jueves, 10 de enero de 2013

HITOS DEL AÑO: LA FIESTA, BLINDADA EN FRANCIA


"¿Siempre nos quedara Paris?"

Por: Daniel Ventura

En abril de 2011, el Gobierno de Nicolas Sarkozy declaró los toros Patrimonio Cultural Inmaterial de Francia. Fue el primer país que, como país, tomaba una decisión así y el júbilo invadió todos los rincones del 'planeta toro'. Los antitaurinos franceses se movilizaron con la velocidad que les caracteriza (y que, hay que reconocerlo, resulta envidiable aunque digna de mejor causa) y, en julio de 2012, plantearon sendas denuncias ante el Consejo Constitucional francés. Los taurinos franceses tampoco se quedaron atrás en eficacia: a las alegaciones que el Comité Radical Anti-Corrida y la Asociación de Derechos de los Animales plantearon los días 11 y 27 de julio, respondieron con otras dos alegaciones, registradas el día 12 y el mismo 27 de julio. El 21 de septiembre de 2012, el Consejo Constitucional hacía público su dictamen: la celebración de corridas de toros en el sur de Francia, acogida al artículo 521-1 del Código Penal, es plenamente constitucional.

La decisión del Consejo de Sabios convertía a Francia en el país que más fuertemente protegía la fiesta de los toros como una fuente de riqueza cultural y una tradición ininterrumpida. La situación aparecía como especialmente luminosa en contraste con la oscuridad liberticida que había hecho presa en Cataluña. Francia, por decirlo claro, se puso a la vanguardia en la ‘batalla’ que la Fiesta se veía obligada a emprender por su supervivencia. La tirria franco-española es cosa del pasado. Se recurre a ella como tópico y algo de ella subyace en el inconsciente colectivo, pero el agua de los tiempos ha ido afortunadamente disolviéndola. Esta disolución fue temprana en el ámbito de los toros, visto que el Hexágono galo no sólo se convertía en un circuito más que respetable para toreros y ganaderos, sino que le daba nuevos bríos a la Tauromaquia con una manera de hacer las cosas fresca y seria al mismo tiempo, desacomplejada. Moderna.

Por eso, y porque cada vez menos se entienden las murallas para un arte universal, la decisión del Consejo Constitucional fue considerada una victoria global. La victoria de Francia era la victoria de todos. La felicidad era sincera incluso en aquellos en los que el terrón del orgullito patrio resiste todavía los lavados y para los cuales aquello que se hace en Francia es menos fiesta. Tienen que existir, suponemos, pues en todo arte se cuelan destalentados. El caso es que la felicidad, y cierta sana envidia, debe ser motor y no meta. La lectura correcta de lo ocurrido en Francia es que fue un triunfo, sí, pero también una lección. De doble faz. La primera no atañe tanto a los estamentos taurinos como a las instituciones nuestras: sólo seis meses tardó el Consejo Constitucional francés en reunirse, echar un repaso a la Constitución, al Código Penal e incluso a la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, analizar las alegaciones y zanjar la cuestión. Celeridad. 

La segunda sí es para los que están en el toreo. Basta comparar las secuencias para descubrirla. Allí, la decisión gubernamental de proteger los toros provocó la reacción de los antitaurinos, que se saldó con el fallo favorable a la tauromaquia del Consejo Constitucional. Aquí, los antitaurinos cerrararon la Monumental de Barcelona y sólo después de eso, y para revertir su logro, se buscó una ILP a escala nacional que la FET deCataluña promovió sola, con la ayuda de unos cuantos. Fue necesaria una moratoria para lograr todas las firmas y la ILP descansa ahora en el Congreso, desplazada por asuntos más urgentes. ¿Lo ven? Ya sé que enCataluña el debate estaba viciado, que aquí las instituciones van despacio y que ni un pero se le puede poner a todos los que contribuyeron a la ILP. La clave está en quién se mueve primero, mejor y más rápido. Una cosa hace falta, más que el conformista 'Siempre nos quedará París'. Iniciativa.