domingo, 28 de diciembre de 2014

LA TAUROMAQUIA, PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE LA HUMANIDAD, EN LA UNSECO

Williams Cárdenas Rubio 

SGT de la Asociación Taurina Parlamentaria 

Palacio del Senado

 

 La Tauromaquia es una manifestación cultural que durante siglos ha construido un patrimonio material e inmaterial reconocido por todos los pueblosdel mundo.   Este reconocimiento se expresa cada año con la presencia de cientos de miles de turistas de todas partes que asisten a las plazas de toros a presenciar este espectáculo y que consumen cualquier género de objetos relacionados con la Fiesta que se llevan como “souvenir” a sus lugares de origen. 

  Durante los últimos cuatro siglos la Tauromaquia ha ido evolucionando hasta el espectáculo que vemos hoy.   Es ésta una realidad incontrovertible, como lo es también que la Tauromaquia nació en el Mar Mediterráneo y se extendió hasta el Mar Caribe, del otro lado del Atlántico, donde se practica y proyecta con extraordinaria intensidad desde los mismos años del descubrimiento de América. 

  El patrimonio de la Tauromaquia se ha ido constituyendo inveteradamente, muchos se han dejado la vida en ello, y está integrado por las prácticas, técnicas, ritos, liturgia taurina, usos y costumbres que se han transmitido de generación en generación, en un proceso evolutivo y modernizador que la ha llevado a ser reconocida como una de las bellas artes.

  Son parte de éste patrimonio los instrumentos con que se practica el arte de torear, capotes, muletas, espadas, algunas de ellas templadas en la mas antigua tradición del forjamiento  del acero, y muy particularmente, esas obras de orfebrería que son los vestidos de torear, realizados por sastres de toreros, un oficio que en muchos casos también se transmite de generación en generación.

  Igualmente integran éste patrimonio los espacios donde la Tauromaquia se practica, las plazas de toros, algunas de las cuales son verdaderos monumentos arquitectónicos de siglos pasados y del presente, así como los espacios o dehesas donde se cría el toro de lidia, ese animal único en su especie, con cientos de miles de hectáreas dedicadas a su crianza, autenticas reservas ecológicas y ambientales, sus cortijos, sus plazas de tientas, etc.

Finalmente conforman éste patrimonio los museos taurinos que son visitados por miles de personas en cualquier parte del mundo, y mas específicamente, lo integran  las innumerables obras de arte que se han realizado sobre el tema taurino en las mas diferentes expresiones de la cultura, la pintura, la escultura, la literatura, la música, la poesía, el cine, el cante, el baile, la publicidad, etc.   Tantas que no serian suficientes el Museo del Prado y el de Louvre juntos para albergarlas.

  Muchos de los artistas o literatos, filósofos, sociólogos o antropólogos que se han acercado a la Tauromaquia para inmortalizarla con sus obras han encontrado en ellas altas cotas de su expresión artística o intelectual.  Goya con su Tauromaquia, Federico García Lorca con su Llanto por Ignacio Sánchez Mejias, Ernest Heminway con su Muerte en la Tarde o su Verano Sangriento, la Tauromaquia de Picasso  y el Güernica, con el toro como testigo, Fernando Botero con su Obra Taurina,  y así muchísimos más.   No en vano García Lorca la calificó como la fiesta más culta del mundo.

  Otros herederos, como los aficionados, que tanto la disfrutamos, podemos tener frente a dicho patrimonio dos actitudes: la de actuar como herederos displicentes e irresponsables, no comprometidos, en cuyo caso ese patrimonio corre serio riesgo de perderse, o por contrario asumir la actitud del heredero responsable, que si bien no puede hacer nada por incrementar ese patrimonio, si puede hacerlo por defenderlo, mantenerlo y conservarlo.

