domingo, 28 de diciembre de 2014

LA TAUROMAQUIA, PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE LA HUMANIDAD, EN LA UNSECO

Williams Cárdenas Rubio 

SGT de la Asociación Taurina Parlamentaria 

Palacio del Senado

 

 La Tauromaquia es una manifestación cultural que durante siglos ha construido un patrimonio material e inmaterial reconocido por todos los pueblosdel mundo.   Este reconocimiento se expresa cada año con la presencia de cientos de miles de turistas de todas partes que asisten a las plazas de toros a presenciar este espectáculo y que consumen cualquier género de objetos relacionados con la Fiesta que se llevan como “souvenir” a sus lugares de origen. 

  Durante los últimos cuatro siglos la Tauromaquia ha ido evolucionando hasta el espectáculo que vemos hoy.   Es ésta una realidad incontrovertible, como lo es también que la Tauromaquia nació en el Mar Mediterráneo y se extendió hasta el Mar Caribe, del otro lado del Atlántico, donde se practica y proyecta con extraordinaria intensidad desde los mismos años del descubrimiento de América. 

  El patrimonio de la Tauromaquia se ha ido constituyendo inveteradamente, muchos se han dejado la vida en ello, y está integrado por las prácticas, técnicas, ritos, liturgia taurina, usos y costumbres que se han transmitido de generación en generación, en un proceso evolutivo y modernizador que la ha llevado a ser reconocida como una de las bellas artes.

  Son parte de éste patrimonio los instrumentos con que se practica el arte de torear, capotes, muletas, espadas, algunas de ellas templadas en la mas antigua tradición del forjamiento  del acero, y muy particularmente, esas obras de orfebrería que son los vestidos de torear, realizados por sastres de toreros, un oficio que en muchos casos también se transmite de generación en generación.

  Igualmente integran éste patrimonio los espacios donde la Tauromaquia se practica, las plazas de toros, algunas de las cuales son verdaderos monumentos arquitectónicos de siglos pasados y del presente, así como los espacios o dehesas donde se cría el toro de lidia, ese animal único en su especie, con cientos de miles de hectáreas dedicadas a su crianza, autenticas reservas ecológicas y ambientales, sus cortijos, sus plazas de tientas, etc.

Finalmente conforman éste patrimonio los museos taurinos que son visitados por miles de personas en cualquier parte del mundo, y mas específicamente, lo integran  las innumerables obras de arte que se han realizado sobre el tema taurino en las mas diferentes expresiones de la cultura, la pintura, la escultura, la literatura, la música, la poesía, el cine, el cante, el baile, la publicidad, etc.   Tantas que no serian suficientes el Museo del Prado y el de Louvre juntos para albergarlas.

  Muchos de los artistas o literatos, filósofos, sociólogos o antropólogos que se han acercado a la Tauromaquia para inmortalizarla con sus obras han encontrado en ellas altas cotas de su expresión artística o intelectual.  Goya con su Tauromaquia, Federico García Lorca con su Llanto por Ignacio Sánchez Mejias, Ernest Heminway con su Muerte en la Tarde o su Verano Sangriento, la Tauromaquia de Picasso  y el Güernica, con el toro como testigo, Fernando Botero con su Obra Taurina,  y así muchísimos más.   No en vano García Lorca la calificó como la fiesta más culta del mundo.

  Otros herederos, como los aficionados, que tanto la disfrutamos, podemos tener frente a dicho patrimonio dos actitudes: la de actuar como herederos displicentes e irresponsables, no comprometidos, en cuyo caso ese patrimonio corre serio riesgo de perderse, o por contrario asumir la actitud del heredero responsable, que si bien no puede hacer nada por incrementar ese patrimonio, si puede hacerlo por defenderlo, mantenerlo y conservarlo.

  Y éste justamente es el compromiso que solicitamos a quienes podemos hacer algo para que la Tauromaquia pueda ser reconocida definitivamente, de una manera formal por la Unesco, como un bien que es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

 

 

 



 

domingo, 14 de diciembre de 2014

TAUROMAQUIA: EL ARTE DE JUGARSE LA VIDA

Catedrático de Filosofía de la Universidad de París
ABC de Sevilla
 
Sw escucha de vez en cuando a escritores, universitarios y pensadores españoles evocar su infancia vagamente acunada de recuerdos taurinos y expresar su rechazo, a veces violento, de la fiesta de los toros. No comprenden cómo puede hoy (aún y siempre) emocionar, conmover, exaltar las muchedumbres, en las que seguro no ve nada más que una masa de reaccionarios incultos alentada por intelectuales esnobs. En esta revuelta antitaurina, a veces íntima, a veces sonoramente militante, se encuentran a menudo, en amalgama con la memoria de sus propias historias familiares, algunos tópicos datados en los sesenta (toros = turismo, exotismo de españolada, tremendismo del torero descamisado) o más antiguos aún (toros = España negra, vergonzante cara del pasado). Sí, ya sé: sé que para muchos españoles los toros despiertan espontáneamente ese mismo sentimiento confuso, un poco nostálgico, vagamente vergonzoso, de tener que vérselas con algo que sobrevive de manera inconveniente pero a punto de caducar definitivamente gracias a la ascensión social, la educación del pueblo, la evolución de las costumbres, el sano desarrollo de las sensibilidades, Europa, la democracia, etc. Sí, ya sé: sé que para muchos jóvenes españoles la palabra «tauromaquia» evoca carteles de otra época, un rito anticuado, una especie de juego arcaico o incluso un espectáculo cruel del que deben defenderse cuando, gracias a un programa Erasmus, se dan cuenta que, para el resto del mundo, se mantiene asociado al nombre de España, es decir, a una de las naciones más avanzadas de Europa de la que por lo demás uno puede sentirse orgulloso. A todos esos españoles, jóvenes o menos jóvenes, les quiero decir lo que sigue: los toros no son ya sólo la Fiesta Nacional de España. Con eso han perdido un poco y ganado mucho. Se han convertido en parte integrante de la cultura de la Europa meridional e incluso del patrimonio mundial.
 
