viernes, 30 de julio de 2010

"CUANDO NO SE COMPARTE UNA PASIÓN BASTA CON ABSTENERSE"

"Cuando no se comparte una pasión, basta con abstenerse"

Por Juan Fernando Iturralde

"Cuando no se comparte una pasión, basta con abstenerse"… A propósito así era el título de un gran editorial publicado en el diario francés "Le Figaro" en el que, una firma independiente y neutral sale en defensa de las corridas de toros ante la oleada de ataques desatada este verano en Francia por diversos famosos, como el cantante Renaud y la actriz Brigitte Bardot, junto a Jean Claude Van Damm (el drogadicto más grande y pegón de reporteras en la vida real) que se muestran partidarios de su abolición (síntoma indudable de que la fiesta brava en Francia va viento en popa). El artículo es como para aplicarlo y calzarlo perfectamente en nuestro medio. El autor del editorial, Yves Thréard quien no es aficionado a los toros, asegura que "hay asuntos más importantes que debatir" y pide al Gobierno francés que "no ceda ante las vedetes que necesitan hacerse publicidad" y que pretenden hacer creer que la muerte de los toros en los ruedos "por el solo placer perverso de algunos aficionados les es insoportable". "Se puede ciertamente comprender", argumenta el editorialista, "que la tauromaquia no sea del gusto de todos; concebir que parezca cruel, reconocer que sea inútil. Pero, con ese razonamiento, cuántas actividades deberían ser proscritas, apartadas del alcance de los hombres. ¿Se prohíbe la Fórmula 1, mortal y jugoso espectáculo que se ofrece a los amantes de la velocidad? ¿Se indigna uno de que la caza todavía esté autorizada? No todas las pasiones son vicios. Cuando uno no las comparte, basta con abstenerse"...

Yo personalmente conozco a una activista antitaurina, pero apasionada por la pesca… ¿Qué diría ella de que se le prohiba realizar la actividad recreativa que más le gusta? El editorialista también asegura que los toros son "una tradición a la que no le falta majestad cuando el talento de los actores aparece. Es una práctica cultural anclada en no pocas regiones del planeta, que conviene respetar".

Con frecuencia quienes quieren su desaparición son curiosamente los mismos que se quejan de la uniformización y globalización del mundo y luchan por la persistencia de las identidades. “Su cruzada es tan ridícula como la violencia de sus declaraciones", añade. "Deseemos", concluye el editorial, "que la Unión Europea no aseste un día la estocada a la corrida. Y saquemos rápidamente el pañuelo blanco para que cese la bronca idiota que se agita en el calor del verano"… (Finalmente la fiesta brava salió ilesa con una abrumadora votación europarlamentaria que encontró importante que los pueblos mantengan sus identidades).

Por mi parte, pienso que discutir que las corridas de toros no son una manifestación cultural es querer tapar el sol con un dedo y creo que, en ese aspecto, es un debate ya superado.

Pero este no es un escrito para defender la tauromaquia ni mucho menos. Es una advertencia del surgimiento de la intolerancia en nuestro medio: estoy más que seguro que tras la protestas antitaurinas se camufla una reminiscencia fascista: prohibir lo que no entienden, insultar a otras actividades que no les gustan, atentar a la diversidad y distintivo cultural, etc. utilizando para ello las más perversas mentiras y echando mano de campañas de menos que medias verdades y las falsedades más absolutas, además con jugosos ingresos de ONG´s extranjeras que les financian como ya es muy bien conocido. Y, claro, para que el dinero llegue hacen que el escándalo sea tan alto y llegue a los medios, para decir que trabajan, aunque luego se compruebe que todo era una falsa alarma. Consideran asesinos, por ejemplo, a los pescadores artesnales de Puerto López o Salango, donde no les importó que podrían dejar a miles de hombres, mujeres y niños en la miseria y hambruna más grande. Una vez recogida la protesta en TV, radio y prensa, llega el cheque y todos felices por que “se ve que trabajan” y además, se acerca diciembre…

El insultar, vejar, humillar, censurar, prohibir, agredir a alguien por que tiene una ideología distinta, el odio irracional a un conglomerdo humano o una forma diferente de ver el mundo tiene un sólo nombre: fascismo.

Lastimosamente para los fascistas en general y los antitaurinos en particular, el mundo corre hacia una reafirmación de los conceptos de la democracia donde es vital este tema que tanto desconocen ellos y que es el derecho a la libertad de expresión cultural. Ese es el signo del S XXI. Y a medida que este concepto vaya calzando en nuevas generaciones, la tauromaquia y otras actividades ancestrales seguirán vivas, amén de alguna dictadura o algún despropósito fascistoide que logren temporalmente estos nuevos dueños de la única verdad que son los antitaurinos. La intolerancia es lo que ahora más enfrenta a los humanos y está en nuestras obligaciones principales y más acertadas educar a nuestros hijos para que aprendan a aceptar y respetar a los distintos conglomerados humanos con sus raíces, diferencias, historia, tradiciones y cosmovisión… Ese será un mundo mejor para nuestros hijos y no el que ellos quieren imponer.

