Por: José A. Esparza "Euzkito".
Opinión y Toros
Acaban de otorgarle el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, escritor peruano, autor de novelas como “La ciudad y los perros”, “La tía Julia y el escribidor”, “Pantaleón y las visitadoras”, “La casa verde” y “Conversación en la Catedral”, entre otras muchas más de recomendable lectura.
Formó parte del selecto grupo de escritores del llamado “boom” latinoamericano, como García Márquez y Alejo Carpentier. Tardó el tiempo en finalmente decantarse por este soberbio genio de la palabra, de peculiar y delicioso estilo, de difícil facilidad de palabra, y narrador extraordinario de cuentos y relatos, novelas y ensayos, y opinión taurina, además.
Porque resulta que este gran hombre (¿Se puede decir gran hombre a un ganador de un Nobel?) es un defensor de la Fiesta Brava. Lo dijo desde joven y lo sostiene en edad mayor; asiste con regularidad a las corridas y no deja que pase mucho tiempo sin dejar en sus artículos de “El País” de hablar sobre los toros.
Quienes hemos tenido la fortuna de tratarlo personalmente, aunque sea una sola vez, -suerte que tuve en mis años de estudiante de arquitectura, allá por los ochenta, al pie de su casa de Barranco, frente al mar limeño- recordamos su pausado hablar, su claridad de ideas y su donaire.
La pregunta obligada es: ¿Cómo puede un ser humano de la sensibilidad de este gran escritor, entregarse con tanta pasión a la defensa de la Fiesta Brava? ¿Qué explicación puede tener esto que pudiera parecer un despropósito? ¿Sus asiduos lectores antitaurinos -que no dudo los tendrá- lo entenderán como algo natural en él o desde que lo supieron dejaron de leerlo en gesto de protesta?
Aquí la única conclusión a la que se puede llegar se cae por su propio peso. La tauromaquia, una vez más, está muy cerca de los artistas de este planeta. Es innegable. No cabe ninguna discusión más al respecto. Esto ya pasó a lo largo de la historia de la tauromaquia tantas veces, fueron tantos los artistas y seres humanos de admirable humanidad -valga la redundancia- que cayeron subyugados por la Fiesta Brava, que resulta ocioso insistir más en el tema. Fue, es y será así siempre.
Pero en tiempos en los que se ha puesto tan de moda ser “políticamente correcto”, es más que valioso para la Afición en general, que un hombre de la dimensión de Vargas Llosa no le tiemble la mano para escribir bien sobre la Fiesta. También cabe que entre muchos otros galardonados con el Nobel, existan gentes que no gusten de las corridas de toros; pero me hago la pregunta siguiente: ¿Habrán asistido a una corrida verdaderamente? Me atrevo a asegurar que muchos de estos hombres, si nunca lo han hecho y lo hicieran aunque sea por una sola vez, quedarían impresionados con la Verdad, con el Arte y la Fuerza de una corrida.
Estoy más que cansado, como muchos aficionados, a escuchar las diatribas de los antitaurinos, y su persistencia en referirse a ella, cuando en la mayoría de los casos, la desconocen absolutamente…! ¿Cómo puedo sostener una alturada discusión con ellos, si sus argumentos se basan en mitos, mentiras muy gordas y un enorme desconocimiento de lo que sucede desde el nacimiento de un toro bravo hasta su muerte en un ruedo? Soy muy soñador, lo sé, pero anhelo que las personas que no entienden la tauromaquia, tengan la oportunidad de vivir el sagrado rito del hombre y el toro, danzando con la muerte. Y luego, hablaremos.
Y se espera que este regio galardón (probablemente el más grande que un ser humano puede ambicionar) sirva para demostrar que los argumentos antitaurinos podrán aducir mil cosas, despotricar mil veces, acusarnos de lo que quieran, despreciarnos incluso, pero jamás podrán insistir en que la Fiesta Brava y el Arte no sean tan cercanos, tan inmediatos, y que desde siempre van de la mano.
Leer un artículo de toros de Vargas Llosa es una experiencia monumental; no es que él sea un crítico taurino, no.
Los tiempos modernos que vivimos, nunca están más necesitados de arte como ahora. Necesitamos el Arte para sentirnos humanos.
