sábado, 28 de abril de 2012

¡ LA TAUROMAQUIA EN AMÉRICA !


Por Williams Cárdenas

La Tauromaquia, nace y evoluciona originalmente en la Península Ibérica. No hay nada más español que la Tauromaquia, ni el mantón de Manila, ni el abanico, de procedencia asiática, ni el chotis y el football, de origen británico, ni si quiera el flamenco es más genuino que los Toros.

Esa Tauromaquia, que consolidó sus reglas en los siglos XVII y XVIII, en los que alcanzó con su máxima expresión ética y estética como el Arte del Toreo que conocemos hoy, pasó a América con el Descubrimiento, como parte del gran bagaje cultural de una de las mas importantes epopeyas de la historia conocida.

Llegó a América como un rito pagano que guarda extraordinario paralelismo con el rito religioso: De hecho hay un sacerdote que oficia y viste de forma muy llamativa y ostentosa; se celebra en un templo o plaza de toros; también hay un sacrificio, que es la muerte del toro, y como en la misa, hay una liturgia que se respeta de manera tajante.

Y así fue asimilado y aceptado por los pueblos precolombinos, particularmente por aquellos que para entonces habían alcanzado importantes niveles de desarrollo cultural.

Antes del Descubrimiento, en esas lejanas tierras ya los aztecas escrutaban el tiempo y los astros con su calendario, y habían erigido templos y pirámides impresionantes.

Los Incas habían construido el maravilloso Machu Pichu y ya existían las increíbles líneas de Nazca en el Perú. Y en las tierras del que fuera el Virreinato de la Nueva Granada se encontraron auténticos tesoros de orfebrería, que hoy se exhiben y asombran a numerosos visitantes de museos a ambos lados del Atlántico.

Ha sido justamente en las tierras de los Aztecas, Incas y Chibchas donde la Fiesta de los Toros alcanzaría mayor arraigo y expansión. No en vano las de México, Perú y Colombia, son de las aficiones americanas más entendidas y conocedoras del Arte de Torear.

Una prueba fehaciente de cómo arraigó la Fiesta de los Toros en América aflora al constatar que la Plaza de Toros de Acho, en Lima, data de 1766, y es anterior a la de Aranjuez (1797) o contemporánea de la Real Maestranza de Sevilla (1761).

La ganadería brava más antigua que se registra hasta nuestros tiempos, es la de Atenco, fundada en 1522, por D. Juan Gutiérrez Altamirano, primo de Hernán Cortés, instalada en tierras mexicanas. Y la plaza de toros más grande del mundo (45.000 aficionados) está en la capital azteca.

La Tauromaquia se extendió por la América toda, desde México hasta Chile y solo la actuación de intereses ajenos y/o contrarios a la Península lograron reducir esa expansión de la Fiesta de los Toros.

El hombre americano, conocedor de los misterios del tiempo y del espacio, desde el primer momento supo apreciar el drama metafísico que entrañan las corridas de toros y las hizo suyas, no sólo con afán contemplativo, sino como avezado practicante del oficio de lidiar toros bravos.

Fue tal la acogida y la pasión por los toros, que no tardaron en llegar las prohibiciones. Así, la Iglesia prohibió que se celebraran toros los domingos pues los indios no asistían a misa por ir a los toros y se optó por que estos espectáculos se celebraran los lunes.

Por eso no tiene porque extrañarnos la presencia en España de El Indio Mariano Ceballos, nacido en Perú, ni sus proezas en los ruedos ibéricos a finales del siglo XVIII.

Igualmente, tampoco debe extrañar que en todas las etapas estelares del Toreo en el Siglo XX haya existido la presencia y contrapeso de una gran figura americana, como ocurrió durante la Edad de Oro, con el mexicano Rodolfo Gaona, alternando con Joselito y Belmonte ; o durante la Edad de Plata con su paisano Fermín Espinoza Saucedo Armillita Chico rivalizando con Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega; al gran Carlos Arruza como pareja taurina del célebre Manuel Rodríguez Sánchez Manolete; o con el venezolano César Girón compitiendo con lo más granado de los años 50-60, Antonio Bienvenida, Luís Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez, Julio Aparicio, Litri, Antonio Chenel Antoñete, Paco Camino, Manuel Benítez El Cordobés y muchos más; o mas recientemente al colombiano César Rincón, compartiendo cartel con las máximas figuras del toreo de finales de siglo, como Enrique Ponce o José Tomás.

Los triunfos de esos toreros americanos deben ser motivo de un doble orgullo: Verifican la expansión de la Fiesta de los Toros, sin mutaciones de ninguna especie, y constatan la universalidad del Toreo.

Ésta es simplemente la prueba de que la semilla germinó en tierra fértil y que este arte único y profundo echó raíces entre nosotros porque hubo hombres capaces de apreciar su grandeza, que con su inteligencia y particular sensibilidad lo incorporaron a sus creencias, aficiones y ritos.

Hoy en América las plazas de toros han sustituido aquellas pirámides de los Dioses Sol o Luna, o al misticismo vinculado a la fuerza de la naturaleza, de lo ríos y de los mares. El Toro se convirtió en un nuevo símbolo telúrico y el torero en ese héroe singular, que es capaz de reproducir el enfrentamiento milenario entre el hombre y la naturaleza, en el que todos siempre apostamos por el triunfo del primero.

Es el Toreo el que nos permite que una tarde tras otra, podamos celebrar el triunfo de la Humanidad sobre los elementos naturales, como lo describía el gran Manolo Martínez, esa inolvidable figura americana, en Los Caprichos de la Agonía, aquel precioso documental de Juan Ibáñez.

De estas y muchas cosas más, deberían informarse quienes hoy atacan la Fiesta de los Toros sin mayores argumentos que los que han oído y escuchado una tarde entre ignorantes.

miércoles, 25 de abril de 2012

LOS TOROS, ¿UN ESPECTÁCULO ANACRÓNICO O ATEMPORAL?

Por Jorge Cuesta
Info Mitaurored

Vengo de una familia de escritores, y ustedes seguramente dirán: "¡claro!, será algo del poeta del mismo nombre", pero no es así. 