¿Se imaginan ustedes que hace apenas algunas semanas, en un teatro del centro de París atestado, cientos de personas de las que la mayoría no habían puesto nunca sus pies en España, e ignoraban absolutamente todo de la «fama negra» de los toros, habían pagado cara su entrada por el único placer de homenajear la heroica carrera de un torero... colombiano (César Rincón)? Claro que para todos esos turistas que visitan España a toque de pito, entre la torre de Pisa y el Big Ben, y que creen que Francia es Pigalle, los toros son el «exotismo» español barato, y el torero es algo así como «Manolete-ElCordobés-del brazo de su bailaora con castañuelas», o (para los más cultivados ¡ay!) es la imagen odiosa y desgastada del maletilla hambriento que, para salir de su miserable condición, no tiene otro remedio que tentar al diablo y arrojarse entre sus cuernos. Ignoran evidentemente, como quizás muchos españoles, que uno de los más grandes toreros de la historia está vivo y toreando y en modo alguno debe su valor extraordinario a esa deprimente leyenda, o que uno de los mejores toreros de la primera década del siglo XXI es francés, o que fue prácticamente imposible conseguir entradas (siendo tan caras como las de la ópera) para las diez corridas que conformaron la reciente feria de Nîmes (95.980 espectadores).
 
Un poco de pudor y muchos escrúpulos me impiden evocar mi infancia que está en las antípodas de las de los intelectuales españoles antitaurinos. Bastará decir que esa infancia en el cinturón de París, con mis padres judíos alemanes que escaparon por milagro de los campos de la muerte, en modo alguno me preparaba para recibir el choque que fue el descubrimiento accidental de los toros, a la edad de 18 años, al azar de una escapada estudiantil en la región de Provence. Para muchos españoles de mi generación, los toros son familiares, formaron parte de la vida cotidiana de su infancia, se los vivía con indiferencia, aceptación o rechazo de una «cultura» vagamente patrimonial que es como una segunda naturaleza de la que hay a veces que desprenderse para poder existir por sí mismo. Para mí la corrida de toros es una amiga que he elegido tan próxima como la música y sin la cual podría difícilmente vivir. Digo que la he elegido pero tengo más bien la impresión que ella me ha elegido a mí; el encuentro fue fortuito pero, como dice Flaubert de la primera cita amorosa: «Fue como una revelación». No, los toros ya no son sólo la Fiesta Nacional. Han perdido un poco de sus particularidades (algunas fiestas votivas, capeas salvajes, un público cautivo, un pueblo entero movilizado tras un torero muerto), han ganado mucho en universalidad -geográfica y sobre todo cultural-. Ahora, en el presente, los que torean y los que van a los toros lo han elegido, y si no saben del todo, ni unos ni otros, lo que van a buscar «allí» (¿sabemos bien lo que es el amor?), saben que hoy se va a la plaza en lugar de ir al estadio, al concierto o al teatro.
 
Sin duda, la corrida de toros no es moderna, pero no porque no sea de nuestro tiempo, es -al contrario- porque nuestro tiempo no está ya en la «modernidad». La modernidad en el sentido estricto se acabó hacia el final de los años ochenta del siglo pasado, con el derrumbamiento de las ideologías, el fin del sueño en el progreso y el agotamiento de los discursos dogmáticos de las vanguardias artísticas (formalmente revolucionarias, políticamente redentoras). Lo que algunos han dado en llamar la «posmodernidad» o lo contemporáneo se opone punto por punto a la modernidad. Puede ser que la corrida de toros no sea ni haya sido nunca «moderna», pero es seguro que se acuerda perfectamente a lo «contemporáneo». Lo moderno está ligado al progreso, a la «velocidad», a la industrialización sistemática (comprendida la de la ganadería de carne); lo contemporáneo y la corrida están ligados a la biodiversidad, a la ganadería extensiva de bravo, a los equilibrios de los ecosistemas. La modernidad sólo veía la salvación a través de la comunidad y la sociedad, en el «todo es política», lo contemporáneo y la corrida renuevan con los valores del héroe solitario (pensemos en el culto contemporáneo hacia los éxitos singulares y aventureros de cualquier tipo), con una ética de las virtudes individuales, el valor, la lealtad, el don de sí mismo. La modernidad quería esconder la muerte (simple «no vida» igual que se dice invidencia en vez de ceguera), reducirla al silencio del frío vacío de las salas mortuorias o a la mecánica funcional de los mataderos; lo contemporáneo y la corrida de toros reconocen que la ceremonia de la muerte puede contribuir a dar sentido a la vida mostrándola conquistada a cada instante sobre la posibilidad misma de su negación. Era -se decía- el fin de los ritos en los que lo único que se veía eran prejuicios arbitrarios e irracionales, pero lo contemporáneo y la corrida de toros redescubren las virtudes de los ritos, no necesariamente vinculados a capillas y estampitas. Lo moderno declaraba el final de la figuración en pintura, del relato en literatura, del drama en el cine; lo contemporáneo inventa una nueva figuración, el cine de Almodóvar, genio de la posmodernidad, reinventa la linealidad del relato y las estructuras complejas del melodrama, como la corrida de toros que mezcla lo festivo y lo trágico, los colores chillones y la emoción más pura. El arte moderno glorificaba la vanguardia social y declaraba el final de la «representación», el posmoderno mezcla lo popular y lo erudito -como la corrida de toros, la más sabia de las artes populares- mezcla la transfiguración de lo real y su presentación en bruto (el happening, el body-art, el ready-made, la instalación, la intervención, el artista mismo) como la corrida de toros, alianza de representación clásica de la belleza y de presentación en bruto del cuerpo, de la herida, de la muerte, como el torero, artista contemporáneo, que hace de su gesto una obra estilizando su existencia. La posmodernidad, lejos de oponer el hombre al animal como en los tiempos modernos, presiente que no hay humanidad sin una parte de animalidad, sin un otro al que -a quien- medirse, como si el hombre -hoy más aún que ayer- sólo pudiera probar su humanidad a condición de saber vencer, en él y fuera de él, la animalidad en su forma más alta, más bella, más poderosa, por ejemplo la del toro salvaje: vencerla, es decir, repelerla o domarla, pero sobre todo oponer la fuerza de la astucia, la gratuidad del juego, la ligereza de la diversión, la gravedad de la entrega de sí mismo, la fuerza de la voluntad, el poder del arte, la conciencia de la muerte -en definitiva todo lo que hace la humanidad del hombre-.
 
