Por Williams Cárdenas Rubio
La Gaceta
Finalmente se consumó el crimen. Lo planificó una minoría utilizando un mecanismo perverso, la voluntad popular supuestamente representada en un parlamento.
Con ello lograron que unos cuantos partidos políticos aprovecharan la coyuntura para convertirse en ejecutores y desembarazarse de una manifestación cultural que los vincula a la odiada España. De esta manera, unos pocos logran cercenar la libertad a una gran mayoría.
Con la abolición de los toros en Cataluña, pierde Cataluña, pierde España y pierde el patrimonio cultural universal, es decir, perdemos todos.
Pierde Cataluña porque la Fiesta de los toros sembró su huella en aquellas tierras y dejó una bellísima historia escrita por importantes toreros catalanes como Mario Cabré, Antonio Borrero Chamaco, Joaquín Bernardo, por citar algunos, que junto con ganaderos, banderilleros y picadores, plasmaron verdaderas páginas de gloria en los ruedos catalanes que hoy se desdibujan.
Hubo una época en la que en Barcelona había tres plazas de toros y para satisfacer a su gran afición se daban toros todos los domingos de la temporada, de marzo a octubre. Por allí pasaron las más importantes figuras del toreo y a su alrededor giraron connotados intelectuales, pintores, escultores, poetas, compositores, que al calor de la Fiesta de los toros en Cataluña, hicieron de Barcelona el lugar escogido para la creación de muchas de sus obras. En aquellos años nació la Barcelona esnob y cosmopolita de hoy.
Pierde España porque si hay algo genuinamente español es el arte del toreo, que tuvo sus orígenes en la tauromaquia, cuyo significado etimológico es: lucha del hombre con el toro, pero que entre los siglos XVII y XX, por la inteligencia, capacidad creativa y la imaginación de muchos íberos, se convirtió en el arte del toreo, cuya riqueza plástica y estética se tradujo en fuente de inspiración para connotados representantes de las Bellas Artes. Famosos artistas, pintores, escultores, poetas, dramaturgos, literatos, compositores, etc. se aproximaron a la Fiesta para cantar sus valores.
El Arte del Toreo es uno de los más importantes aportes culturales de España a la civilización universal, una de las señas de identidad de la hispanidad y ha sido uno de los reclamos que ha permitido que miles de millones de turistas de todas partes del mundo hayan venido a España, incluida Cataluña claro está, a apreciar su dimensión y contenido.
Pero perdemos todos con esta abolición de los toros en Cataluña, porque hace mucho tiempo que la Fiesta de los toros se universalizó, y constituye un patrimonio cultural inmaterial propiedad de muchos países y pueblos, con muchos matices y riquezas, que hoy sufren un despojo indebido.
A partir de ahora a los taurinos nos queda transitar un camino tortuoso, que será invocar la intervención del Estado español para que ejerza la competencia exclusiva que le otorga la Constitución Española en su artículo 149.1.28, de la defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental del pueblo español, que se conoce y reconoce como Fiesta Nacional, ante el expolio de que ha sido objeto, conforme con lo ordenado en el artículo 4º de la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español.
Simultáneamente, tendremos que dar impulso a la iniciativa que formulamos al Ministerio de Cultura el 19 de noviembre de 2005, a través de la Asociación Internacional de Tauromaquia (AIT), que persigue que el arte del toreo sea incorporado a las Listas Representativas del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad elaboradas por la Unesco, de acuerdo con lo pautado en la Convención sobre la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial del año 2003.
La abolición que hoy algunos celebran es justamente el mejor argumento para demostrar que este patrimonio cultural inmaterial está en peligro y que se ciernen sobre él sombras y amenazas, movidas en muchos casos por intereses políticos inconfesables. Será la inclusión en dichas Listas Representativas, el simple y merecido reconocimiento a una expresión cultural que se ha fraguado durante siglos y que no puede ser borrada de un plumazo, ni sometida a despojos parciales que afectan su integridad.
Ya la Comunidad Autónoma de Madrid, con Esperanza Aguirre a la cabeza, ha dado el primer paso declarando a la Fiesta de los toros como Bien de Interés Cultural en esta Comunidad, en estricto cumplimiento a lo establecido en la citada Ley de Patrimonio Histórico Español, a normativas autonómicas, pero sobre todo, cumpliendo con los dictados que establece la mencionada Convención de la Unesco, que obliga a los estados parte, y España lo es, a inventariar y proteger su Patrimonio Cultural Inmaterial.
Otro tema será el de revisar lo que de ataque a la libertad del individuo tiene lo que ha ocurrido en el Parlamento de Cataluña. Una vez más aparecen los intentos prohibicionistas que nos retrotraen a épocas superadas. Cuánto cuesta mantener la libertad. Realmente cada día hay que luchar por ella.
Finalmente, tendremos que reflexionar acerca de la necesaria modificación de la ley electoral, pues sus postulados actuales han creado unas distorsiones sociales que permiten este tipo de transgresiones, en las que una minoría impone su voluntad a indudables mayorías, pervirtiendo la democracia en su aspecto medular.