Mi bisabuelo fue cronista taurino, llamado Carlos Cuesta Vaquero, fue conocido en el mundo del duende y el toro como Roque Solares Tacubac. Según entiendo en su época fue respetado en su rol de escritor tanto como en su rol de Médico de Plaza, y aún hoy en día se le respeta y recuerda en el medio inclusive tomando algunas notas de sus escritos para configurar lo que ha sido esta fiesta por muchos años.

En lo personal les puedo decir que mi relación con los toros ha sido de alguna manera esporádica o por temporadas. Los primeros 5 años de mi vida los viví metido en el medio por mi padre, heredero de ese veneno por parte de su abuelo y quien a su vez me heredó la afición llevando a casa a toreros de todos tipos y cortes. Aún recuerdo a Manolo Martínez, a quien por breve tiempo mi padre apoderó, pero de quien fue amigo hasta el día en que el diestro murió. Recuerdo también a Miguel Munguía El Inspirado” que según decía mi padre hubiera sido un figurón del toreo si no hubiese sido tan “golfo”. El Santanero, ahora apoderado y de quien tengo gratísimos recuerdos, y otros con quienes en esa temprana época de mi vida conviví de alguna manera y conocí tanto como un niño pueda conocer a estas figuras al verlos unos minutos en casa antes de dormir o escucharlos platicar con su padre.

Al separarse mis padres a los 5 años dejé de ir a los toros. Ese mundo se cerró para mi y no volví a saber de él en muchos años. No lo extrañé porque estuve ocupado en otros eventos y participando en actividades muy distantes a las que tenían que ver con la fiesta brava.

A los 12 años una vez puestos de acuerdo mis padres en que era hora de empezar a ver más seguido a mi padre tuve la oportunidad de volver a viajar con él por periodos más largos. Aún recuerdo ese primer reencuentro de largas temporadas cuando a esa edad lo acompañé todo el verano a distintas ferias y eventos. En ese entonces él apoderaba a una camada de jóvenes toreros, David Silveti, José Antonio Ramírez “El Capitán”, o “El Capi” como lo nombrábamos con cariño y Humberto Moro. Recuerdo que mi padre decía que si pudiéramos meter en la licuadora a Humberto Moro y El Capitán, sacaríamos al mejor torero del mundo, con un valor desmedido y un arte sin igual; quizás Dios lo escuchó y creó a José Tomás.

Como dijo Alberto Cortez “el tiempo pasó…” y de los doce en adelante no dejé mas de asistir a las corridas de toros, hasta que en los 90´s un par de toreros mexicanos me quitaron de los toros al ver su desidia en una corrida de toros de aniversario de la Plaza México donde perdieron la pelea con dos figurones ibéricos.

Así con idas y vueltas he llegado hasta hoy, cuando después de un año de ver las corridas de España por el sistema de paga y seguir la temporada de la plaza más grande del mundo revivió en mi el gusano del toro, el veneno y el piquete que te da ese duende que aparece en algunos momentos solo en este singular espectáculo.

Sin embargo amigos, hoy que me vuelvo a emocionar con los nuevos valores de nuestro país y con las figuras vigentes de ambos lados del océano atlántico; aún sin saber de toros cualquiera se puede emocionar después de ver faenas como la de Sebastián Castella a “Maetro” o “Guadalupano” de la ganadería de Teófilo Gómez, o la de Diego Silveti a “Charro Cantor” de la ganadería de Los Encinos (les sugiero que las vean en youtube). Hoy que me vuelvo a apasionar cuando escucho una buena narración de toros y a molestar cuando escucho una mala; es precisamente en estos tiempos cuando ha tomado fuerza un movimiento en contra de la fiesta de los toros tanto en España, como México y no sé si en otros lugares.

Es por esta razón que decidí escribir esta columna para no irme a la tumba sin haber expuesto mi opinión, buscando con mis letras honrar un poco a aquel que puso una semilla que llegó hasta mi generación y ahora a la de mis hijos.

Comenzaré diciendo que quienes hoy atacan la fiesta y buscan su abolición tienen un punto de razón. Es cierto que los toros son para muchos un espectáculo anacrónico, no digno de existir en pleno siglo 21 y en pleno año del fin del mundo. Quienes atacan el espectáculo lo hacen desde un punto racional y evolutivo muy válido. El sufrimiento de un animal en manos de un ser humano, sin que el primero se pueda defender y dándole todas las ventajas al segundo para que acabe con la vida del burel y se vista de gloria. “Espectáculo sangriento” mencionan los defensores de dicha causa,“sufrimiento innecesario y cruel” complementan. Y mueven a políticos de algunas latitudes donde es legal la Fiesta de los Toros.

Entiendo ese punto de vista. Inclusive en lo personal no he tratado de inculcar la fiesta en mis propios hijos y he dejado que ellos solos al crecer puedan decidir si les gusta o no.

Sin embargo como aficionado y como miembro de una familia que ha sido taurina por quizás más de 100 años creo que también es justo que de mi punto de vista y explique por qué considero que la Fiesta Brava debe continuar.

Es cierto que en las corridas de toros el 99% de las veces gana el torero, que el toro está en desventaja y que en cierta forma su defensa está limitada y es superada por la inteligencia de su contrincante. Es cierto. Sin embargo en los rastros el 100% de las reses mueren sin tener siquiera esa pequeña oportunidad de revancha o de supervivencia.

Las reses criadas o creadas para la engorda y el alimento viven en condiciones mucho menos favorables de las que viven las vacas y toros de lidia, con comida y cuidados sumamente inferiores a los de un Toro de Lidia. Muchas de ellas son asesinadas siendo pequeñas o “terneras” para que su carne esté más suave al momento que ambientalistas o no las comamos. Las pequeñas y las grandes son muertas en rastros de todo el mundo donde un porcentaje altísimo es muerto a golpes y con un sufrimiento mucho mayor del que sufre el Toro de Lidia. Sin ninguna posibilidad de matar a quien los asesinará mueren sin oportunidad alguna, sin gloria y sin que nadie jamás las recuerde excepto por lo sabroso de sus costillares.