Quizá se podrá afirmar: ¿pero el espectáculo del sufrimiento animal, dada la evolución de las costumbres, no es ya tolerable, hoy menos que ayer? A esto hay que responder que no es una cuestión de historia (moderna o no) ni de geografía (España negra o no). Yo no he sufrido nunca, personalmente, con el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del inocente pescador de río -es una cuestión de sensibilidad-. Ésta permite a algunos ver al toro como víctima, la mía sólo ve en él un animal combatiente. Autoriza a algunos a pensar que el torero martiriza una bestia, yo veo en él un héroe contemporáneo que tiene la audacia de desafiar y enfrentarse a una fiera jugándose la vida -sin más, por la belleza del gesto, por pura libertad, para afirmar su propio desapego en relación con las vicisitudes de la existencia y su victoria sobre lo imprevisible-. ¡Es cierto que el toro no quiere combatir, pero no por porque sea contrario a su naturaleza el combatir sino porque es contrario a su naturaleza el querer! Esto es al menos lo que mi sensibilidad me dicta, comparable en eso a la de cientos de miles de otros hombres en todo el mundo, y no la creo menos movilizada ni sublevada que ninguna otra ante el sufrimiento de los hombres -o incluso de los animales- ni menos consciente de lo que hace falta de poder creador para volver a dar hoy un sentido, en arte, a esa palabra mancillada que es la belleza.

domingo, 7 de diciembre de 2014

EDITORIAL MUNDOTORO.COM ANTE LA AGRESIVIDAD DE LOS ANTITAURINOS


Mundotoro
 
El toreo es el blanco perfecto al que hacer tiro. Así lo ven los antitaurinos, inmersos en una campaña salvaje de violencia contra nuestro colectivo. Una campaña amparada en la inacción represiva de las autoridades. ¿Hasta cuándo el toreo -sus profesionales, sus aficionados- va a seguir siendo atacado sin que nadie haga nada? Porque, lo decimos y no es la primera vez, las autoridades no están haciendo nada para salvaguardar la integridad y los derechos de los taurinos. Estamos desprotegidos.
El último episodio conocido sucedió este jueves en la Universidad CEU San Pablo de Madrid, dentro de sus tradicionales actos taurinos culturales. En lo que pretendía ser una charla titulada 'Simbología táurica hasta los albores del mundo antiguo', un grupo de radicales antitaurinos trató de boicotear el acto y agredió a varios de los presentes. Entre ellos, Andrés de Miguel, que, víctima de un empujón cobarde, sufrió una fractura de húmero. No fue el único agredido antes de que la Policía controlase la situación. De nuevo en la Universidad. Hace unos días el Curso de Periodismo Taurino de la Complutense de Madrid fue escenario de otro ataque. 

Y aquí no pasa nada. Aceptamos como colectivo la condena cortoplacista, la filiación del delincuente sin mayor castigo. Los que nos acusan de asesinos son los que atentan contra nosotros. Y lo consentimos. Ya basta. Pero no puede ser un 'ya basta' de boquilla, de tweet. No pretendemos que este texto sea otra condena a un acto repulsivo como el de la violencia que los grupos antitaurinos llevan a cabo. Queremos más, exigir una protección real a los que deben dárnosla porque a ella tenemos derecho. Alzar la voz para que los responsables nos oigan.

Queremos que quede claro que en está situación el violento no es el aficionado. Francia es un buen ejemplo del terrorismo antitaurino. Se ve: el toreo -sus profesionales, sus aficionados- está absolutamentedesprotegido. Y, si sigue este desamparo 'de facto', el que siempre pone la otra mejilla dejará de ponerla un día, cansado de saberse abandonado a su suerte.

domingo, 30 de noviembre de 2014

"EL NOBLE ARTE DE LA TAUROMAQUIA"


José Santos Alonso

La perniciosa influencia "cultural" de los países anglo sajones que persistentemente hemos sufrido y que forzosamente se nos quiere imponer en el intento de homologar nuestros gustos y costumbres con los suyos para un más fácil dominio de nuestras voluntades, ha desatado una infundada campaña contra las corridas de toros, la charrería, las peleas de gallos, los circos, y lo que se les ocurra o no les guste en lo sucesivo y, nuestros animalistas de toda índole se han tragado el anzuelo y han estado atacando, sin ton ni son, a todas las actividades en las que participan animales sin tener en cuenta que dichas prácticas son parte de nuestras tradiciones y por ende parte importante de nuestra identidad, de nuestra idiosincrasia y así mismo de nuestra economía, que como es sabido produce miles de empleos.


Y lo peor es que las censuran sin enterarse de las implicaciones culturales que tendría suprimir esas costumbres, tampoco se dan cuenta que para los animales en cuestión la práctica de las corridas de toros es benéfica ya que los toros de lidia reciben un trato mucho más benévolo y gozan de más tiempo de vida que sus semejantes para el abasto, tema del que no me explayo porque ya se ha repetido hasta la saciedad. Tampoco están informados de que la fisiología de los toros no les permite sufrir dolor al ser heridos, tema que se ha estudiado amplia y científicamente por veterinarios de probidad indiscutible de universidades y facultades veterinarias de Europa, estudios que demostraron esta particularidad del toro de lidia. Y mucho menos quieren reconocer que al prohibirse las corridas de toros la especie "Bos Tauro" -que neciamente los animalistas niegan como tal- se extinguiría, lo que sería precisamente contrario al objetivo de una organización ecológica.

Sobre las peleas de gallos, habría que preguntarse la diferencia entre retorcerles el pescuezo para matarlos y comérselos , a que se maten peleando, lo que sin discusión es su naturaleza; Así como si el cuidado y el período de vida de un gallo de pelea no es mejor y más largo que el de un pollo para la cazuela que suele ser mucho más corto y más cruel. También habría que pensar si su prohibición no acarrearía una disminución de empleos significativo en un país en el que estamos urgidos de fuentes de trabajo. De la peregrina ocurrencia de prohibir la charrería, que considero el colmo de la estulticia, me ahorro opinar por obvias razones, ya que este noble deporte es una de nuestras más genuinas expresiones nacionales.

Esta torpe manía de prohibir las corridas de toros y la charrería que el desinformado, inconsulto y desorientado Partido Verde Ecologista ha esgrimido, con la equivocada creencia de que esa proscripción encaja en los propósitos de la ecología, desgraciadamente se le ha metido en la cabecita a la cándida senadora plurinominal del PAN Gabriela Cuevas, -aquella que oficiosamente pagó la fianza del "Peje" para tratar de sacar la patota que metió su partido por encarcelarlo- sin que se haya dado cuenta de que si se prohíben las corridas de toros, las peleas de gallos y la charrería, lógicamente y por las mismas "razones" se tendrían que prohibir las engordas de pollos y la producción de huevo en Jaulas; las engordas de bovinos en corrales, la engorda de ovinos en embalajes y la pesca comercial y deportiva -porque si no lo sabe, debe enterarse de que los peces cuando los sacan del agua mueren por asfixia- Igualmente tendrían que prohibirse los acuarios, los circos con animales, los zoológicos, etc. etc. etc. por ser métodos de producción sumamente crueles. Lo que no creo que pueda hacer, como tampoco creo que eso le diera la popularidad que está buscando, ni mucho menos creo que entienda las implicaciones de su iniciativa, como tampoco entendió el ridículo que iba a hacer cuando el affaire del "Peje".