  Y éste justamente es el compromiso que solicitamos a quienes podemos hacer algo para que la Tauromaquia pueda ser reconocida definitivamente, de una manera formal por la Unesco, como un bien que es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

 

 

 



 

domingo, 14 de diciembre de 2014

TAUROMAQUIA: EL ARTE DE JUGARSE LA VIDA

Catedrático de Filosofía de la Universidad de París
ABC de Sevilla
 
Sw escucha de vez en cuando a escritores, universitarios y pensadores españoles evocar su infancia vagamente acunada de recuerdos taurinos y expresar su rechazo, a veces violento, de la fiesta de los toros. No comprenden cómo puede hoy (aún y siempre) emocionar, conmover, exaltar las muchedumbres, en las que seguro no ve nada más que una masa de reaccionarios incultos alentada por intelectuales esnobs. En esta revuelta antitaurina, a veces íntima, a veces sonoramente militante, se encuentran a menudo, en amalgama con la memoria de sus propias historias familiares, algunos tópicos datados en los sesenta (toros = turismo, exotismo de españolada, tremendismo del torero descamisado) o más antiguos aún (toros = España negra, vergonzante cara del pasado). Sí, ya sé: sé que para muchos españoles los toros despiertan espontáneamente ese mismo sentimiento confuso, un poco nostálgico, vagamente vergonzoso, de tener que vérselas con algo que sobrevive de manera inconveniente pero a punto de caducar definitivamente gracias a la ascensión social, la educación del pueblo, la evolución de las costumbres, el sano desarrollo de las sensibilidades, Europa, la democracia, etc. Sí, ya sé: sé que para muchos jóvenes españoles la palabra «tauromaquia» evoca carteles de otra época, un rito anticuado, una especie de juego arcaico o incluso un espectáculo cruel del que deben defenderse cuando, gracias a un programa Erasmus, se dan cuenta que, para el resto del mundo, se mantiene asociado al nombre de España, es decir, a una de las naciones más avanzadas de Europa de la que por lo demás uno puede sentirse orgulloso. A todos esos españoles, jóvenes o menos jóvenes, les quiero decir lo que sigue: los toros no son ya sólo la Fiesta Nacional de España. Con eso han perdido un poco y ganado mucho. Se han convertido en parte integrante de la cultura de la Europa meridional e incluso del patrimonio mundial.
 
¿Se imaginan ustedes que hace apenas algunas semanas, en un teatro del centro de París atestado, cientos de personas de las que la mayoría no habían puesto nunca sus pies en España, e ignoraban absolutamente todo de la «fama negra» de los toros, habían pagado cara su entrada por el único placer de homenajear la heroica carrera de un torero... colombiano (César Rincón)? Claro que para todos esos turistas que visitan España a toque de pito, entre la torre de Pisa y el Big Ben, y que creen que Francia es Pigalle, los toros son el «exotismo» español barato, y el torero es algo así como «Manolete-ElCordobés-del brazo de su bailaora con castañuelas», o (para los más cultivados ¡ay!) es la imagen odiosa y desgastada del maletilla hambriento que, para salir de su miserable condición, no tiene otro remedio que tentar al diablo y arrojarse entre sus cuernos. Ignoran evidentemente, como quizás muchos españoles, que uno de los más grandes toreros de la historia está vivo y toreando y en modo alguno debe su valor extraordinario a esa deprimente leyenda, o que uno de los mejores toreros de la primera década del siglo XXI es francés, o que fue prácticamente imposible conseguir entradas (siendo tan caras como las de la ópera) para las diez corridas que conformaron la reciente feria de Nîmes (95.980 espectadores).
 
Un poco de pudor y muchos escrúpulos me impiden evocar mi infancia que está en las antípodas de las de los intelectuales españoles antitaurinos. Bastará decir que esa infancia en el cinturón de París, con mis padres judíos alemanes que escaparon por milagro de los campos de la muerte, en modo alguno me preparaba para recibir el choque que fue el descubrimiento accidental de los toros, a la edad de 18 años, al azar de una escapada estudiantil en la región de Provence. Para muchos españoles de mi generación, los toros son familiares, formaron parte de la vida cotidiana de su infancia, se los vivía con indiferencia, aceptación o rechazo de una «cultura» vagamente patrimonial que es como una segunda naturaleza de la que hay a veces que desprenderse para poder existir por sí mismo. Para mí la corrida de toros es una amiga que he elegido tan próxima como la música y sin la cual podría difícilmente vivir. Digo que la he elegido pero tengo más bien la impresión que ella me ha elegido a mí; el encuentro fue fortuito pero, como dice Flaubert de la primera cita amorosa: «Fue como una revelación». No, los toros ya no son sólo la Fiesta Nacional. Han perdido un poco de sus particularidades (algunas fiestas votivas, capeas salvajes, un público cautivo, un pueblo entero movilizado tras un torero muerto), han ganado mucho en universalidad -geográfica y sobre todo cultural-. Ahora, en el presente, los que torean y los que van a los toros lo han elegido, y si no saben del todo, ni unos ni otros, lo que van a buscar «allí» (¿sabemos bien lo que es el amor?), saben que hoy se va a la plaza en lugar de ir al estadio, al concierto o al teatro.
 