El toro de lidia en cambio, tiene dos oportunidades. La primera es la de matar con sus astas a alguno de los que desde que está en el campo hasta que sale al ruedo se le pare en el camino. Muchos han sido los participantes de este espectáculo que han muerto, tanto de los que “matan a la vaca” como de los que “le detienen la pata”. Vaqueros, ganaderos, corraleros, toreros, monosabios, apoderados y espectadores han muerto en las astas de un toro, como han muerto también los participantes en otro tipo de espectáculos como las carreras de coches. La segunda oportunidad es la de salvar la vida en base a su bravura, esto es por medio de un “indulto”. Cuando un toro es indultado su vida es perdonada y después de curar sus heridas pasa a vivir una vida digna de un semental que ninguna res de rastro jamás pudiera imaginar, digo si tuvieran imaginación.

Con esto no trato de simular que no hay dolor, solo trato de poner en contexto el dolor de un toro de lidia con el dolor del resto de sus congéneres y que son la mayoría. Solo en Estados Unidos se matan cerca de 35 millones de cabezas de ganado al año. Si consideramos que México tiene una población de aproximadamente una tercera parte que la de Estados Unidos y que la mitad es pobre debemos consumir quizás al menos unas 6 millones de reses al año. Según mis cálculos sumando el número de festejos del 2011 en España, México y el Mundo Taurino quizás se hayan matado cerca de 30 mil toros de lidia. Esto es un 0.5% del total de Reses que se consumieron en México y un porcentaje muchísimo menor si consideramos el consumo de reses en todos los países donde se dan corridas de Toros.

La fiesta brava es mucho menos violenta (aún con la muerte del toro) que las peleas de“extreme fighting” que pasan en los más modernos canales de televisión. Menos brutal que la pesca de un Marlyn o un pez vela, menos brutal que la cacería de cualquier gran trofeo (siempre que no le atinan), menos brutal que las focas que matan a golpes para no hacerle hoyos a sus pieles, y un sin fin de etcéteras. Las corridas de toros son también menos brutales que los experimentos de Estados Unidos con sus soldados para probar nuevas armas o venenos, menos brutales que la más pequeña de las guerras, reales o inventadas por temas políticos económicos o por el oro dorado o negro; menos brutales que la hambruna en el mundo que mata a 5.6 millones de niños cada año (gracias Wikipedia) y menos brutales que el abuso infantil que cobra más de 3 millones de víctimas cada año tan solo en Estados Unidos, dejando un dolor muchísimo más duradero y grande.

Las corridas de toros además de proteger una especie que se extinguiría sin ellas, son una industria que da de comer a cientos de miles de personas. Es un espectáculo que ofrece la posibilidad de vida al toro y crea fuentes de trabajo adicionales alrededor de su muerte que las que los rastros ofrecen.

Amigos, como aficionado a los toros les puedo decir que para mí la fiesta brava es un espectáculo atemporal. Hay muchas cosas a su alrededor, en su historia y en su actualidad que la hacen única. Desde mi punto de vista los toros son una fiesta cultural y de identidad nacional de España y los países Iberoamericanos. Un espectáculo que nadie ha podido terminar de definir como un deporte o un arte ya que tiene algo de los dos. Donde un hombre se juega la vida en cada segundo haciéndolo con gracia, con estética y con valor, porque ni aún quienes atacan el espectáculo pueden negar que en los toros el torero se juega la vida y se rifa el físico, basta ver las cornadas que han recibido famosos matadores en los últimos años. El toro puede morir en el ruedo, debe morir en el ruedo, mencionan los taurinos, es su razón de existir. Pero puede matar y puede vivir, eso no se puede negar y hay ejemplos en miles de ejemplares que viven en las ganaderías de toros bravos. El toro muere cada domingo 6 veces. Pero el Toro de Lidia a diferencia de sus congéneres vive en el recuerdo de la gente, emociona con su bravura y es admirado como animal por propios y extraños. El toro muere, pero a su paso por la vida ayuda a crear arte frente al peligro y da de comer no solo a la gente de las carnicerías sino a miles de familias que viven de él y por él. A su paso por la parte es admirado por todos y despierta los más profundos sentimientos que hacen que alguien aún sin saber de toros pueda levantarse y gritar “Olé” ante un pase lento y estético.

Desde el punto de vista de los antitaurinos es correcto que la fiesta debe acabar por ser un espectáculo anacrónico y sanguinario. Desde mi punto de vista debe continuar. Los antitaurinos deben enfocar sus energías en revisar como mueren reses, cerdos, pollos, pavos, borregos, chivos, burros, caballos, perros y otras especies en los rastros de todo el mundo. A mi parecer es en los rastros donde deben enfocar sus energías para evitar el sufrimiento de los animales y para tener un impacto benéfico mucho mayor.

Finalmente amigos, creo que los antitaurinos tienen tanto derecho a querer que las corridas terminen como los taurinos lo tenemos de querer que continúen. En el caso de ellos creo que es correcto que se manifiesten para pedir el término de las mismas, pero solo y únicamente cuando sus protestas vayan acompañadas en cada cartel, en cada máscara, en cada fotografía y en cada grito de una petición para que termine el hambre y la pobreza, para que terminen las guerras, para que termine el abuso infantil y un sin fin de cosas muchísimo más trascendentales que la muerte de el menor porcentaje posible de los animales que utilizamos para alimentarnos. Cuando las protestas sean enfocadas a que no se mate ningún tipo de animal por medio de sufrimiento y no solo los toros. Cuando las protestas se enfoquen a que no se mate a ningún ser humano por su raza o ideología; cuando los protestantes al menos no odien a sus congéneres más de lo que aman a los toros, ese día amigos, estaré a favor de la abolición de las corridas de toros. Mientras eso sucede creo que deben poner sus protestas en un verdadero contexto, deben encontrar causas más grandes a las cuales dirigir sus esfuerzos y respetar la cultura y la afición de cada persona.