domingo, 23 de noviembre de 2014

FRANCIA NOS SIGUE DANDO LECCIONES

 
Por: Carlos Bueno

En general los empresarios franceses están obligados a cocinar sus carteles atendiendo a los gustos e indicaciones de las comisiones taurinas de cada ciudad. Los aficionados que integran esas comisiones tienen claro a quién quieren ver y a quién no. Los que dan la cara, los que realmente tienen interés se anuncian y vuelven. No valen cambios de cromos ni favores empresariales. Las ganaderías fraudulentas son apartadas por un tiempo. Nadie puede interceder por ellas. El resultado es de lo más positivo. Los aficionados, tal cual ocurre con la fiesta dels “Bous al Carrer”, son partícipes de la elaboración de las ferias, se sienten escuchados y respaldados. Inexorablemente las combinaciones acaban siendo de su gusto y en consecuencia el público responde en taquillas.
 

En España, la mal llamada Fiesta Nacional sigue teniendo que aprender de otras latitudes. Mal llamada porque no es propiedad española ni exclusiva de este supuesto país. Los toros son patrimonio internacional y gustan a personas de los orígenes más variopintos y exóticos. Además, después de haberse organizado corridas en multitud de naciones a lo largo de la historia, en la actualidad siguen celebrándose en Portugal, Méjico, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Francia. Y precisamente de Francia tenemos que copiar varias fórmulas que tan buen resultado están dando. Leyes y formas de trabajar cuya consecuencia es, por un lado la defensa real de la tauromaquia, y por otro la implicación del aficionado en el intríngulis de contrataciones.

En el apartado legislativo Francia nos ganó la mano declarando la tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial hace más de tres años, y también tuvo mayor visión que España cuando redactó una ley que impide a los manifestantes antitaurinos acercarse a una plaza de toros a menos de 500 metros de distancia. Y recientemente nos ha vuelto a dar una lección al condenar con fuertes multas económicas a los radicales que protagonizaron actos violetos en Rion-des-Landes, los mismos que pueden sufrir más denuncias si se aplica la jurisprudencia en los juzgados de otros lugares donde también actuaron de forma ilegal.

Al fin y al cabo se trata de imponer la lógica. Es lógico que el cliente quiera sentirse atendido; es lógico que un espectáculo legal, democrático y secundado por la mayoría sea defendido por quienes nos representan; y es lógico que quien la haga la pague, quien la haga fuera de la ley, de forma irreverente, faltando al respeto y a las libertades. Sí, es cuestión de lógica. ¿Para cuándo imperará la lógica también en España, cuna del toreo?.

domingo, 26 de octubre de 2014

BOTERO: "MI AMOR PURO POR LOS TOROS, ME LLEVÓ A PINTARLOS"



Mundotoro


Madrid (España)'Mi amor puro por los toros fue lo que me llevó a pintarlos'. El artista colombiano Fernando Botero se mostró así de rotundo en la presencación en Nueva York el pasado jueves de 'Bullfight: Paintings and Works on Paper'. Se trata de una recopilación de 140 óleos y 35 dibujos que el pintor realizó de la tauromaquia en sus más de 60 años de profesión.

'Los toros hacen la vida fácil al pintor porque es una actividad que ya de por sí tiene mucho color: el traje de luces, la arena, la barrera, el público... Es un tema maravilloso, le da poesía a la pintura', explicó el colombiano en la rueda de prensa.

Además, Botero confesó que su afición por los toros le condujo a la pintura: 'Cuando era adolescente ingresé en la escuela de tauromaquia y me llevó a hacer mis primeras acuarelas, por lo que a través de los toros llegó mi afición por la pintura'. Y conluyó:'Me faltó coraje' para ser torero.

Su recopilación comienza con una sentencia: 'Siempre voy a hacer pinturas de las corridas de toros', y se explica:  'Es algo que me ha fascinado toda la vida. Primero, porque tiene todos los elementos que debería haber en una pintura, como son el color, las formas, la composición y el espacio. Pero además, es algo que también implica drama, lo que le da una dimensión más allá'.

A las preguntas sobre la controversia de las corridas de toros, Botero fue tajante: 'Siempre va a haber un alguien a quien su vocación lo va a llevar a torear y el público va a estar siempre presente'.

A sus 82 años, el pintos de los personajes voluminosos dijo sentirse 'muy afortunado' por dedicarse a su pasión y se define como 'un trabajador incansable'. Esta recopilación es la segunda tras la que publicó el año pasado relacionada con el circo.

domingo, 19 de octubre de 2014

CONDENAN POR DISTURBIOS Y ATENTADOS A ANTI TAURINOS EN DAX (FRANCIA)

Por Redacción APLAUSOS

Se les han impuesto penas económicas que oscilan entre los 3.000 y los 1.500 euros

El Tribunal de Dax ha condenado esta mañana a los responsables de los disturbios acaecidos en Rion-des-Landes en agosto y noviembre de 2013, según informa André Viard.

El Tribunal ha considerado que el Comité Radicalmente Anti Corrida, la Fundación Brigitte Bardot y la asociación belga Animales en Peligro, habían atentado al derecho al trabajo y habían organizado unas manifestaciones prohibidas.

Ha condenado a las asociaciones por una parte, y a sus directivos a título individual por otra, a unas multas de 3.000 euros cada uno, más gastos de justicia por 1.500 euros, más daños y perjuicios a favor del Ayuntamiento por 1.500 euros, y otros tantos a favor del Club Taurino organizador de las novilladas organizadas en agosto.

Asímismo, ha condenado con las mismas cantidades a Sabine Landais, que había convocado una "protesta ciudadana" en noviembre a través de facebook y de las redes sociales.

Con esta decisión fundamental conseguida por los abogados del Observatorio (Guillaume François y Michel Duffranc que aparecen en la foto), los activistas animalistas saben ya cuánto les puede costar en el futuro insultar a los aficionados e intentar impedir el buen desarrollo de los festejos taurinos.

Además, los mismos ocho activistas que han sido condenados en Dax por los acontecimientos de Rion, están inculpados por hechos similares acaecidos en varias ciudades, con lo cual es de suponer que la jurisprudencia de Dax se aplicará también en Nimes, Vic, Maubourguet y otras jurisdicciones.

domingo, 5 de octubre de 2014

FRNCIS WOLFF: "LOS TAURINOS DEBEMOS ALZAR LA CABEZA CON EL TESORO QUE TENEMOS"


Tomado de "Los Toros y la Filosofía" por el Centro de Etnográfico del Toro de Lidia, de Castilla y León (España). 

