domingo, 9 de septiembre de 2012

CARTA A UN ANTITAURINO

A ti, tú que te llamas antitaurino y nunca has tenido el menor contacto con un toro. A ti, que dices que defiendes a un animal del que solo te acuerdas cuando toca ir de manifestación… A ti, que para prohibir lo que consideras un espectáculo desagradable solo se te ocurre desnudarte y cubrirte de tomate… A ti te lo digo, si a ti, desde el respeto de los que nos denominamos aficionados.

Siéntate un día con un torero, habla con él, escúchale. Solo así podrás saber que es amar a un animal, vivir por él. Déjale que te cuente como cuando todavía era un niño dejó aparcados los juguetes y decidió empezar a jugarse la vida… Pregúntale, por qué prefirió olvidar su adolescencia para sacrificarse por un sueño, el cual, sabia de antemano que sería prácticamente imposible de alcanzar. 

Intenta comprender lo que significa olvidarte de todo… hasta de ti mismo, pensando, viviendo y soñando con ese animal que tu tanto defiendes… 

Imagínate alejado de tu familia, de tus amigos, de tu tierra y de tu gente. Y una tarde de invierno abrígate y vete al campo con él, mira como nace ese animal al que tu tanta devoción le profesas y observa como te embiste cuando todavía no tiene fuerzas para ponerse en pie… Pasa tardes, meses y años pensando en él al levantarte y soñando con él cuando llegue el fin del día… Pierde amigos y familia que nunca llegaron a entender que lo dejaras todo por un animal: el toro, que te quisieron con locura, pero que no pudieron soportar tus ausencias, que lo intentaron por todos los medios, pero que nunca llegaron a entender esa obsesión que les dejaba siempre en un segundo plano y te convirtió en una persona siempre pensativa y solitaria…

Más tarde, dile al torero que te lleve unos días a su retiro invernal en el campo y pídele que te presente a un ganadero. Te acogerá sin pensarlo en su casa y te contara la verdad de la vida del toro, es el único que te puede explicar como viven, como luchan entre ellos, como se esfuerzan por ser los mejores en ese albero que para ti es un matadero. Probablemente entre los dos te aburrirán de historias de tentaderos, tardes de triunfo y de noches de decepción, porque las cosas no salieron como esperaban. Cuando amanezca el día, ellos seguirán contándote anécdotas cuyo protagonista es siempre el mismo. El toro. Si después de todo esto, todavía tienes fuerza, sal al campo, ponte cara a cara con un toro, frente a él, a pecho descubierto, mírale a los ojos e intenta adivinar qué es lo que piensa hacer… Imagínate solo por un momento el dolor de una cornada… 

Estate preparado, convencido y mentalizado de dejarte matar. Después vuelve a tu casa. En la próxima manifestación, desnúdate, échate tomate por encima, ponte unas falsas banderillas, alza la voz y mantén que defiendes al toro bravo, que lo amas…

Mientras estés desgañitándote en esa manifestación, habrá un torero llorando porque no supo entender un toro, habrá un ganadero defendiendo una camada que si no fuera lidiada en la plaza hubiera muerto hace tiempo, habrá un mayoral dándole de comer a cien animales a los que conoce por su nombre y con los ojos cerrados, habrá un chaval haciendo autostop para ir a un tentadero, habrá un torero jugándose la vida en la plaza, habrá mil, dos mil, cinco mil personas disfrutando de un Arte maravilloso, de una sensibilidad extrema, de unas muñecas prodigiosas, de un baile que solo pueden bailar los valientes…

Pero sois vosotros los que defendéis al toro bravo… No juguéis con su futuro porque estáis jugando con el futuro de mucha gente que vive sólo porque este animal respire.


Tomado del muro de Jaime Montoya Escamilla