Como decía Ernest Hemingway “Es moral lo que hace que uno se sienta bien, inmoral lo que hace que uno se sienta mal. Juzgadas según estos criterios morales que no trato de defender, las corridas de toros son muy morales para mí”.

sábado, 21 de abril de 2012

UN RITO DE CORAJE E INTELIGENCIA


UN RITO DE CORAJE E INTELIGENCIA
EL AMIGO ANTITAURINO

Por: Fernando de Trazegnies 

Jurista

El Comercio
Amigo antitaurino, ¿te gusta comer un anticucho de corazón bien condimentado con ají?, ¿qué tal un jugoso lomo de res acompañado de papas fritas? ¿O un lomo saltado donde la carne ha sido reducida a tiras y mezclada con trozos de cebolla y de ají? Y el paté, ¿no lo has probado muchas veces en tanto que bocado muy sabroso y elegante? Seguramente te agrada festejar una ocasión importante con una buena langosta, acompañada de un delicioso vino blanco. Si te gusta todo eso, no me digas que eres antitaurino porque te dan pena los toros porque parecería una hipocresía. Tú sabes tan bien como yo que te estás comiendo animales a los que ha habido que criar en condiciones penosas para ellos y luego matar muchas veces en forma atroz para que tú te des el gusto de saborearlos.
Porque las reses destinadas a alimentar a las personas con su carne, con su corazón y otras entrañas, son criadas de manera que tengan poco movimiento; muchas veces pasan su vida entera (que no es muy larga) encerradas en establos pequeños como cárceles para que no quemen grasa sino más bien engorden todo lo posible a fin de poder extraerles más carne llegado el momento de despedazarlas a cuchilladas para convertir los trozos de lo que fue un toro en un bien comercial.
A diferencia de ello, los toros de lidia son criados en las dehesas durante 4 años en campo abierto y orientados a que sean magníficos ejemplares de su raza. Para lograr un buen paté se emplea la técnica del embuchado, encerrando a los patos o los gansos de a cuatro en un espacio de apenas un metro cuadrado y sobrealimentándolos para hipertrofiarles el hígado hasta volverlo monstruoso a fin de lograr ese foie-gras (hígado graso) que tanto te gusta. Puedes decirme que el ganso es anestesiado antes de degollarlo; pero ese no es sino el final y además no se hace por piedad sino para evitar que la tensión del animal cauce un mal sabor del hígado. Y qué diremos de las langostas que, por exigencias gastronómicas, son arrojadas vivas al caldero de agua hirviendo, dando gritos al quemarse.
El hombre ha sacrificado animales desde el comienzo de los tiempos por razones diferentes. El motivo más apremiante y más primitivo ha sido la alimentación. Pero posteriormente, el sacrificio adquirió otros sentidos de nivel superior, incluyendo la veneración a los dioses. Las corridas de toros sacrifican al animal también por razones rituales. No se trata de un culto, no hay la ofrenda a ningún dios, sino el reconocimiento de ciertos valores cuya expresión física causa placer al contemplarla. El aficionado a toros no ve al animal con apetito sino como partícipe de un rito donde se exaltan fundamentalmente tres valores.
En primer lugar, se trata del predominio de la razón sobre la fuerza bruta: pese a que el animal es mucho más fuerte que el torero, este logra vencerlo con su inteligencia; mientras que el animal embiste ciegamente, el torero sigue una racionalidad muy elaborada que le permite jugar con algo tan peligroso como es un toro de lidia. En segundo lugar, la corrida de toros es un reconocimiento del coraje y una fiesta en honor de este importante valor humano. La cantidad de toreros que han muerto o han quedado malogrados nos hace ver que, aun cuando predomina el juego racional, en cualquier momento se puede cometer un error y sufrir muy graves consecuencias. Pero pese a ello, sabiendo el torero que puede morir, se enfrenta valientemente al toro. Hay personas que me han contestado que el riesgo no es muy grande puesto que normalmente los toreros se las arreglan muy bien. Pero ninguna de esas personas se atrevería a bajar al ruedo y ni siquiera a recibir clases de tauromaquia con becerros… Y el tercer valor al que se rinde culto en los toros es el arte: no se trata de dar trapazos sino que el torero sabe y el aficionado le exige que debe actuar con movimientos artísticos, en una suerte de ballet trágico. La corrida de toros es una fiesta artística del color y del movimiento.
Frente a todo esto, amigo antitaurino, ¿no crees que es bastante más elevado matar a un toro en la plaza con estos fines que criar cruelmente y luego matar a un animal simplemente para curar nuestro hambre físico?
Es muy probable que no estemos de acuerdo. Pero, en todo caso, respetémonos mutuamente. Y ahora te dejo ir a comer tu langosta, porque yo no quiero llegar tarde a toros.

jueves, 19 de abril de 2012

DESDE LA BARRERA... ALECCIONANDO A LOS ANTITAURINOS

Por Eva Espinoza

Toros en el Mundo


El día de hoy una gran aficionada Itzel Navarrete, compartio una serie de puntos interesantes para que compartamos y difundamos con aquellas personas, que desconocen por completo algunos puntos sobre la Fiesta Brava:


1) La tauromaquia no es sadismo, a menos que se pretenda entender por sadismo lo dicho en un diccionario de bolsillo: el sadismo, clínicamente definido por la OMS como una “desviación mental conducente a la consecución de un placer sexual a partir del sufrimiento de una victima” no puede ser así compatible con la tauromaquia, ya que los taurinos NO tenemos orgasmos al ver lidiar. En últimas, no se mide una faena como buena o mala dependiendo la cantidad de sangre (si hay más sangre o menos sangre), dato irrelevante en la lectura de la calidad de una lidia, ni mucho menos se obtiene placer viendo sufrir, pues al toro no se le ve en trance de sufrimiento: su rostro, sus gestos y su conducta son todo lo contrario: un animal fiero que combate, no que sufre.


2) La tauromaquia no es tortura, ya que el toro no está indefenso: las 100 muertes de toreros de por sí desmienten que el toro sea inofensivo, o que esté reducido: en casos reales de tortura, como la Inquisición o los vejámenes a los presos de Guantanamo, jamás las victimas de la tortura pudieron matar a su victimario mientras eran torturadas: el toro ha matado a más de cien toreros, y herido a la totalidad de los toreros restantes. La tortura consiste en lo contrario: malherir físicamente a quien no puede defenderse, al estar inerme, atado, disminuido, y prolongar metódicamente ese sufrimiento: los castigos de la lidia se hacen para conducir a la muerte del toro, no para extender un sufrimiento inane, y la valía de los logros plásticos con un capote y una muleta cobran significado ante el peligro real del animal, la muerte. Torturar al toro redundaría en que el toro se quedara echado en el piso, consumido en su dolor, incapaz de luchar, con lo cual la lidia sería imposible.