Francis Wolff

Cuentan la historia siguiente. Se encuentran, en los años 50, el mayor filósofo alemán, Heidegger, y el mayor filósofo español, Ortega y Gasset. Pregunta el primero, con un punto de xenofobia: “¿Por qué hay tan pocos filósofos españoles?”. Responde el segundo, con un punto de ironía: “¿Y por qué hay tan pocos toreros alemanes?”.

Esa historia es ciertamente inventada pero tiene su fondo de verdad. Los países de fuerte tradición filosófica no fueron tierras taurinas, y viceversa. Del lado no taurino, vale la pena señalar unas alusiones de parte de Rousseau o de Kant (en su Antropología) a la valentía del carácter del hombre español comprobada por la tauromaquia. Del lado taurino, la Filosofía de los toros, del famoso periodista Santos López Pelegrín “Abenamar”, editor de la Tauromaquia de Francisco Montes “Paquiro”, es un tratado sobre los toros pero que no tiene nada de filosófico en el sentido estricto del término.

También es el caso de la Filosofía del toreo, de B. Torralba de Damas con un prólogo de Marcial Landa eilustraciones de K-Hito.

¿No habrá intersecciones entre especulaciones auténticamente filosóficas y conocimientos de las cosas taurinas? Sí, por supuesto. “La caza y los toros” (Revista de Occidente, Madrid, 1968), de José Ortega y Gasset, contiene el “Epílogo” que escribió para el libro de Domingo Ortega “El arte del toreo”, con algunas reflexiones sobre el toro bravo, así como algunos fragmentos taurinos inéditos del mismo autor. Del lado antitaurino, debe uno señalar los Escritos de toros (Unión de Bibliófilos Taurinos, Madrid, 1964), una colección de artículos, notas y dibujos de Miguel de Unamuno, en los cuales lamenta el hecho de que los aficionados –los ‘deporteros’ contemplativos– no se entreguen al juego de las ideas sino que pasen los días discutiendo de fútbol y toros.

Muy diferentes son las aportaciones recientes de algunos filósofos españoles y franceses al pensamiento de las corridas de toros, que ponen su racionalidad filosófica al servicio de su afición taurina, o, dicho en otros términos, ponen su experiencia de espectador taurino al servicio de sus reflexiones filosóficas. Se trata, en primer lugar, de Víctor Gómez Pín, filósofo catalán bien conocido, cuya aportación a la ética de la fiesta es manifiesta en su obra “La escuela más sobria de vida. Tauromaquia como exigencia ética” (Madrid, Espasa Calpe, 2002), inspirada por reflexiones proustianas sobre la relación entre el arte y la vida. Pero no se debe olvidar las convincentes defensas de las corridas en nombre de los valores humanistas de Alain Renaut (Catedrático de Filosofía moral y política de La Sorbonne) en “L’esprit de la corrida”, La Règle du jeu, (París, Grasset, 1992) o en “Critique, Éthique et esthétique de la corrida”, 723-724 (de agosto-septiembre 2007).

En la misma prestigiosa revista literaria (fundada por el escritor, aficionado a los toros, G. Bataille), hay dos contribuciones originales: una de Christian Delacampagne, filosofo del arte y de la política, acerca de las peculiaridades del espectáculo taurino, y otra de Vincent Delecroix, filósofo de la religión y especialista de Kierkegaard, sobre las singularidades del ritual en los toros.

¿Por qué filosofar sobre los toros? Es verdad que la fiesta no necesita filosofía; tampoco la necesitan la pintura, la música o la poesía. Quien necesitaba filosofar sobre los toros era yo.

Después de casi 40 años como aficionado a los toros y filósofo profesional, necesitaba reunirme conmigo mismo. A falta de poder curar sus pasiones, un filósofo debe esforzarse por expresarlas en el idioma de la razón. Y, en mi caso, se trataba de saldar una deuda: devolver a la fiesta de toros un poco de la experiencia absolutamente singular y sin embargo universal que me ha ofrecido y el sinfín de goces que me brinda transponiéndolos en una lengua extranjera y universalmente accesible (por lo menos, eso es lo que intenté hacer), la de los conceptos y los argumentos.


Digo “extranjera” porque no suele uno hablar de toros en términos racionales. Parece una empresa incongruente. ¿Qué sentido puede tener «filosofar» sobre un arte, menor donde los haya, o sobre un juego, por serio que sea? No es que haya temas inconvenientes o asuntos demasiado fútiles para la filosofía. Por lo demás, la corrida de toros no es ni inconveniente ni fútil, sino, si acaso, edificante y grave más bien. Infunde a quienes la aman y la comprenden, emociones y alegrías tan profundas y refinadas como las artes más estéticamente correctas. Es más bien que no se sabe cómo podría la filosofía abordar la corrida de toros.

Dicen que la filosofía se esfuerza por responder a dos preguntas fundamentales: la pregunta “¿qué es?” (dicha de esencia) y la pregunta “¿por qué?” (dicha del fundamento). Ahora bien. ¿Qué es la corrida de toros? Nadie lo sabe. Nadie puede responder a esa pregunta –y la filosofía aún menos–. Pero quizá se puede filosofar sobre este mismo hecho: la corrida de toros no puede ser definida. Se puede hacer su historia, describir sus fases, determinar sus reglas, pero no se puede decir lo que es. ¿Por qué? Porque no encaja en ninguna categoría definida.

De hecho, la fiesta no es ni un deporte, ni un juego, ni un sacrificio, y no es exactamente un arte ni verdaderamente un rito; toma algo de todas esas prácticas, que son la cultura misma, y hace de todo eso una creación original y, por así decirlo, única. Con un poco de todas las grandes prácticas humanas, por más superficial que sea ese “poco”, hace su propia profundidad. Por ejemplo, al deporte le toma prestado la escenificación del cuerpo y el sentido de la hazaña física. De las bellas artes, toma lo esencial: la transformación de una materia bruta (que es la arrancada natural de un toro bravo) en una obra humana, armoniosa, templada, como en la doma, se humaniza al animal. De los cultos toma la obsesión de los signos, y por ellos mantiene el hipertrofiado ritual que le caracteriza. Al juego le toma prestado la gratuidad y la finta.

