domingo, 26 de junio de 2011

MARIO VARGAS LLOSA: "DE NIÑO QUISE SER TORERO"

PREMIO NOBEL DE LITERATURA

"De niño quise ser torero"

Juanma Lamet

El escritor recibe el Paquiro, galardón en honor a su apoyo a las corridas en pleno debate abolicionista en Cataluña. Y apunta a EXPANSIÓN sus “argumentos económicos –y artísticos– en defensa de los toros”.

Una tarde del siglo pasado, muy probablemente en 1944, Pedro José Llosa llevó a su nieto, de la mano, a una colina a las afueras de la ciudad boliviana de Cochabamba. El lugar, llamado La Coronilla, albergaba una placita de toros. Allí presenció el pequeño Mario Vargas Llosa, que rondaba los ocho años, su primera corrida. La tauromaquia, “contaminada toda ella de arte”, tatuó enseguida en su recuerdo “la emoción de vivir la fiesta con su color, con su música, con el entusiasmo de los tendidos y con el valor de la danza que significa torear”, recuerda hoy en día.

El bautismo taurómaco catapultó sus deseos de ser matador, como confiesa en una entrevista con EXPANSIÓN: “Cuando yo era niño, desde luego, quise ser torero antes que ser escritor”. Y sonríe como si tuviera de nuevo ocho años, cuando hacía de toro y le embestía a una capa que le regaló Juan Belmonte a su tío. Y agrega: “Yo creo que todos los niños de mi generación soñamos con ser toreros alguna vez, pero...”. Pero, se consagró, por suerte, a la literatura. Su afición taurina no ha decaído hasta hoy. Más bien todo lo contrario.

El lunes pasado, esa taurofilia militante halló cima con la entrega del V Premio Paquiro de El Cultural, otorgado al acontecimiento taurino del año 2010 –que compartió con el poeta Pere Gimferrer–, por su defensa del arte de Cúchares ante los empellones abolicionistas catalanes.

Entre el enjambre de toreros, políticos, ganaderos, empresarios y periodistas que lo asaeteaban a abrazos y palmaditas, el Nobel de Literatura hizo un breve paréntesis para hablar sobre toros y economía con este diario. Cinco minutos con Mario en el edificio de la Bolsa de Madrid. Una conversación en la catedral... de los negocios. Su verbo cotiza al alza.

Liberal confeso, Vargas Llosa da razones poderosas en defensa de la importancia económica de la fiesta: “Los toros generan empleo a miles y miles de personas en el mundo. Gracias a los toros existen fincas, existen ganaderías, existe gente que trabaja alrededor de toda esta enorme infraestructura... y por encima de todo es una fiesta que no debe nada al Estado, es una fiesta que mantiene la sociedad civil con su entusiasmo, con su amor, con su afición”.

Sólo las corridas de toros generan casi 1.000 millones de euros al año. Vargas Llosa no lo sabía: “¡Esa cifra de por sí es suficientemente elocuente!”, enfatiza. Pero, aunque cree que “desde el punto de vista estrictamente económico hay argumentos en defensa de los toros”, añade que “la defensa de los toros no se puede hacer solamente con argumentos económicos. También los defiendo en nombre del arte, en nombre de la cultura, en nombre de la tradición, en nombre de la identidad de una cultura... eso es inseparable, realmente, de la fiesta”.

Por eso, por el arte, el autor de La fiesta del chivo comenta, humilde, que “es muy emocionante recibir el Premio Paquiro, que han recibido figuras extraordinarias del toreo. Da un poco de vergüenza estar aquí sin tener suficientes méritos, pero, en fin, se debe a la generosidad del jurado y...”. En ese momento, Vargas Llosa ya no puede escabullirse por más tiempo; ha de saludar a José Bono, presidente del Congreso. Y se tiene que ir. Pero, justo antes, sonríe una vez más como si tuviera ocho años. Como si el Premio Nobel aún fuera el niño que soñaba con Juan Belmonte.

Compromiso con Barcelona

Hace no mucho, en un artículo, el autor de ‘Conversación en la catedral’ ahondó en la deuda del arte con el toro, animal “sin cuya existencia, una muy significativa parte de la obra de un García Lorca, un Hemingway, un Goya, un Picasso, para citar sólo a cuatro de la larguísima estirpe de artistas de todos los géneros para los que la fiesta ha sido fuente de inspiración de creaciones maestras, quedaría bastante empobrecida”. Y viceversa.

Vargas Llosa tambien es deudor de pasiones taurinas, y por eso va a tratar de ir a su querida Barcelona a ver una corrida de toros en el último año en que se celebrarán allí. “Voy con mucha frecuencia a la ciudad, pero a ver toros, especialmente, no creo haber ido. Este año creo que hay una razón poderosa para hacerlo”, dijo el lunes. “Quienes amamos nuestra fiesta y estamos convencidos de que ha enriquecido enormemente nuestra tradición debemos movilizarnos para defender algo que es hermoso y que ha contribuido además a crear muchas obras de arte en todos los campos de la creación y que tiene un arraigo todavía entre muchos aficionados en España, Iberoamérica y Francia”, apostilló.