3) La tauromaquia no nació en el circo romano: la evidencia histórica demuestra que milenios antes del nacimiento mismo de Roma ya había tauromaquia, nacida en la cultura helénica y la isla de Creta. El relativismo anticristiano ha empezado incluso a dudar que el Coliseo Romano fuera lugar para el maltrato de cristianos mediante la lucha con tigres o toros: la persecución a cristianos tuvo lugar 37 años antes del inicio de la construcción del coliseo, y cuando éste se terminó su uso fue el de carreras hípicas; doce años después se le empezó a usar para peleas de gladiadores, llamados así por la espada (gladio) corta y de madera que usaban. No toros.


4) En Catalunya no se logró un “avance moral” al prohibir la tauromaquia; de hecho, se prohibió el rito taurino hispánico, pero se protegió otras maneras de lucha con el toro, como el toro embolado, practicado al sur del valle del río Ebro, en donde un toro es incendiado mientras corre por las calles. Entonces, toros sí hay aún en Catalunya, sólo que la separatista cortedad y la trapacería animalista, consideran más moral incendiar a un toro que ponerlo a luchar en el ruedo.


5) La Tauromaquia no está en vía de extinción: de hecho, gracias al traspiés catalán, diversos países (como Francia) y comunidades autónomas han blindado a la fiesta mediante declaratorias de patrimonio, que de ser violadas, aboliendo la fiesta, pondría de inmediato al país antitaurino afuera de la ONU, al violar leyes y preceptos de la UNESCO sobre el patrimonio cultural.


6) El animalismo es nefasto al ser una suerte de fundamentalismo y fanatismo: a los animales se les debe respetar, y se les debe tratar con realismo, no con utopías o fantasías de protección total y bienestar garantizado, que son poco menos que imposibles. En la vida real, las sociedades no pueden ni garantizar el bienestar de los niños, mucho menos el del resto de los animales. La Tauromaquia, gracias a sus recursos económicos, es la única capaz de garantizarle una excelente calidad de vida a la totalidad de reses bravas, sean liadas o no, y sin tauromaquia los recursos serían insuficientes para que tal calidad se mantenga durante los cinco años que vive en promedio y en manera natural el toro, ya no decir su numerosa familia. No hay toros bravos en Islas Canarias o en Argentina, sitios que en el pasado prohibieron la fiesta brava, ya que, al no poder garantizar la calidad de vida de las reses, al quebrar las ganaderías que dependían de las corridas, las reses fueron todas sacrificadas. ¿Qué es más moral, realista y práctico: el 6% de reses bravas muertas en el ruedo, o el 100% de las reses bravas muertas en el matadero?

martes, 17 de abril de 2012

PROYECTO INCONSTITUCIONAL


Por Jaime de Rivero Bramosio

El proyecto de ley para prohibir el ingreso de menores de edad a las corridas de toros no pretende proteger a la niñez como aparenta el dictamen aprobado por seis congresistas de la Comisión de Cultura. El objetivo real es impedir que los padres inculquen a sus hijos esta tradición y así eliminarla progresivamente.

Esto es evidente porque no existe ningún estudio científico que demuestre el presunto daño. No se conoce de niños traumatizados ni internados en reformatorios a causa de esta afición. Tampoco de psicópatas taurinos. Ni siquiera de actos vandálicos luego de las corridas como cotidianamente ocasiona el fútbol y otras actividades. Y nadie ha propuesto prohibir que los niños asistan a los estadios o que vean televisión.

Este proyecto es tan inconsistente que si se le diera crédito, se tendría por persona violenta a Mario Vargas Llosa o a Fernando Belaúnde Terry, pues ambos presenciaron corridas desde niños.

Como la ciencia no ampara falsedades, la única investigación seria practicada a un universo mayor a 1.000 niños en 1999, promovida por la Defensoría del Menor de la Comunidad de Madrid, concluyó que la tauromaquia no genera violencia alguna.

El otro defecto insalvable del proyecto es jurídico. La Constitución consagra la pluriculturalidad del país y protege el derecho humano a la cultura (Artículo 2° incisos 8, 17 y 19), que es el derecho de toda persona a acceder y participar libremente en las manifestaciones de la cultura de su elección

A partir de este derecho humano, el artículo 17° de dicha carta ha otorgado una protección específica a las manifestaciones que forman parte de nuestra diversidad cultural, obligando al Estado a preservarlas. Esta protección abarca a la tauromaquia, pues incluso el Tribunal Constitucional ha ratificado que es una manifestación cultural peruana.

Estos derechos y obligaciones provienen de compromisos asumidos por el Perú en tratados internacionales que protegen la cultura y su diversidad, como la Declaración Universal de Derechos Humanos, Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Protocolo de San Salvador, Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, Convención sobre Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, entre otros.

Prohibir el ingreso de menores de edad o suprimir la muerte, pica o banderillas, provocaría la desaparición progresiva de las corridas de toros. Ambas propuestas violarían el derecho humano a la cultura, la Constitución y los tratados internacionales anotados.

sábado, 14 de abril de 2012

TRIUNFO DE LA INICIATIVA LEGISLATIVA PARLAMENTARIA EN ESPAÑA

500.000 firmas validadas. Ahora el Congreso de los Diputados decidirá, si los toros serán un Bien de Interés Cultural en toda España (incluida Cataluña).

Escrito por D. Dorado publicado en Actualidad.

La oficina del Censo Electoral Central, ha revisado 518.541 firmas, dando por válidas 500 165. De esta manera la ILP (Iniciativa Legislativa Parlamentaria) taurina, supera la barrera del medio millón con éxito y efectividad, ya que tan sólo menos de un 4% de las firmas revisadas se han invalidado.