Hace la tragedia real, porque se muere de verdad, pero sin embargo teatraliza la lucha a muerte, porque vida y muerte se juegan disfrazadas en traje de luces. De un juego hace un arte, porque no tiene otra finalidad que su propio acto; de un arte, hace un juego porque entrega su parte al azar. Espectáculo también lo es, por supuesto, quizás el más aparatoso de todos. Pero es el espectáculo de la fatalidad y, al mismo tiempo, de la incertidumbre (donde todo parece necesario y posible), donde todo es imprevisible –como en una competición deportiva– y el final conocido de antemano –como en un rito sacrificial–. De tal forma que la corrida no pertenece a ninguna categoría predefinida –pero es la reunión en un acto único de todos los componentes de la cultura humana–. Por eso, en todas las civilizaciones humanas donde hubo toros bravos, se inventó una tauromaquia.

La segunda pregunta filosófica es la cuestión “¿Por qué?”. Tampoco se puede responder a esa pregunta, pues sería saber responder a la pregunta “¿qué es el hombre?”, como acabamos de observar. Pero hay una manera indirecta de responder al “¿por qué”, que es determinar “¿para qué?”. O sea los valores. Por lo tanto, ¿Cuáles son los valores de la fiesta?

Hay muchos. Valores ecológicos: biodiversidad, cría extensiva, equilibrio del ecosistema de la dehesa, respecto de la naturaleza del animal en sus condiciones de vida, etc. Valores humanistas: grandeza del hombre, victoria de la inteligencia sobre la fuerza, de la cultura sobre la naturaleza, etc. Valores éticos: el coraje, la abnegación, la lealtad, el desdén del sufrimiento, la señoría del cuerpo por la mente, etc. Valores estéticos, lo bello y lo sublime: lo bello, o sea la mesura, la disposición de todas las partes en un todo; lo sublime, o sea la desmesura, el exceso de todas las partes en el todo. Y la corrida de toros, por veces, nos ofrece lo bello, por veces lo sublime.

Pero quizás no lo más importante, sino lo más aparente, entre todos esos valores, sea la fusión singular de ellos que proporciona la fiesta de los toros. Se trata de una práctica, de un espectáculo, de un arte, de un rito (¡lo que sea!) en el cual los valores estéticos se confunden con los valores éticos. Y es la única práctica viva de este tipo, no veo otras. En general, en nuestra época, está por un lado el arte (que produce, a veces, obras bellas o emocionantes, a veces trastornantes), y está, por otro lado, la vida (donde se manifiestan, a veces, conductas dignas o sabias, a veces heroicas). Pero el arte siempre se opone a la vida.

La corrida de toros es, precisamente, la fusión de los valores estéticos del arte con los valores éticos de la existencia. Y esto nos remite al origen mismo del arte, o mejor dicho a su mayor razón de ser, en el cual el « bello gesto » es al mismo tiempo gesto moral (por lo que muestra de valentía, de generosidad, de grandeza, y sobre todo de lealtad para con el adversario), y también gesto artístico (por lo que muestra de armonía, de pureza, de equilibrio, de poder expresivo). Los griegos tenían una sola palabra para designar lo que admiramos en una persona: kalon, que significa al mismo tiempo bello y bueno.

Kalon es la postura del torero en cuanto torero, o sea no solo cuando torea bien «como Dios manda», sino cuando está en torero. Porque Kalon se refiere a la cualidad del cuerpo visible, a la elegancia sensible, a la armonía de una obra equilibrada, pero también a la cualidad de la actitud moral, a la elegancia del alma, a la postura de quien está en armonía con el mundo, al mismo tiempo sereno y despegado, al mismo tiempo atento y distanciado de los acontecimientos, distanciado de sus propios intereses vitales inmediatos, hasta el punto de parecer elevarse más allá de su propia vida. La corrida nos dice: en el gesto torero, en la suerte lograda, en la bella tanda, en la gran faena, no podemos distinguir lo que es ético (valiente, entregado, conquistado sobre el riesgo de herida o de muerte) y lo que es estético (armonioso, necesario, magnífico, sublime).

La corrida nos dice: el derecho de matar al animal respetado, sólo se adquiere al precio de jugarse la vida. Y ese riesgo no es vano, como en las apuestas adolescentes, pues produce una obra, no con el toro –adversario en el combate que debe ser dominado y vencido– sino con su embestida, que debe ser formada, informada, transformada, que debe ser conducida, apaciguada, acariciada, en suma desnaturalizada, para que se haga bella, humana, poética. La corrida une lo bello y lo bueno, como también une el arte popular con el erudito, como también une los dos lados de toda creación humana: el sol con la sombra, la fiesta de la vida con la tragedia de la muerte. No hay ninguna otra creación humana tan rica. Por eso, nosotros, aficionados a los toros, tenemos que alzar la cabeza con el tesoro que poseemos.


domingo, 28 de septiembre de 2014

JOAQUÍN SABINA: "NO VAYAN A LOS TOROS SI NO QUIEREN PERO DEJEN DE TOCARNOS LOS COJONES"


El famoso cantatautor Joaquín Sabina lanza un duro ataque a los antitaurinos y les emplaza a que "no hablen ni de ecología ni de amor a los animales"

Si por algo se caracteriza el cantautor Joaquín Sabina es por decir las cosas como las piensa, sin preocuparse de quiénes son los destinatarios de sus críticas. En esta ocasión han sido los adalides de la campaña por la prohibición de los toros en Cataluña y, en general, todos los movimientos antitaurinos.

Sabina, amigo y admirador confeso de José Tomás, es un firme defensor de la libertad individual para acudir a la Fiesta de los toros, y se ha significado siempre en su defensa. La última vez, en una entrevista concedida al diario "20 minutos", en la que responde a la campaña desatada en Cataluña. "El que no quiera ir a los toros, que no vaya. Y que se dejen de tocarnos los cojones, que hay cosas más importantes. Pero que no hablen de ecología ni de amor a los animales, porque no conozco a nadie que los ame más que los ganaderos y los toreros", afirma.

"Si yo fuera animal, me gustaría ser toro de lidia: a ninguno se lo respeta más. Ninguno está mejor tratado. Y además, tiene la posibilidad de que lo indulten y pasarse toda la vida follando vacas sin parar", concluye.

Fuente: La Razón.Es

domingo, 21 de septiembre de 2014

ALCANCES DE UNA PROVIDENCIA

Por: Luis Alfonso García Carmona, Director Ejecutivo ASOTAURO

Revuelo causó en el mundillo taurino, y en gran parte de la sociedad colombiana, el fallo de la Corte Constitucional, del cual se conoció su contenido a través de un comunicado de prensa de la misma Corte, por medio del cual se tutelaron los derechos impetrados por la Corporación Taurina de Bogotá que habían sido vulnerados en forma inconstitucional e ilegal por la Administración Petro.

