sábado, 21 de abril de 2012

UN RITO DE CORAJE E INTELIGENCIA


UN RITO DE CORAJE E INTELIGENCIA
EL AMIGO ANTITAURINO

Por: Fernando de Trazegnies 

Jurista

El Comercio
Amigo antitaurino, ¿te gusta comer un anticucho de corazón bien condimentado con ají?, ¿qué tal un jugoso lomo de res acompañado de papas fritas? ¿O un lomo saltado donde la carne ha sido reducida a tiras y mezclada con trozos de cebolla y de ají? Y el paté, ¿no lo has probado muchas veces en tanto que bocado muy sabroso y elegante? Seguramente te agrada festejar una ocasión importante con una buena langosta, acompañada de un delicioso vino blanco. Si te gusta todo eso, no me digas que eres antitaurino porque te dan pena los toros porque parecería una hipocresía. Tú sabes tan bien como yo que te estás comiendo animales a los que ha habido que criar en condiciones penosas para ellos y luego matar muchas veces en forma atroz para que tú te des el gusto de saborearlos.
Porque las reses destinadas a alimentar a las personas con su carne, con su corazón y otras entrañas, son criadas de manera que tengan poco movimiento; muchas veces pasan su vida entera (que no es muy larga) encerradas en establos pequeños como cárceles para que no quemen grasa sino más bien engorden todo lo posible a fin de poder extraerles más carne llegado el momento de despedazarlas a cuchilladas para convertir los trozos de lo que fue un toro en un bien comercial.
A diferencia de ello, los toros de lidia son criados en las dehesas durante 4 años en campo abierto y orientados a que sean magníficos ejemplares de su raza. Para lograr un buen paté se emplea la técnica del embuchado, encerrando a los patos o los gansos de a cuatro en un espacio de apenas un metro cuadrado y sobrealimentándolos para hipertrofiarles el hígado hasta volverlo monstruoso a fin de lograr ese foie-gras (hígado graso) que tanto te gusta. Puedes decirme que el ganso es anestesiado antes de degollarlo; pero ese no es sino el final y además no se hace por piedad sino para evitar que la tensión del animal cauce un mal sabor del hígado. Y qué diremos de las langostas que, por exigencias gastronómicas, son arrojadas vivas al caldero de agua hirviendo, dando gritos al quemarse.
El hombre ha sacrificado animales desde el comienzo de los tiempos por razones diferentes. El motivo más apremiante y más primitivo ha sido la alimentación. Pero posteriormente, el sacrificio adquirió otros sentidos de nivel superior, incluyendo la veneración a los dioses. Las corridas de toros sacrifican al animal también por razones rituales. No se trata de un culto, no hay la ofrenda a ningún dios, sino el reconocimiento de ciertos valores cuya expresión física causa placer al contemplarla. El aficionado a toros no ve al animal con apetito sino como partícipe de un rito donde se exaltan fundamentalmente tres valores.
En primer lugar, se trata del predominio de la razón sobre la fuerza bruta: pese a que el animal es mucho más fuerte que el torero, este logra vencerlo con su inteligencia; mientras que el animal embiste ciegamente, el torero sigue una racionalidad muy elaborada que le permite jugar con algo tan peligroso como es un toro de lidia. En segundo lugar, la corrida de toros es un reconocimiento del coraje y una fiesta en honor de este importante valor humano. La cantidad de toreros que han muerto o han quedado malogrados nos hace ver que, aun cuando predomina el juego racional, en cualquier momento se puede cometer un error y sufrir muy graves consecuencias. Pero pese a ello, sabiendo el torero que puede morir, se enfrenta valientemente al toro. Hay personas que me han contestado que el riesgo no es muy grande puesto que normalmente los toreros se las arreglan muy bien. Pero ninguna de esas personas se atrevería a bajar al ruedo y ni siquiera a recibir clases de tauromaquia con becerros… Y el tercer valor al que se rinde culto en los toros es el arte: no se trata de dar trapazos sino que el torero sabe y el aficionado le exige que debe actuar con movimientos artísticos, en una suerte de ballet trágico. La corrida de toros es una fiesta artística del color y del movimiento.
Frente a todo esto, amigo antitaurino, ¿no crees que es bastante más elevado matar a un toro en la plaza con estos fines que criar cruelmente y luego matar a un animal simplemente para curar nuestro hambre físico?
Es muy probable que no estemos de acuerdo. Pero, en todo caso, respetémonos mutuamente. Y ahora te dejo ir a comer tu langosta, porque yo no quiero llegar tarde a toros.