El presidente de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, Luis María Gibert, ha hecho pública la noticia destacando la labor altruista de todos los fedatarios encargados de recabar las firmas, además es significativo que 150.000 firmas válidas se hayan recogido en Cataluña " Es significativa las personas que nos consta han firmado sin ser aficionados. Lo han hecho por solidaridad a lo que consideran un recorte de la libertad de las personas ".

Luis María Gibert se ha mostrado muy optimista, dejando una puerta abierta para que en este 2012 La Monumental se vuelva a abrir "para la culminación de Nuestra felicidad y la de todos los aficionados de España, Francia, Portugal y la de nuestros países hermanos de Centro y Sudamérica con los que compartimos cultura taurina, así como la defensa de la libertad de decisión que tiene cada persona, sería Importante poder estar en La Monumental los días 23 y 24 de septiembre, celebrando en su ruedo la Feria de la Merced 2012 ".

jueves, 12 de abril de 2012

LAS FIRMAS EN FAVOR DE LA FIESTA EN ESPAÑA


ABC

Hoy, los responsables de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña han convocado una Rueda de Prensa para dar detalles sobre el proceso de certificación de las casi 600.000 firmas que han de respaldar la Iniciativa Legisltativa Popular (ILP) que debe tramitarse en el Congreso de los Diputados y, de aprobarse, blindar la Fiesta como Bien de Interés Cultural.

Son las firmas que pueden devolver la libertad cercenada a los aficionados de acudir a La Monumental de Barcelona a presenciar una corrida de toros. Sonmás de medio millón de ilusiones conseguidas no sin esfuerzo y poca o nula colaboración del entramado taurino, del sector taurino que acostumbra a mirar a siempre hacia otro lado.

Es de esperar que en la valoración que haga hoy el presidente de la Federación Luis María Gibert sea positiva, sea de que la Junta Electoral Central ha dado el visto bueno a las firmas, que en poco o nada puede influer la denuncia admitida de una fundación antitaurina que alegan la ligereza y falta de rigor en todo el proceso de recogida.

Ojalá hoy no nos agüen la fiesta, porque el golpe podría ser fatal. Recoger estas firmas con cuatro mil fedatarios, con la movilización de miles de aficionados, con una ayuda económica mínima por parte de empresarios, ganaderos y toreros, ha costado sudor y lágrimas.

Hoy las noticias que nos lleguen desde la Federación de Entidades Taurinas de Catalauña no pueden ser más que buenas.

En la imagen, Santiago Martín "El Viti" firma el manifiesto por la libertad de ir a los toros en el acto de defensa de la Fiesta organizado por ABC en el Liceo de Barcelona.

En el Perú la fiesta de los toros esta protegido por Resolución del Tribunal Constitucional.

martes, 10 de abril de 2012

EL EMOTIVO DEBATE TAURINO


JUAN CLAUDIO LECHÍN W.

Con excesiva pasión y sin mucho rigor argumental se ondea la bandera anglosajona antitaurina. Por ejemplo, dicen que no se necesita saber leer ni escribir para matar toros, lo cuál también es cierto para matar lo que fuese. Salvo el doctor Lecter, los asesinos seriales son iletrados. Argumentan, también, la barbarie del espectáculo, cuando es greco-romano, cunas culturales de occidente. Tampoco es inquisitorial, como aseguró un debatiente, fallando su argumento en veinte siglos.

Se lo acusa de espectáculo sádico y The ultimate fight, en TV, que ha cobrado varias vidas humanas, es perfectamente aceptado. Dicen que da una “muerte cruel”, como si la invisible de los aviones teledirigidos que no salpican alshooter, fuera la adecuada. ¡Tenebrosa limpieza!.

En realidad, la argumentación antitaurina es cultural, es fundamentalmente germánica (francos, anglos, sajones, etc.), históricamente enemiga de las culturas del mar Mediterráneo, cuna de la tauromaquia. Durante la Ilustración, y por las luchas interimperiales de entonces, el norte europeo descalificó lo taurino así como denigró arteramente la única autocrítica colonial que jamás hizo imperio alguno: la leyenda negra española; mientras los anglosajones sistemáticamente exterminaban todo lo que no se pareciera a ellos o a lo que conocían: indios y búfalos en Norteamérica, aborígenes y al pájaro dodo en Australia y Nueva Zelanda. Se trata, pues, de un debate entre las culturas del norte europeo y las del Mediterráneo.

Mientras nosotros celebramos el día de difuntos, los norteamericanos le tienen fobia a evidenciar la muerte, a ritualizarla, por eso sus cementerios parecen campos de golf. Y nada que reprocharles. Cada quién con su cada cuál. El problema, entonces, no es adoptar sus fobias y defenderlas como insignias morales universales. Se vuelve un fanatismo religioso chabacano ser imitadores puros de la asepsia anglosajona, además de que resulta ser el principio de otra tiranía. ¿Por qué los toros para la plaza, no, y las vacas/engendros de Mac Donalds para hamburguesa, sí? ¿Por qué la crianza para el espectáculo, no, y para los triglicéridos y las hormonas, sí? ¿Porque es comida?, entonces Hollywood debería cerrar y sembrar papas.

Creo que, en el fondo, se está debatiendo la libertad, la cuál solo existe cuando respetamos lo que no nos gusta. Los taurinos crían sus toros salvajes (de indudable ferocidad) y ellos los lidian, enmarcados en la ley, como en ley están los casinos, antros lindantes en la estafa y que nadie acusa vehementemente porque Norteamérica no lo hace. Los toros no causan daños colaterales como lo hacen la polución, el ruido y el tráfico agresivo, que no tienen enemigos equivalentes. Corolario: los valores para ser justos no pueden acomodarse al capricho de moda ni al gusto de cada quien.

No soy taurino, he ido una sola vez a Acho (Lima), pero creo preciso debatir nuestra libertad como concepto complejo y no simplista, e insistir también en cargar nuestra cultura de fuente, sin despreciar a nuestros abuelos, durante el viaje liberal de la modernidad.

