nuestra sociedad, enfrentando a algunos individuos con sus raíces e identidad. Y es que la cultura dominante le ha asignado un valor absoluto a la protección de ciertos animales, sin admitir divergencia. La intolerancia surge para rechazar que el sacrificio del toro sea un valor aceptado en otro grupo humano, y discriminarlo como bárbaro o inculto.  

La cultura taurina, presente en cientos de pueblos del Perú, es una de tantas que coexisten en nuestra plural y compleja realidad. Es portadora de identidad y valores que tienen validez entre sus miembros, al margen del juicio que terceros hagan de ella.  

La mayor barbarie cultural es el despre cio por lo distinto, por quienes no comparten la misma opinión. Esta clase de violencia hegemónica ha causado la destrucción de gran parte de la riqueza de la humanidad, desde los orígenes de la civilización.

El derecho humano a la cultura surgió a inicios del s. XX, para proteger la libertad de las personas de elegir y participar de su propia cultura. Es un derecho que deriva de la dignidad humana y está consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos como en constituciones y tratados internacionales.
Ante la vorágine de la globalización, los derechos culturales se han fortalecido en la última década generando una corriente mundial de lucha por la protección de la diversidad cultural que lidera la UNESCO. La finalidad es alcanzar el respeto intercultural y tender puentes entre los pueblos como una garantía de paz.

En el Perú, la intolerancia se asoma en un proyecto de ley que pretende prohibir el ingreso de menores de edad a los cosos, al considerar arbitrariamente que las corridas generan violencia. La propuesta que carece de un estudio científico que la avale, atenta contra el futuro de la tradición, al impedir la transmisión de conocimientos entre generaciones.  El proyecto es inconstitucional porque viola el derecho humano a la cultura y, además, el Tribunal Constitucional ya ha reconocido que la tauromaquia forma parte de nuestra diversidad cultural, la que debe preservarse por mandato de la Constitución.

Los peruanos debemos aceptar nuestra diversidad cultural para poder erradicar la exclusión y la discriminación. La tolerancia es un pilar esencial de la democracia que debe contribuir eficazmente a alcanzar la paz social.

sábado, 2 de junio de 2012

LA IMPORTANCIA DEL TORO DE LIDIA EN LA ECOLOGÍA

Fuente: Tendido Cero

El mantenimiento de la dehesa para la cría de ganado bravo, supone la conservación de un biotopo de vital importancia para un sinfín de especies, muchas de ellas en gravísimo peligro de extinción.

Hablamos de especies emblemáticas de nuestra fauna ibérica, que viven bajo el cobijo del toro bravo, rey de las dehesas de España.

Estas especies son consideradas joyas de la fauna Ibérica, como por ejemplo el lince Ibérico, el águila imperial, el buitre negro, el búho real, la cigüeña negra, el meloncillo, el autillo, el cárabo común, el halcón peregrino, el alimoche, el buitre leonado, el Lobo Ibérico, la abutarda, la grulla, la ortega, la gineta, la garduña, el águila perdicera, el elanio azul, el águila real, el alcotán, el águila culebrera, la aguililla calzada, el milano real… y una gran familia de animales de nuestra importantísima fauna, que viven bajo el cobijo del toro de lidia, guardián de la dehesa…

La dehesa es un bosque claro de encinas, alcornoques, o también otros árboles del género Quercus, es decir, árboles cuyo fruto es la bellota…

La dehesa en su estrato inferior se compone de pastizales o matorrales y, en estos bosques donde la actividad del hombre ha sido intensa, generalmente están destinados al mantenimiento del ganado bravo, a la actividad cinegética o al aprovechamiento de otros productos forestales (leñas, corcho, setas, etc.). Es un ejemplo típico de sistema agrosilvopastoral… un ejemplo de sostenibilidad de los recursos forestales y de integración del hombre en el entorno natural sin destruirlo, aprovechando sus recursos...

La dehesa con toros bravos, es imagen indisoluble de nuestra España…

Resulta un ecosistema derivado del bosque mediterráneo, constituido por especies arbóreas del género Quercus, normalmente la encina y el alcornoque y un estrato herbáceo rico en pasto.

También se denomina con el término dehesa al tipo de gestión de fincas privadas destinadas a la explotación agro-ganadera sobre el bosque mediterráneo del que se obtienen múltiples recursos simultáneamente.

Se trata de un ecosistema derivado de la actividad humana a partir del bosque de encinas, alcornoques, etc. Es la consecuencia de conquistar al bosque terrenos para destinarlos a pastizales. Pasa por una fase inicial en la que se aclara el bosque denso para pasar a una segunda fase de control de la vegetación leñosa y la estabilización de los pastizales.


El sistema adehesado tiene una gran importancia económica y social en la Península Ibérica, tanto por su extensión superficial como por la función de fijación de población rural en sus núcleos. Reduciendo el flujo emigratorio y sus consecuencias (envejecimiento, incremento de tasas de mortalidad, reducción de tasas de actividad, abandono de explotaciones, etc).

La explotación de la dehesa suele coincidir con zonas que podríamos denominar “marginales”, tanto por su limitada vocación agraria (derivado de la pobreza de los suelos), como por la inexistencia de un tejido industrial, que se reduce a industrias agroalimentarias aisladas y de muy reducida capitalización.

Su extensión varía mucho según que autores, pero está entre los dos y los cuatro millones de hectáreas en la Península Ibérica, principalmente en el suroeste y oeste: Provincia de Córdoba (España), Salamanca, Extremadura, Huelva, Sierra Norte de Sevilla, piedemonte del Sistema Central en España y el Alentejo y Algarve en Portugal.

Las dehesas boyales, tan abundantes en España, eran terrenos comunales de los pueblos en donde podía pastar libremente el ganado de los vecinos.