Duró casi un año el período de incertidumbre, el cual fue aprovechado por enemigos de la Tauromaquia incrustados en los medios de comunicación, para hacer creer a los ciudadanos que la Fiesta Brava estaba por desaparecer en el país.

Por fortuna, vino la Corte a ratificar lo que siempre ha sostenido, es decir:

* Que la Tauromaquia es una expresión artística del ser humano y que, como parte que es de nuestra cultura, debe ser protegida por el Estado.

* Que dicha protección debe armonizarse con la morigeración o eliminación del maltrato animal, función que correspondería al legislador y no a las asambleas, concejos, alcaldes o autoridades administrativas en general.

* Enfatiza la falta de competencia de las autoridades locales para imponer al espectáculo taurino condiciones más restrictivas que las ya existentes en la ley, o para obligar a modificar su estructura impidiendo, por ejemplo, la muerte del toro.

Declaró, además, la Corte que la Administración Distrital incurrió en la vulneración al derecho fundamental al debido proceso y al derecho a la libre expresión artística, cuando revocó en forma unilateral y anticipada el contrato que tenía suscrito con la Corporación y supeditó la realización de espectáculos taurinos a la eliminación de la muerte del toro.

Falla, en consecuencia, ordenando la reanudación del espectáculo taurino en el plazo de 6 meses y le ordena de manera tajante “abstenerse de adelantar cualquier tipo de actuación administrativa que obstruya, impida o dilate“ el restablecimiento de la plaza de la Santamaría como recinto del espectáculo taurino.

No queda, en nuestra opinión, otra alternativa, al Alcalde Petro que acatar lo ordenado. Y a los taurinos, especialmente a los residentes en la capital, queda la tarea de convertirse en veedores de oficio para que el contundente fallo se cumpla.

domingo, 14 de septiembre de 2014

JULIO CORTÁZAR Y LAS CORRIDAS DE TOROS

Julio Cortázar acudia siempre que podia a las plazas de toros y trataba de seguir la actualidad taurina. El genial autor argentino hacía incluso menciones en sus obras. Así pues, podemos encontrar varios pasajes de su obra más conocida, Rayuela, en la que el personaje Perico Romero hace mención a la Fiesta.

También en sus cuentos se aprecia su interés por la tauromaquia. En un pasaje de “Lucas, sus clases de español”, capítulo perteneciente a la primera parte de “Un tal Lucas”, Cortázar hace un extracto de una crónica taurina publicada porJoaquín Vidal en El País. El texto de Vidal era utilizado por un profesor para enseñar español – Revista Aplausos. 

Por Guillermo Rodríguez.

Ayer hace un siglo nació Julio Cortázar, el incomprable autor de ese texto monumental “Rayuela” que ha marcado varias generaciones.

Julio Florencio Cortázar fue un escritor, traductor e intelectual de nacionalidad argentina. Optó por la nacionalidad francesa en 1981, en protesta contra el gobierno militar argentina. Nada se le escapó en su fructífera existencia.Ese hombre ordenado, alto, corpulento que nunca dejó ser niño.

En la primavera de 1956, Cortázar, que tiene 42 años y vive en París, viaja por primera vez a España, con su mujer, la traductora Aurora Bernárdez (a la que, en las cartas, llama con el apodo cariñoso «Glop»). Unas cosas le gustan y otras, no: disfruta con Gaudí, en Barcelona; Toledo, Ávila y Segovia le parecen «fabulosas»; le encanta la singularidad del paisaje gallego…

De Madrid, Cortázar destaca el Prado, los frescos de Goya en San Antonio de la Florida, el Lázaro Galdiano… y los toros. Escribe el 27 de mayo de 1956, según lo recuerda ABC:

«A todo esto ya habíamos visto dos corridas de toros, y estábamos Glop y yo convertidos en dos aficionados entusiastas. Se podrá hablar un día entero de la decadencia de la tauromaquia, de lo mucho que hay de malo, las famosas homilías sobre la crueldad, etc., pero hay algo que queda en pie, y es la hora de la verdad, es ese momento en que toro y torero están solos y toda la plaza guarda silencio hasta el minuto perfecto del torear ceñido, y los “olé” que festejan sucintamente cada cita y cada pase».

No es raro que la Fiesta haya impresionado a una persona de una sensibilidad estética tan refinada como Julio Cortázar, que subraya «la hora de la verdad»: ese concepto básico de la Tauromaquia, que dio título a la película de Francesco Rossi sobre Miguelín.  

En ese San Isidro, pudo emocionarse Cortázar viendo a los jóvenes Manolo Vázquez y Antonio Ordóñez, el poderío de César Girón, las tres veces que citó a recibir Antonio Bienvenida... Concluyo con un recuerdo personal: después de habernos escrito, tuve la alegría de conocer personalmente a Julio Cortázar… en el patio de arrastre de la Plaza de Las Ventas.

Ahora lo entiendo mejor: Cortázar se incorpora, así, a la inacabable lista de grandes artistas que han sentido fascinación por la Tauromaquia.

domingo, 7 de septiembre de 2014

ESTOCADA EN TODO LO ALTO AL ALCALDE PETRO DE BOGOTÁ (COLOMBIA)


Si en algo es importante la decisión de la Sala Constitucional colombiana, es en la demostración fehaciente de que la cultura pertenece a los pueblos y no a sus autoridades.

Los aficionados del mundo, tenemos desde hoy una deuda con Colombia, por la defensa “a muerte” que han hecho de la Tauromaquia.

Madrid 3-Septiembre-2014

En la cuna de las leyes de la América hispana, han triunfado el valor, la inteligencia, la audacia e intrepidez de los novilleros colombianos, que se sacrificaron en una prolongada huelga de hambre durante 29 días, hasta lograr que la Sala Constitucional se pronunciara a favor de la vuelta de los toros a la Plaza Santamaría de Bogotá.

La sentencia, que resuelve el recurso presentado en su día por la Corporación Taurina de Bogotá, deja claro que la acción del Alcalde Gustavo Petro en contra de una parte de la cultura del pueblo colombiano, estaba marcada por la ilegalidad, la intolerancia y la vanidad de quien desde un alto cargo público se cree con el derecho a decidir sobre los temas mas íntimos de su pueblo: sus aficiones, tradiciones y costumbres.