Sin duda, la corrida de toros no es moderna, pero no porque no sea de nuestro tiempo, es -al contrario- porque nuestro tiempo no está ya en la «modernidad». La modernidad en el sentido estricto se acabó hacia el final de los años ochenta del siglo pasado, con el derrumbamiento de las ideologías, el fin del sueño en el progreso y el agotamiento de los discursos dogmáticos de las vanguardias artísticas (formalmente revolucionarias, políticamente redentoras). Lo que algunos han dado en llamar la «posmodernidad» o lo contemporáneo se opone punto por punto a la modernidad. Puede ser que la corrida de toros no sea ni haya sido nunca «moderna», pero es seguro que se acuerda perfectamente a lo «contemporáneo». Lo moderno está ligado al progreso, a la «velocidad», a la industrialización sistemática (comprendida la de la ganadería de carne); lo contemporáneo y la corrida están ligados a la biodiversidad, a la ganadería extensiva de bravo, a los equilibrios de los ecosistemas. La modernidad sólo veía la salvación a través de la comunidad y la sociedad, en el «todo es política», lo contemporáneo y la corrida renuevan con los valores del héroe solitario (pensemos en el culto contemporáneo hacia los éxitos singulares y aventureros de cualquier tipo), con una ética de las virtudes individuales, el valor, la lealtad, el don de sí mismo. La modernidad quería esconder la muerte (simple «no vida» igual que se dice invidencia en vez de ceguera), reducirla al silencio del frío vacío de las salas mortuorias o a la mecánica funcional de los mataderos; lo contemporáneo y la corrida de toros reconocen que la ceremonia de la muerte puede contribuir a dar sentido a la vida mostrándola conquistada a cada instante sobre la posibilidad misma de su negación. Era -se decía- el fin de los ritos en los que lo único que se veía eran prejuicios arbitrarios e irracionales, pero lo contemporáneo y la corrida de toros redescubren las virtudes de los ritos, no necesariamente vinculados a capillas y estampitas. Lo moderno declaraba el final de la figuración en pintura, del relato en literatura, del drama en el cine; lo contemporáneo inventa una nueva figuración, el cine de Almodóvar, genio de la posmodernidad, reinventa la linealidad del relato y las estructuras complejas del melodrama, como la corrida de toros que mezcla lo festivo y lo trágico, los colores chillones y la emoción más pura. El arte moderno glorificaba la vanguardia social y declaraba el final de la «representación», el posmoderno mezcla lo popular y lo erudito -como la corrida de toros, la más sabia de las artes populares- mezcla la transfiguración de lo real y su presentación en bruto (el happening, el body-art, el ready-made, la instalación, la intervención, el artista mismo) como la corrida de toros, alianza de representación clásica de la belleza y de presentación en bruto del cuerpo, de la herida, de la muerte, como el torero, artista contemporáneo, que hace de su gesto una obra estilizando su existencia. La posmodernidad, lejos de oponer el hombre al animal como en los tiempos modernos, presiente que no hay humanidad sin una parte de animalidad, sin un otro al que -a quien- medirse, como si el hombre -hoy más aún que ayer- sólo pudiera probar su humanidad a condición de saber vencer, en él y fuera de él, la animalidad en su forma más alta, más bella, más poderosa, por ejemplo la del toro salvaje: vencerla, es decir, repelerla o domarla, pero sobre todo oponer la fuerza de la astucia, la gratuidad del juego, la ligereza de la diversión, la gravedad de la entrega de sí mismo, la fuerza de la voluntad, el poder del arte, la conciencia de la muerte -en definitiva todo lo que hace la humanidad del hombre-.
 
