jueves, 19 de abril de 2012

DESDE LA BARRERA... ALECCIONANDO A LOS ANTITAURINOS

Por Eva Espinoza

Toros en el Mundo


El día de hoy una gran aficionada Itzel Navarrete, compartio una serie de puntos interesantes para que compartamos y difundamos con aquellas personas, que desconocen por completo algunos puntos sobre la Fiesta Brava:


1) La tauromaquia no es sadismo, a menos que se pretenda entender por sadismo lo dicho en un diccionario de bolsillo: el sadismo, clínicamente definido por la OMS como una “desviación mental conducente a la consecución de un placer sexual a partir del sufrimiento de una victima” no puede ser así compatible con la tauromaquia, ya que los taurinos NO tenemos orgasmos al ver lidiar. En últimas, no se mide una faena como buena o mala dependiendo la cantidad de sangre (si hay más sangre o menos sangre), dato irrelevante en la lectura de la calidad de una lidia, ni mucho menos se obtiene placer viendo sufrir, pues al toro no se le ve en trance de sufrimiento: su rostro, sus gestos y su conducta son todo lo contrario: un animal fiero que combate, no que sufre.


2) La tauromaquia no es tortura, ya que el toro no está indefenso: las 100 muertes de toreros de por sí desmienten que el toro sea inofensivo, o que esté reducido: en casos reales de tortura, como la Inquisición o los vejámenes a los presos de Guantanamo, jamás las victimas de la tortura pudieron matar a su victimario mientras eran torturadas: el toro ha matado a más de cien toreros, y herido a la totalidad de los toreros restantes. La tortura consiste en lo contrario: malherir físicamente a quien no puede defenderse, al estar inerme, atado, disminuido, y prolongar metódicamente ese sufrimiento: los castigos de la lidia se hacen para conducir a la muerte del toro, no para extender un sufrimiento inane, y la valía de los logros plásticos con un capote y una muleta cobran significado ante el peligro real del animal, la muerte. Torturar al toro redundaría en que el toro se quedara echado en el piso, consumido en su dolor, incapaz de luchar, con lo cual la lidia sería imposible.


3) La tauromaquia no nació en el circo romano: la evidencia histórica demuestra que milenios antes del nacimiento mismo de Roma ya había tauromaquia, nacida en la cultura helénica y la isla de Creta. El relativismo anticristiano ha empezado incluso a dudar que el Coliseo Romano fuera lugar para el maltrato de cristianos mediante la lucha con tigres o toros: la persecución a cristianos tuvo lugar 37 años antes del inicio de la construcción del coliseo, y cuando éste se terminó su uso fue el de carreras hípicas; doce años después se le empezó a usar para peleas de gladiadores, llamados así por la espada (gladio) corta y de madera que usaban. No toros.


4) En Catalunya no se logró un “avance moral” al prohibir la tauromaquia; de hecho, se prohibió el rito taurino hispánico, pero se protegió otras maneras de lucha con el toro, como el toro embolado, practicado al sur del valle del río Ebro, en donde un toro es incendiado mientras corre por las calles. Entonces, toros sí hay aún en Catalunya, sólo que la separatista cortedad y la trapacería animalista, consideran más moral incendiar a un toro que ponerlo a luchar en el ruedo.


5) La Tauromaquia no está en vía de extinción: de hecho, gracias al traspiés catalán, diversos países (como Francia) y comunidades autónomas han blindado a la fiesta mediante declaratorias de patrimonio, que de ser violadas, aboliendo la fiesta, pondría de inmediato al país antitaurino afuera de la ONU, al violar leyes y preceptos de la UNESCO sobre el patrimonio cultural.


6) El animalismo es nefasto al ser una suerte de fundamentalismo y fanatismo: a los animales se les debe respetar, y se les debe tratar con realismo, no con utopías o fantasías de protección total y bienestar garantizado, que son poco menos que imposibles. En la vida real, las sociedades no pueden ni garantizar el bienestar de los niños, mucho menos el del resto de los animales. La Tauromaquia, gracias a sus recursos económicos, es la única capaz de garantizarle una excelente calidad de vida a la totalidad de reses bravas, sean liadas o no, y sin tauromaquia los recursos serían insuficientes para que tal calidad se mantenga durante los cinco años que vive en promedio y en manera natural el toro, ya no decir su numerosa familia. No hay toros bravos en Islas Canarias o en Argentina, sitios que en el pasado prohibieron la fiesta brava, ya que, al no poder garantizar la calidad de vida de las reses, al quebrar las ganaderías que dependían de las corridas, las reses fueron todas sacrificadas. ¿Qué es más moral, realista y práctico: el 6% de reses bravas muertas en el ruedo, o el 100% de las reses bravas muertas en el matadero?