Si en algo es importante esta decisión de la Sala Constitucional, es en la demostración fehaciente de que la cultura le pertenece a los pueblos y no a sus autoridades. Que son los pueblos los que deciden con su participación activa, cuales son los vectores de su comportamiento cultural, y que por encima de los pueblos solo está Dios.

Los novilleros han cumplido una jornada histórica para la Fiesta de los Toros, arropados por esa gran figura del Toreo que es el Maestro César Rincón, quien ahora alcanza otra dimensión que lo convierte en legítimo líder de la causa, pues tuvo el arrojo suficiente para enfrentar a Petro, irse a sus terrenos, plantarle cara y tal cual a “Bastonito”, de Baltazar Ibán, cortarle las orejas.

Pero todavía queda camino por recorrer. Este es el momento para exigir al Presidente de Colombia Juan Manuel Santos y a su Ministra de Cultura, que pongan de una vez por todas el blindaje definitivo a la Tauromaquia, reconociéndola como parte integrante del Patrimonio Cultural Inmaterial del pueblo colombiano, de conformidad con la Convención de la UNESCO que rige la materia, como lo han hecho España y Francia.

Ahora los aficionados, profesionales del toreo, matadores de toros, novilleros, banderilleros, picadores, periodistas, empresarios, ganaderos y todos aquellos que viven de este grandioso espectáculo deben hacer causa común, para que definitivamente se reconozca el valor universal de la Tauromaquia en su sentido más amplio, que en Colombia abraza corridas de toros, novilladas, de rejones, becerradas, festivales, encierros, corralejas, etc. para así evitar que un nuevo Petro, con similares veleidades políticas nos cree una situación parecida.

La suerte está echada, veremos toros en la Santamaría de Bogotá gracias a la inteligente estrategia y trabajo de la corporación taurina de Bogotá y su denodado esfuerzo, y a los novilleros colombianos que marcaron el rumbo, pero no nos confiemos, los mansos cuando están heridos suelen tener tanto o más peligro.

¡Viva la Tauromaquia!
¡Vivan los novilleros colombianos!

AIT

Fuente: Blog Perú Taurino.

domingo, 31 de agosto de 2014

¡AY, LOS TORITOS...!

Por: Antonio Caballero
Todos los animales padecen dolor por culpa de los hombres. Y todos mueren. Solo la muerte inevitable de los toros es digna: en la pelea. No en la ejecución infame y sin defensa a la que son sometidos todos los demás.
Hace tres semanas unos cuantos aficionados a los toros publicamos un manifiesto sobre la tolerancia, que sigue firmando gente. Y saltó el nuevo alcalde de Bogotá Gustavo Petro a hincarle el diente al asunto, declarando con prosopopeya que él está a favor de la vida, y no de la muerte. Estrictamente hablando, el tema no le compete: pero es apetitoso para alimentar prensa (ya lo habrán visto ustedes). 
Y si no se los hubiera apropiado de antemano con brazo de hierro la demagoga senadora Gilma Jiménez, ya tendríamos a Petro sacándoles también jugo de la yugular a nuestras niñas y nuestros niños. Y a ver qué hace con nuestros pobres e indefensos caballitos, víctimas inocentes de los malvados zorreros que solo viven para torturarlos. 

Pero hablemos en serio.

Cien veces han querido prohibir las fiestas de toros. Desde que existen. Lo han pretendido todos los poderes: los papas de Roma, los reyes de España, los presidentes de diversas repúblicas, los alcaldes, los jueces, los parlamentos, la prensa bienpensante. Con argumentos variados: el peligro para la vida humana; el rechazo a la imposición de una costumbre foránea; el dolor causado a los animales. 

Todos ellos son pretextos espurios. La vida humana está en riesgo siempre: habría que prohibir todos los oficios, desde el de torero hasta el de papa (y también el de alcalde). Todo en la historia ha sido en su origen imposición extranjera: las religiones, las fiestas, las prohibiciones. Todos los animales que tienen contacto con los hombres (que son todos los animales) padecen dolor por culpa de ellos. Y todos mueren. Pero de todos ellos los que mejor vida llevan son los toros de lidia. Cuatro años de holganza y protegida libertad en el campo, y media hora final de lucha a muerte. Y la muerte inevitable, pero digna: en la pelea. No en la ejecución infame y sin defensa a la que son sometidos los cerdos o los pollos, los atunes o las ratas, o los gusanos de seda. 

Hasta aquí, las razones para enfrentar las razones que alegan los antitaurinos (que no tienen razones, porque por lo general no saben de qué hablan: nunca han ido a los toros y lo que dicen es de oídas, o de prejuicios de sordos). Las razones en contra de los que están en contra. Pero las que de verdad importan son las razones a favor. A favor de los toros, y a favor de las fiestas de toros.

A favor de los toros bravos: los más hermosos animales de la creación. De la creación ayudada por el ingenio humano. Pues el toro de lidia no es un animal natural, como pueden serlo el jaguar o el tiburón, sino el producto de la selección y de la crianza, como el caballo de carreras o el perro guardián. El toro bravo es bello en la paz del campo; y lo es en la batalla: en el mismo campo con sus congéneres, o con los hombres en la plaza. Y lo es también en la muerte. Esa que se llama 'muerte de bravo' de un toro bravo en el ruedo, ya matado por la espada pero todavía en pie y negándose a aceptar la agonía por terquedad o por orgullo, o -para no abusar del antropomorfismo lírico connatural al tema taurino- por ganas de seguir peleando. La 'muerte de bravo' de un toro bravo en la plaza, ante el público que lo ovaciona, es la única muerte de un animal que es bella.

Y a favor de las fiestas de toros. Las hay primitivas y salvajes: las corralejas de la Costa colombiana, los correbous de Cataluña. Son estremecedoras, dionisíacas y terribles. Pero las razones de mi defensa quieren ir ante todo a favor de la corrida de toros ordenada, para usar la frase del ritual, 'como mandan los cánones'. A favor de esa combinación sutil de civilización y de barbarie que es la corrida de toros, resultado del arte de la crianza, del arte del combate y del arte del juego con la muerte, que a la solemnidad del rito une la profundidad del sacrificio. Porque una corrida de toros no es una carnicería, sino una fiesta. 

Volviendo a los que quieren prohibir esa fiesta: lo suyo es, simplemente, que quieren prohibir. Su placer consiste en impedir el placer de los demás. Para decirlo con una antigua frase de la sabiduría moral: tienen pesar del bien ajeno. 

Y ese pesar del bien ajeno es lo que más éxito tiene en política, como lo está mostrando el nuevo alcalde de Bogotá. 

Fuente: Semana.Com