martes, 14 de febrero de 2012

INTOLERANCIA

Por Guillermo Rodríguez
Caracol.com.co/tendido7

Respetar al que discrepa es signo de tolerancia. De que nos merecenos el titulo de seres humanos.

Me acuerdo de Fritz Lang con ese bello poema al entendimiento, a la convivencia entre los seres humanos que es su desgarradora película de 1.916 ," Intolerancia".

Por eso esta frase de Voltaire es mi divisa : “No estoy de acuerdo con tu opinión, pero daría mi vida para garantizar tu derecho a expresarla”. Hoy pedimos a altos funcionarios del Estado que no prohiban, que toleren, que respeten a las minorías pero en cuanto nos tocan nuestros cotos de caza, surge la intolerencia, esa ríspida manera que el omnímodo poder tiene para no ser cuestionado porque siempre cree que la razón les asiste por activa y por pasiva y que quien no está de acuerdo con ellos es un reprobo que merece la condena del infierno.

Hay la peligrosa tentación al unanimismo, de que todos pensemos igual como quería un iluminado en la Alemania de los años 30 y que tras la Segunda Guerra murió fisicamente pero no , y es deplorable, sus alucinantes tesis sobre la raza superior. Cuando se visita el campo de concentración de Auschwitz se entiende perfectamente porque la tolerancia es el camino para cruzarnos con otor seres humanos que no miran el mundo como nosotros. Por eso una opinión equivocada puede ser tolerada donde la razón es libre de combatirla.

Si queremos sobrevivir como taurinos y seguir gozando del disfrute espiritual de una corrida de toros concretamente en Bogotá, tendremos que hacer concesiones no graciosas ni gratuitas pero sí que atiendan a ese sentir de la sociedad que nos mira con recelo. Entender nuestro rito sacrificial no es ni fácil ni probablemente razonable para los animalistas.Todo cambio , toda modificación dentro del respeto a viejas, útiles y pertinentes tradiciones pero no cambiar tambien puede ser morir. Y cualquier reforma como ya se hizo con el peto para los caballos de picar hacia fines de los años veinte del sisglo pasado, tendrá que partir de nosotros y de inmediato pues como lo anota Alvin Toffler, el futuro es ya.

He revisado la prensa de la época y hubo criticos , ganaderos, varilargueros, toreros que pronosticaron la muerte del toreo, que esa era su fin. Y no no ocurrió esa tragedia.

No tengo fórmulas mágicas pero algunas propuestas se ventilan con seriedad para ponerlas a consideración de los taurinos , primero, y luego a quienes detentan temporalmente el poder (porque no hay poderes eternos eso que parecen olvidar algunos que hoy dsifrutan de los favores de sus aciertos y azares). No son tiempos para lo banal. La fiesta está por encima de nosotros. Tenemos un compromiso con la historia, con nuestros criadores de bravo, con los toreros, con la afición de abuelos, padres, hijos y nietos. Ser responsables en tiempos turbulentos es la consigna.

Si tenemos erguida nuestra postura para reclamar el derecho a que superviva la especie del toro bravo, y el devenir como taurinos, y los cosos donde se celebra el rito abiertos y que no se conviertan en espacios arquitectónicos irrecuperables , es imprescindible ejercer la tolerancia como medio de convivencia , respetar al contrario, al que opina distinto y buscar convencerlo de nuestro aserto pero no mediante la amenaza y la gratuita descalificación.

Jorge Luis Borges decía que él se enriquecia en un debate cuando era vencido dialecticamente pues se llevaba su posición y el punto de vista de su oponente.

El contradictor y no el enemigo, el rival ocasional y no el enemigo, el contendiente caballeroso y no el enemigo irreconciliable. Nada de gestos ásperos y gradilocuentes, nada de descalificaciones , de amenazas, y de condenas gratuitas.

Que una corrida no funcionó, que un torero no entendió las embestidas claras de un toro, que un critico se equivoco, que un peñista se salió de casillas sin fórmulas de juicio y razón, pues rectificar que no es desmerecer..Lo otro, la grosera y violenta imposición es mutilar la percepción de la vida como un continuo devenir.

Georg Christoph Lichtenberg, profesor aleman del siglo 18 decía : Concede a tu espíritu el hábito de la duda, y a tu corazón, el de la tolerancia.