Quizá se podrá afirmar: ¿pero el espectáculo del sufrimiento animal, dada la evolución de las costumbres, no es ya tolerable, hoy menos que ayer? A esto hay que responder que no es una cuestión de historia (moderna o no) ni de geografía (España negra o no). Yo no he sufrido nunca, personalmente, con el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del inocente pescador de río -es una cuestión de sensibilidad-. Ésta permite a algunos ver al toro como víctima, la mía sólo ve en él un animal combatiente. Autoriza a algunos a pensar que el torero martiriza una bestia, yo veo en él un héroe contemporáneo que tiene la audacia de desafiar y enfrentarse a una fiera jugándose la vida -sin más, por la belleza del gesto, por pura libertad, para afirmar su propio desapego en relación con las vicisitudes de la existencia y su victoria sobre lo imprevisible-. ¡Es cierto que el toro no quiere combatir, pero no por porque sea contrario a su naturaleza el combatir sino porque es contrario a su naturaleza el querer! Esto es al menos lo que mi sensibilidad me dicta, comparable en eso a la de cientos de miles de otros hombres en todo el mundo, y no la creo menos movilizada ni sublevada que ninguna otra ante el sufrimiento de los hombres -o incluso de los animales- ni menos consciente de lo que hace falta de poder creador para volver a dar hoy un sentido, en arte, a esa palabra mancillada que es la belleza.

domingo, 7 de diciembre de 2014

EDITORIAL MUNDOTORO.COM ANTE LA AGRESIVIDAD DE LOS ANTITAURINOS


Mundotoro
 
El toreo es el blanco perfecto al que hacer tiro. Así lo ven los antitaurinos, inmersos en una campaña salvaje de violencia contra nuestro colectivo. Una campaña amparada en la inacción represiva de las autoridades. ¿Hasta cuándo el toreo -sus profesionales, sus aficionados- va a seguir siendo atacado sin que nadie haga nada? Porque, lo decimos y no es la primera vez, las autoridades no están haciendo nada para salvaguardar la integridad y los derechos de los taurinos. Estamos desprotegidos.
El último episodio conocido sucedió este jueves en la Universidad CEU San Pablo de Madrid, dentro de sus tradicionales actos taurinos culturales. En lo que pretendía ser una charla titulada 'Simbología táurica hasta los albores del mundo antiguo', un grupo de radicales antitaurinos trató de boicotear el acto y agredió a varios de los presentes. Entre ellos, Andrés de Miguel, que, víctima de un empujón cobarde, sufrió una fractura de húmero. No fue el único agredido antes de que la Policía controlase la situación. De nuevo en la Universidad. Hace unos días el Curso de Periodismo Taurino de la Complutense de Madrid fue escenario de otro ataque. 

Y aquí no pasa nada. Aceptamos como colectivo la condena cortoplacista, la filiación del delincuente sin mayor castigo. Los que nos acusan de asesinos son los que atentan contra nosotros. Y lo consentimos. Ya basta. Pero no puede ser un 'ya basta' de boquilla, de tweet. No pretendemos que este texto sea otra condena a un acto repulsivo como el de la violencia que los grupos antitaurinos llevan a cabo. Queremos más, exigir una protección real a los que deben dárnosla porque a ella tenemos derecho. Alzar la voz para que los responsables nos oigan.

Queremos que quede claro que en está situación el violento no es el aficionado. Francia es un buen ejemplo del terrorismo antitaurino. Se ve: el toreo -sus profesionales, sus aficionados- está absolutamentedesprotegido. Y, si sigue este desamparo 'de facto', el que siempre pone la otra mejilla dejará de ponerla un día, cansado de saberse abandonado a su suerte.

domingo, 30 de noviembre de 2014

"EL NOBLE ARTE DE LA TAUROMAQUIA"


José Santos Alonso

La perniciosa influencia "cultural" de los países anglo sajones que persistentemente hemos sufrido y que forzosamente se nos quiere imponer en el intento de homologar nuestros gustos y costumbres con los suyos para un más fácil dominio de nuestras voluntades, ha desatado una infundada campaña contra las corridas de toros, la charrería, las peleas de gallos, los circos, y lo que se les ocurra o no les guste en lo sucesivo y, nuestros animalistas de toda índole se han tragado el anzuelo y han estado atacando, sin ton ni son, a todas las actividades en las que participan animales sin tener en cuenta que dichas prácticas son parte de nuestras tradiciones y por ende parte importante de nuestra identidad, de nuestra idiosincrasia y así mismo de nuestra economía, que como es sabido produce miles de empleos.