Y finalmente está la extinción de especies. Si desaparecen las corridas se extinguirá el toro de lidia, pues su única razón de cría es este espectáculo. Diremos entonces ¡great! porque ya no se podrá decir ¡olé!

domingo, 8 de abril de 2012

MINISTRO DE CULTURA RECIBE A LA UNIÓN DE TOREROS


José Ignacio Wert recibe a la Unión de Toreros

La Razón

El ministro de Cultura, Educación y Deporte, José Ignacio Wert, recibió esta tarde en la sede de su Ministerio a la Junta Directiva de la Unión de Toreros. En representación de éstos acudió el presidente de la misma, José María Manzanares, junto con los también diestros Julián López «El Juli», Miguel Ángel Perera, Juan Diego y Ángel Gómez Escorial, a quienes acompañó Carlos Núñez como presidente de la Mesa del Toro.

La reunión se llevó a cabo en un «tono marcadamente positivo» y en la misma se habló «distintos asuntos relevantes para el sector, especialmente en lo que atañe a la materialización de las competencias en el ámbito taurino» que recientemente fueron asumidas por el Ministerio de Cultura. Así, los toreros «ofrecieron al ministro la interlocución a través de la Mesa del Toro, como órgano de representación del sector profesional taurino» para llevar a cabo «el desarrollo de las cuestiones tratadas».

Además, los diestros no quisieron dejar escapar la ocasión y dieron las gracias a José Ignacio Wert por su «compromiso» mostrado hacía la tauromaquia en «diferentes declaraciones públicas» vertidas en multitud de ocasiones.

Al término de la misma, Juan Diego resaltó a LA RAZÓN «el buen y distinguido tono en el que ha tenido lugar la recepción». «La charla se ha prolongado durante una hora larga en la que hemos intercambiado inquietudes compartidas para tratar de avanzar en el organigrama que queremos tener dentro del Ministerio», comentó el diestro salmantino que agradeció una vez más «la voluntad y el apoyo mostrado en cada una de sus apariciones desde que asumió el cargo».

Del mismo modo, Juan Diego explicó que con esta reunión se vuelve a trasladar a Wert «la gran cohesión que existe en todo el mundo del toro». «Le hemos trasladado nuestras preocupaciones, las que compartimos en todo el sector taurino, para tratar de agilizar esas competencias que acaban de asumir y que son nuevas para ellos», concluyó.

sábado, 7 de abril de 2012

LOS TOROS Y LA LIBERTAD DE TODOS

EDITORIAL: DIARIO EL COMERCIO

2 de abril de 2012


LOS TOROS Y LA LIBERTAD DE TODOS


Es mucho más que las corridas lo que se juega en el movimiento que busca prohibirlas.


La reciente llegada al TC de un caso relacionado con la limitación del acceso a las corridas de toros y el manifiesto que, como reacción, han publicado varias personalidades en apoyo de la llamada fiesta brava, han vuelto a avivar el debate público en torno de la misma.


Pero más que el tema de las corridas en sí nos preocupa la concepción del rol del Estado que implica el solicitar a este impedir una actividad semejante y que hace que en este tema esté jugándose mucho más que los toros.


Respecto de las posibilidades de la ley para intervenir en un asunto como las corridas existe para nosotros un punto esencial: quienes acuden a ellas no afectan con su acción la libertad de ningún tercero. Es decir, no obligan con lo que hacen a nadie a hacer o no hacer algo. Y si lo que hacen sólo los afecta a ellos, no existe una justificación válida para que la ley intervenga prohibiendo el espectáculo. Salvo, claro, que se crea que la fuerza del Estado existe también para lograr que cada individuo viva una “vida buena” (según como la entiende el Estado). Pero ese es el principio que fundamenta todas las prácticas totalitarias. Sobre ese principio es que, por ejemplo, en varios países las mujeres, creyentes o no, son prohibidas de mostrar sus rostros en público y que en los mismos Estados Unidos, hasta 1965, varios estados castigaron el uso de contraceptivos incluso dentro del matrimonio.


Algunos defensores de la prohibición legal de las corridas ensayan un argumento aparentemente más sofisticado que el del “propio bien” de los aficionados al decir que con la lidia sí se afectan derechos de terceros porque se ofende “la sensibilidad moral” de muchos. Pero este argumento tiene consecuencias idénticas al anterior. Si viviéramos en un país donde la mayoría lo encontrase “moralmente ofensivo”, ¿sería legítimo que el Estado persiguiese los romances homosexuales? O, si tuviéramos una mayoría de fundamentalistas del racionalismo cuya sensibilidad fuese ofendida por las procesiones religiosas, ¿sería válido que la ley las prohíba?.


La dictadura de la mayoría es tan dictadura como cualquier otra. Y cuidado que en las sociedades posmodernas en las que vivimos, donde ya no hay grandes visiones compartidas que unifiquen el conjunto de la realidad, sino más bien una enorme pluralidad de posiciones encontradas respecto de los diferentes temas, nadie está libre de ser minoría en su visión moral de un tema que le importe.


Por supuesto, es muy respetable la posición de quienes no disfrutan de las corridas y preferirían evitar cualquier tipo de sufrimiento animal. Pero que uno tenga una posición respetable no le da legitimidad para imponerla a otros que, por su parte, no le están obligando a nada. Ni, por cierto, faculta a hacer imputaciones poco sustentadas, aunque duras, como aquella que señala que los aficionados van a las corridas atraídos, no por factores estéticos, sino principalmente por el morbo ante el innegable componente de crueldad del espectáculo. Si ese fuese el caso, los camales, donde se produce a un costo mucho menor un espectáculo bastante más sangriento –y, muchas veces, más doloroso- estarían también rodeados de tribunas y harían gran negocio vendiendo entradas.