Con su enfermiza animadversión y brutal ensañamiento dedicado a la fiesta brava, a sus actores y a sus aficionados y asistentes (esa es la conclusión que se saca cuando a uno le consta que entre los más asiduos activistas detractores de la tauromaquia se encuentran aficionados a la pesca, cazadores, entusiastas de las parrilladas, etc… curiosamente en estas actividades su “conciencia animalista” sufre un lapsus temporal) han llegado, cegados por este odio fascistoide, incluso a pedir audiencias en los colegios y escuelas. (!)

¿Qué le parecería a usted, padre o madre de familia, que en las escuelas se permita ingresar a estos grupos extremistas para vender, con mentiras y exageraciones, un odio a todo un colectivo humano, a sembrar entre los niños la intolerancia a diferentes manifestaciones culturales, a incentivar entre los niños y jóvenes el irrespeto a la diversidad cultural?... El director/a o rector/a de cualquier centro de educación que acepte esto, tal vez, de manera ingenua, no se da cuenta del peligro en el que está poniendo a su alumnado.

La intolerancia es producto de la ignorancia y se puede entender en algunas personas sin mayor soporte intelectual, pero hacer gala de ello, es algo execrable y que siempre el sentido común, la urbanidad y la historia han condenado. Al contrario, es conocido que entre los más asiduos aficionados a la tauromaquia es común encontrar gente ilustrada y con mucho fondo cultural, amén de que los más grandes intelectuales del habla hispana (y otros de diferentes lenguas) eran y son grandes entusiastas de las corridas pero, más importante que eso, defensores a ultranza de la diversidad de culturas y la libertad de expresión artística, como lo es, gracias a Dios, la gran mayoría de los habitntes de nuestros pueblos, independientemente de sus gustos y pareceres.

Puede haber gente que piense que una corrida de toros puede resultar arcaica y medieval. Yo contestaría que eso sería olvidarse que el expresionismo cultural y la identidad no conocen de tiempos, épocas eras y años: son un rasgo distintivo entre sociedades, etc. Y podríamos enfrascarnos en una enriquecedora conversación y discusión, siempre que exista el respeto que debe existir. Por el contrario el pretender imponer una tesis por la fuerza, las censuras, prohibiciones, persecuciones y mentalidades inquisidoras, esta absoluta minoría de “los antitodo”, eso sí que ya resulta arcaico, medieval e inaceptable actualmente. ¿A quién le declararán su guerra unilateral luego? ¿Contra quién volcarán después su odio y fascismo?, ¿Quiénes serán después el blanco de los insultos más procaces y rebuscados? ¿Los aficionados a la pesca recreativa? ¿Acaso los pescadores artesanales? ¿Los vendedores de hornado tal vez? ¿Los hijos de los faenadores del camal? Y llegando más lejos ¿Los guerreros Massai del Africa que luchan a muerte con un león como rito de iniciación guerrera como parte de su acervo cultural? ¿Los aficionados a las carreras equinas?... La verdad es que, cuando los “antitaurinos” hablan de “humanidad” se ponen en evidencia, pues no se necesita más de dos dedos de frente para darse cuenta que son precisamente ellos los que no tienen el humanismo suficiente como para aceptar el derecho de los hombres a una manifestación cultural y preferir, en vez de ello, la salud de un perro o una mosca… Y nuestros hijos pueden ser víctimas del odio, la irracionalidad, el irrespeto y el fascismo que esta gente trata de sembrar en ellos, con tanta furia, con tanto fanatismo y tan frenéticamente contra cualquier actividad cultural que no les parezca.

Es por este tipo de actitudes e irracionales campañas emprendidas sin estudios ni bases, a través de la sensiblería y el fanatismo, que el presidente y fundador de la mismísima “Greenpeace”, Björn Oekern, renunció en el 2004 al cargo de Director de Greenpeace International por estar en desacuerdo con las tácticas y métodos de la organización para recaudar fondos y para las causas que se emplean, acusándola en un caso en particular de que "nada del dinero recaudado fue usado por Greenpeace para protección del ambiente", pero además, y haciendo referencia a este tipo de movimientos emprendidos por las filiales que hoy nos ocupan, agregaba que consideraba que “Greenpeace se ha convertido en un grupo "eco-fascista” (Tomado del libro virtual “Mitos y Fraudes” escrito por varios autores para la Fundación Argentina de Ecología Científica FAEC).

a libertad de expresión cultural es actualmente la vela que puede y debe iluminar los oscuros caminos del S XXI y el conocimiento de la relación hombre / naturaleza depende completamente de ella. Y he sido testigo de que esta salvaje y fascista –aunque pobre en argumentos y razones- arremetida antitaurina decembrina, molesta e incomoda inclusive a mucha gente que disgusta de la corrida de toros, pero que ama el estado de derecho, las libertades del ser humano y comprende la necesidad de defender la libertad de expresión cultural en todos los pueblos y conglomerados humanos.

La pregunta que hay que hacerse es ¿se debe consentir que los antitaurinos que se creen superiores al resto, dueños absolutos de la verdad, impongan su ideología y le insulten, agredan, censuren, prohiban culturas a otros por no pensar igual?... De esto siempre se alimentó el fascismo y en eso precisamente consiste.