Y lo peor es que las censuran sin enterarse de las implicaciones culturales que tendría suprimir esas costumbres, tampoco se dan cuenta que para los animales en cuestión la práctica de las corridas de toros es benéfica ya que los toros de lidia reciben un trato mucho más benévolo y gozan de más tiempo de vida que sus semejantes para el abasto, tema del que no me explayo porque ya se ha repetido hasta la saciedad. Tampoco están informados de que la fisiología de los toros no les permite sufrir dolor al ser heridos, tema que se ha estudiado amplia y científicamente por veterinarios de probidad indiscutible de universidades y facultades veterinarias de Europa, estudios que demostraron esta particularidad del toro de lidia. Y mucho menos quieren reconocer que al prohibirse las corridas de toros la especie "Bos Tauro" -que neciamente los animalistas niegan como tal- se extinguiría, lo que sería precisamente contrario al objetivo de una organización ecológica.

Sobre las peleas de gallos, habría que preguntarse la diferencia entre retorcerles el pescuezo para matarlos y comérselos , a que se maten peleando, lo que sin discusión es su naturaleza; Así como si el cuidado y el período de vida de un gallo de pelea no es mejor y más largo que el de un pollo para la cazuela que suele ser mucho más corto y más cruel. También habría que pensar si su prohibición no acarrearía una disminución de empleos significativo en un país en el que estamos urgidos de fuentes de trabajo. De la peregrina ocurrencia de prohibir la charrería, que considero el colmo de la estulticia, me ahorro opinar por obvias razones, ya que este noble deporte es una de nuestras más genuinas expresiones nacionales.

Esta torpe manía de prohibir las corridas de toros y la charrería que el desinformado, inconsulto y desorientado Partido Verde Ecologista ha esgrimido, con la equivocada creencia de que esa proscripción encaja en los propósitos de la ecología, desgraciadamente se le ha metido en la cabecita a la cándida senadora plurinominal del PAN Gabriela Cuevas, -aquella que oficiosamente pagó la fianza del "Peje" para tratar de sacar la patota que metió su partido por encarcelarlo- sin que se haya dado cuenta de que si se prohíben las corridas de toros, las peleas de gallos y la charrería, lógicamente y por las mismas "razones" se tendrían que prohibir las engordas de pollos y la producción de huevo en Jaulas; las engordas de bovinos en corrales, la engorda de ovinos en embalajes y la pesca comercial y deportiva -porque si no lo sabe, debe enterarse de que los peces cuando los sacan del agua mueren por asfixia- Igualmente tendrían que prohibirse los acuarios, los circos con animales, los zoológicos, etc. etc. etc. por ser métodos de producción sumamente crueles. Lo que no creo que pueda hacer, como tampoco creo que eso le diera la popularidad que está buscando, ni mucho menos creo que entienda las implicaciones de su iniciativa, como tampoco entendió el ridículo que iba a hacer cuando el affaire del "Peje".

domingo, 23 de noviembre de 2014

FRANCIA NOS SIGUE DANDO LECCIONES

 
Por: Carlos Bueno

En general los empresarios franceses están obligados a cocinar sus carteles atendiendo a los gustos e indicaciones de las comisiones taurinas de cada ciudad. Los aficionados que integran esas comisiones tienen claro a quién quieren ver y a quién no. Los que dan la cara, los que realmente tienen interés se anuncian y vuelven. No valen cambios de cromos ni favores empresariales. Las ganaderías fraudulentas son apartadas por un tiempo. Nadie puede interceder por ellas. El resultado es de lo más positivo. Los aficionados, tal cual ocurre con la fiesta dels “Bous al Carrer”, son partícipes de la elaboración de las ferias, se sienten escuchados y respaldados. Inexorablemente las combinaciones acaban siendo de su gusto y en consecuencia el público responde en taquillas.
 

En España, la mal llamada Fiesta Nacional sigue teniendo que aprender de otras latitudes. Mal llamada porque no es propiedad española ni exclusiva de este supuesto país. Los toros son patrimonio internacional y gustan a personas de los orígenes más variopintos y exóticos. Además, después de haberse organizado corridas en multitud de naciones a lo largo de la historia, en la actualidad siguen celebrándose en Portugal, Méjico, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Francia. Y precisamente de Francia tenemos que copiar varias fórmulas que tan buen resultado están dando. Leyes y formas de trabajar cuya consecuencia es, por un lado la defensa real de la tauromaquia, y por otro la implicación del aficionado en el intríngulis de contrataciones.

En el apartado legislativo Francia nos ganó la mano declarando la tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial hace más de tres años, y también tuvo mayor visión que España cuando redactó una ley que impide a los manifestantes antitaurinos acercarse a una plaza de toros a menos de 500 metros de distancia. Y recientemente nos ha vuelto a dar una lección al condenar con fuertes multas económicas a los radicales que protagonizaron actos violetos en Rion-des-Landes, los mismos que pueden sufrir más denuncias si se aplica la jurisprudencia en los juzgados de otros lugares donde también actuaron de forma ilegal.