Por lo demás, hay que decir la posición de los antitaurinos pierde su respetabilidad cuando no hay coherencia en ella. Y es que, si asumimos que lo inmoral de las corridas vendría de hacer sufrir a un animal para servir fines humanos, habría que prohibir también todos los otros usos animales, como los alimenticios y gastronómicos, que pasan igualmente por brutales formas de sufrimiento animal. ¿O es qué los toros, como se pregunta Vargas Llosa, tienen más derecho que los pobres crustáceos, cerdos, gansos o pavos? Salvo, claro, que se suponga que los fines artísticos del hombre pertenecen a un nivel inferior a los biológicos lo que, desde luego, es insultar la naturaleza humana. No se puede, en fin, prohibir las corridas de toros sin atropellar la línea que separa a la moral del Estado. La misma línea de la que depende la libertad de casi todas las minorías del mundo, incluyendo esas en las que, sin saberlo y aunque sea sólo respecto de algunos temas concretos, muy bien podría estar usted.

viernes, 6 de abril de 2012

LA TAUROMAQUIA EN AMÉRICA

POR WILLIAMS CÁRDENAS

La Tauromaquia, nace y evoluciona originalmente en la Península Ibérica. No hay nada más español que la Tauromaquia, ni el mantón de Manila, ni el abanico, de procedencia asiática, ni el chotis y el football, de origen británico, ni si quiera el flamenco es más genuino que los Toros.

Esa Tauromaquia, que consolidó sus reglas en los siglos XVII y XVIII, en los que alcanzó su máxima expresión ética y estética como el Arte del Toreo que conocemos hoy, pasó a América con el Descubrimiento, como parte del gran bagaje cultural de una de las mas importantes epopeyas de la historia conocida.

Llegó a América como un rito pagano que guarda extraordinario paralelismo con el rito religioso: De hecho hay un sacerdote que oficia y viste de forma muy llamativa y ostentosa; se celebra en un templo o plaza de toros; también hay un sacrificio, que es la muerte del toro, y como en la misa, hay una liturgia que se respeta de manera tajante.

Y así fue asimilado y aceptado por los pueblos precolombinos, particularmente por aquellos que para entonces habían alcanzado importantes niveles de desarrollo cultural.

Antes del Descubrimiento, en esas lejanas tierras ya los Aztecas escrutaban el tiempo y los astros con su calendario, y habían erigido templos y pirámides impresionantes.

Los Incas habían construido el maravilloso Machu Pichu y ya existían las increíbles líneas de Nazca en el Perú. Y en las tierras del que fuera el Virreinato de la Nueva Granada se encontraron auténticos tesoros de orfebrería, que hoy se exhiben y asombran a numerosos visitantes de museos a ambos lados del Atlántico.

Ha sido justamente en las tierras de los Aztecas, Incas y Chibchas donde la Fiesta de los Toros alcanzaría mayor arraigo y expansión. No en vano las de México, Perú y Colombia, son de las aficiones americanas más entendidas y conocedoras del Arte de Torear.

Una prueba fehaciente de cómo arraigó la Fiesta de los Toros en América aflora al constatar que la Plaza de Toros de Acho, en Lima, data de 1766, y es anterior a la de Aranjuez (1797) o contemporánea de la Real Maestranza de Sevilla (1761).

La ganadería brava más antigua que se registra hasta nuestros tiempos, es la de Atenco, fundada en 1522, por D. Juan Gutiérrez Altamirano, primo de Hernán Cortés, instalada en tierras mexicanas. Y la plaza de toros más grande del mundo (45.000 aficionados) está en la capital azteca.

La Tauromaquia se extendió por la América toda, desde México hasta Chile y solo la actuación de intereses ajenos y/o contrarios a la Península lograron reducir esa expansión de la Fiesta de los Toros.

El hombre americano, conocedor de los misterios del tiempo y del espacio, desde el primer momento supo apreciar el drama metafísico que entrañan las corridas de toros y las hizo suyas, no sólo con afán contemplativo, sino como avezado practicante del oficio de lidiar toros bravos.

Fue tal la acogida y la pasión por los toros, que no tardaron en llegar las prohibiciones. Así, la Iglesia prohibió que se celebraran toros los domingos pues los indios no asistían a misa por ir a los toros y se optó por que estos espectáculos se celebraran los lunes.

Por eso no tiene porque extrañarnos la presencia en España de “El Indio Mariano Ceballos”, nacido en Argentina, ni sus proezas en los ruedos ibéricos a finales del siglo XVIII.

Igualmente, tampoco debe extrañar que en todas las etapas estelares del Toreo en el Siglo XX haya existido la presencia y contrapeso de una gran figura americana, como ocurrió durante la Edad de Oro, con el mexicano Rodolfo Gaona, alternando con Joselito y Belmonte ; o durante la Edad de Plata con su paisano Fermín Espinoza SaucedoArmillita Chico rivalizando con Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega; al gran Carlos Arruza como pareja taurina del célebre Manuel Rodríguez SánchezManolete; o con el venezolano César Girón compitiendo con lo mas granado de los años 50-60, Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez, Julio Aparicio, Litri, Antonio Chenel Antoñete, Manuel Benítez El Cordobés y muchos más; o mas recientemente al colombiano César Rincón, compartiendo cartel con las máximas figuras del toreo de finales de siglo, como Enrique Ponce o José Tomás.

Los triunfos de esos toreros americanos deben ser motivo de un doble orgullo: Verifican la expansión de la Fiesta de los Toros, sin mutaciones de ninguna especie, y constatan la universalidad del Toreo.

Ésta es simplemente la prueba de que la semilla germinó en tierra fértil y que este arte único y profundo echo raíces entre nosotros porque hubo hombres capaces de apreciar su grandeza, que con su inteligencia y particular sensibilidad lo incorporaron a sus creencias, aficiones y ritos.

Hoy en América las plazas de toros han sustituido aquellas pirámides de los Dioses Sol o Luna, o al misticismo vinculado a la fuerza de la naturaleza, de lo ríos y de los mares.

El Toro se convirtió en un nuevo símbolo telúrico y el torero en ese héroe singular, que es capaz de reproducir el enfrentamiento milenario entre el hombre y la naturaleza, en el que todos siempre apostamos por el triunfo del primero.

Es el Toreo el que nos permite que una tarde tras otra, podamos celebrar el triunfo de la Humanidad sobre los elementos naturales, como lo describía el gran Manolo Martínez, esa inolvidable figura americana, en Los Caprichos de la Agonía, aquel precioso documental de Juan Ibañez.

De estas y muchas cosa más deberían informarse quienes hoy atacan la Fiesta sin mayores argumentos que los que han oído y escuchado una tarde entre veganos.