La Gaceta
Finalmente se consumó el crimen. Lo planificó una minoría utilizando un mecanismo perverso, la voluntad popular supuestamente representada en un parlamento.
Con ello lograron que unos cuantos partidos políticos aprovecharan la coyuntura para convertirse en ejecutores y desembarazarse de una manifestación cultural que los vincula a la odiada España. De esta manera, unos pocos logran cercenar la libertad a una gran mayoría.
Con la abolición de los toros en Cataluña, pierde Cataluña, pierde España y pierde el patrimonio cultural universal, es decir, perdemos todos.
Pierde Cataluña porque la Fiesta de los toros sembró su huella en aquellas tierras y dejó una bellísima historia escrita por importantes toreros catalanes como Mario Cabré, Antonio Borrero Chamaco, Joaquín Bernardo, por citar algunos, que junto con ganaderos, banderilleros y picadores, plasmaron verdaderas páginas de gloria en los ruedos catalanes que hoy se desdibujan.
Hubo una época en la que en Barcelona había tres plazas de toros y para satisfacer a su gran afición se daban toros todos los domingos de la temporada, de marzo a octubre. Por allí pasaron las más importantes figuras del toreo y a su alrededor giraron connotados intelectuales, pintores, escultores, poetas, compositores, que al calor de la Fiesta de los toros en Cataluña, hicieron de Barcelona el lugar escogido para la creación de muchas de sus obras. En aquellos años nació la Barcelona esnob y cosmopolita de hoy.
Pierde España porque si hay algo genuinamente español es el arte del toreo, que tuvo sus orígenes en la tauromaquia, cuyo significado etimológico es: lucha del hombre con el toro, pero que entre los siglos XVII y XX, por la inteligencia, capacidad creativa y la imaginación de muchos íberos, se convirtió en el arte del toreo, cuya riqueza plástica y estética se tradujo en fuente de inspiración para connotados representantes de las Bellas Artes. Famosos artistas, pintores, escultores, poetas, dramaturgos, literatos, compositores, etc. se aproximaron a la Fiesta para cantar sus valores.
El Arte del Toreo es uno de los más importantes aportes culturales de España a la civilización universal, una de las señas de identidad de la hispanidad y ha sido uno de los reclamos que ha permitido que miles de millones de turistas de todas partes del mundo hayan venido a España, incluida Cataluña claro está, a apreciar su dimensión y contenido.
Pero perdemos todos con esta abolición de los toros en Cataluña, porque hace mucho tiempo que la Fiesta de los toros se universalizó, y constituye un patrimonio cultural inmaterial propiedad de muchos países y pueblos, con muchos matices y riquezas, que hoy sufren un despojo indebido.
A partir de ahora a los taurinos nos queda transitar un camino tortuoso, que será invocar la intervención del Estado español para que ejerza la competencia exclusiva que le otorga la Constitución Española en su artículo 149.1.28, de la defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental del pueblo español, que se conoce y reconoce como Fiesta Nacional, ante el expolio de que ha sido objeto, conforme con lo ordenado en el artículo 4º de la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español.
Simultáneamente, tendremos que dar impulso a la iniciativa que formulamos al Ministerio de Cultura el 19 de noviembre de 2005, a través de la Asociación Internacional de Tauromaquia (AIT), que persigue que el arte del toreo sea incorporado a las Listas Representativas del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad elaboradas por la Unesco, de acuerdo con lo pautado en la Convención sobre la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial del año 2003.
La abolición que hoy algunos celebran es justamente el mejor argumento para demostrar que este patrimonio cultural inmaterial está en peligro y que se ciernen sobre él sombras y amenazas, movidas en muchos casos por intereses políticos inconfesables. Será la inclusión en dichas Listas Representativas, el simple y merecido reconocimiento a una expresión cultural que se ha fraguado durante siglos y que no puede ser borrada de un plumazo, ni sometida a despojos parciales que afectan su integridad.
Ya la Comunidad Autónoma de Madrid, con Esperanza Aguirre a la cabeza, ha dado el primer paso declarando a la Fiesta de los toros como Bien de Interés Cultural en esta Comunidad, en estricto cumplimiento a lo establecido en la citada Ley de Patrimonio Histórico Español, a normativas autonómicas, pero sobre todo, cumpliendo con los dictados que establece la mencionada Convención de la Unesco, que obliga a los estados parte, y España lo es, a inventariar y proteger su Patrimonio Cultural Inmaterial.
Otro tema será el de revisar lo que de ataque a la libertad del individuo tiene lo que ha ocurrido en el Parlamento de Cataluña. Una vez más aparecen los intentos prohibicionistas que nos retrotraen a épocas superadas. Cuánto cuesta mantener la libertad. Realmente cada día hay que luchar por ella.
Finalmente, tendremos que reflexionar acerca de la necesaria modificación de la ley electoral, pues sus postulados actuales han creado unas distorsiones sociales que permiten este tipo de transgresiones, en las que una minoría impone su voluntad a indudables mayorías, pervirtiendo la democracia en su aspecto medular.