Al fin y al cabo se trata de imponer la lógica. Es lógico que el cliente quiera sentirse atendido; es lógico que un espectáculo legal, democrático y secundado por la mayoría sea defendido por quienes nos representan; y es lógico que quien la haga la pague, quien la haga fuera de la ley, de forma irreverente, faltando al respeto y a las libertades. Sí, es cuestión de lógica. ¿Para cuándo imperará la lógica también en España, cuna del toreo?.

domingo, 26 de octubre de 2014

BOTERO: "MI AMOR PURO POR LOS TOROS, ME LLEVÓ A PINTARLOS"



Mundotoro


Madrid (España)'Mi amor puro por los toros fue lo que me llevó a pintarlos'. El artista colombiano Fernando Botero se mostró así de rotundo en la presencación en Nueva York el pasado jueves de 'Bullfight: Paintings and Works on Paper'. Se trata de una recopilación de 140 óleos y 35 dibujos que el pintor realizó de la tauromaquia en sus más de 60 años de profesión.

'Los toros hacen la vida fácil al pintor porque es una actividad que ya de por sí tiene mucho color: el traje de luces, la arena, la barrera, el público... Es un tema maravilloso, le da poesía a la pintura', explicó el colombiano en la rueda de prensa.

Además, Botero confesó que su afición por los toros le condujo a la pintura: 'Cuando era adolescente ingresé en la escuela de tauromaquia y me llevó a hacer mis primeras acuarelas, por lo que a través de los toros llegó mi afición por la pintura'. Y conluyó:'Me faltó coraje' para ser torero.

Su recopilación comienza con una sentencia: 'Siempre voy a hacer pinturas de las corridas de toros', y se explica:  'Es algo que me ha fascinado toda la vida. Primero, porque tiene todos los elementos que debería haber en una pintura, como son el color, las formas, la composición y el espacio. Pero además, es algo que también implica drama, lo que le da una dimensión más allá'.

A las preguntas sobre la controversia de las corridas de toros, Botero fue tajante: 'Siempre va a haber un alguien a quien su vocación lo va a llevar a torear y el público va a estar siempre presente'.

A sus 82 años, el pintos de los personajes voluminosos dijo sentirse 'muy afortunado' por dedicarse a su pasión y se define como 'un trabajador incansable'. Esta recopilación es la segunda tras la que publicó el año pasado relacionada con el circo.

domingo, 19 de octubre de 2014

CONDENAN POR DISTURBIOS Y ATENTADOS A ANTI TAURINOS EN DAX (FRANCIA)

Por Redacción APLAUSOS

Se les han impuesto penas económicas que oscilan entre los 3.000 y los 1.500 euros

El Tribunal de Dax ha condenado esta mañana a los responsables de los disturbios acaecidos en Rion-des-Landes en agosto y noviembre de 2013, según informa André Viard.

El Tribunal ha considerado que el Comité Radicalmente Anti Corrida, la Fundación Brigitte Bardot y la asociación belga Animales en Peligro, habían atentado al derecho al trabajo y habían organizado unas manifestaciones prohibidas.

Ha condenado a las asociaciones por una parte, y a sus directivos a título individual por otra, a unas multas de 3.000 euros cada uno, más gastos de justicia por 1.500 euros, más daños y perjuicios a favor del Ayuntamiento por 1.500 euros, y otros tantos a favor del Club Taurino organizador de las novilladas organizadas en agosto.

Asímismo, ha condenado con las mismas cantidades a Sabine Landais, que había convocado una "protesta ciudadana" en noviembre a través de facebook y de las redes sociales.

Con esta decisión fundamental conseguida por los abogados del Observatorio (Guillaume François y Michel Duffranc que aparecen en la foto), los activistas animalistas saben ya cuánto les puede costar en el futuro insultar a los aficionados e intentar impedir el buen desarrollo de los festejos taurinos.

Además, los mismos ocho activistas que han sido condenados en Dax por los acontecimientos de Rion, están inculpados por hechos similares acaecidos en varias ciudades, con lo cual es de suponer que la jurisprudencia de Dax se aplicará también en Nimes, Vic, Maubourguet y otras jurisdicciones.