Lea buena literatura, tanto en prosa como en verso, escuche bellas piezas de música clásica, visite museos y disfrute de la escultura y la pintura, vea danzas en vivo, asista a celebraciones tradicionales, reconozca la belleza de una estructura arquitectónicamente perfecta, tome fotografías de lo que más le guste, y goce, y goce, y goce…
También puede directamente seguir mis consejos si quiere experimentar todo esto de golpe: Lea a Mario Vargas Llosa y asista a una corrida de toros.
Estoy seguro que se llenará de Arte del bueno.
Opinión y Toros
Acaban de otorgarle el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, escritor peruano, autor de novelas como “La ciudad y los perros”, “La tía Julia y el escribidor”, “Pantaleón y las visitadoras”, “La casa verde” y “Conversación en la Catedral”, entre otras muchas más de recomendable lectura.
Formó parte del selecto grupo de escritores del llamado “boom” latinoamericano, como García Márquez y Alejo Carpentier. Tardó el tiempo en finalmente decantarse por este soberbio genio de la palabra, de peculiar y delicioso estilo, de difícil facilidad de palabra, y narrador extraordinario de cuentos y relatos, novelas y ensayos, y opinión taurina, además.
Porque resulta que este gran hombre (¿Se puede decir gran hombre a un ganador de un Nobel?) es un defensor de la Fiesta Brava. Lo dijo desde joven y lo sostiene en edad mayor; asiste con regularidad a las corridas y no deja que pase mucho tiempo sin dejar en sus artículos de “El País” de hablar sobre los toros.
Quienes hemos tenido la fortuna de tratarlo personalmente, aunque sea una sola vez, -suerte que tuve en mis años de estudiante de arquitectura, allá por los ochenta, al pie de su casa de Barranco, frente al mar limeño- recordamos su pausado hablar, su claridad de ideas y su donaire.
La pregunta obligada es: ¿Cómo puede un ser humano de la sensibilidad de este gran escritor, entregarse con tanta pasión a la defensa de la Fiesta Brava? ¿Qué explicación puede tener esto que pudiera parecer un despropósito? ¿Sus asiduos lectores antitaurinos -que no dudo los tendrá- lo entenderán como algo natural en él o desde que lo supieron dejaron de leerlo en gesto de protesta?
Aquí la única conclusión a la que se puede llegar se cae por su propio peso. La tauromaquia, una vez más, está muy cerca de los artistas de este planeta. Es innegable. No cabe ninguna discusión más al respecto. Esto ya pasó a lo largo de la historia de la tauromaquia tantas veces, fueron tantos los artistas y seres humanos de admirable humanidad -valga la redundancia- que cayeron subyugados por la Fiesta Brava, que resulta ocioso insistir más en el tema. Fue, es y será así siempre.
Pero en tiempos en los que se ha puesto tan de moda ser “políticamente correcto”, es más que valioso para la Afición en general, que un hombre de la dimensión de Vargas Llosa no le tiemble la mano para escribir bien sobre la Fiesta. También cabe que entre muchos otros galardonados con el Nobel, existan gentes que no gusten de las corridas de toros; pero me hago la pregunta siguiente: ¿Habrán asistido a una corrida verdaderamente? Me atrevo a asegurar que muchos de estos hombres, si nunca lo han hecho y lo hicieran aunque sea por una sola vez, quedarían impresionados con la Verdad, con el Arte y la Fuerza de una corrida.
Estoy más que cansado, como muchos aficionados, a escuchar las diatribas de los antitaurinos, y su persistencia en referirse a ella, cuando en la mayoría de los casos, la desconocen absolutamente…! ¿Cómo puedo sostener una alturada discusión con ellos, si sus argumentos se basan en mitos, mentiras muy gordas y un enorme desconocimiento de lo que sucede desde el nacimiento de un toro bravo hasta su muerte en un ruedo? Soy muy soñador, lo sé, pero anhelo que las personas que no entienden la tauromaquia, tengan la oportunidad de vivir el sagrado rito del hombre y el toro, danzando con la muerte. Y luego, hablaremos.
Y se espera que este regio galardón (probablemente el más grande que un ser humano puede ambicionar) sirva para demostrar que los argumentos antitaurinos podrán aducir mil cosas, despotricar mil veces, acusarnos de lo que quieran, despreciarnos incluso, pero jamás podrán insistir en que la Fiesta Brava y el Arte no sean tan cercanos, tan inmediatos, y que desde siempre van de la mano.
Leer un artículo de toros de Vargas Llosa es una experiencia monumental; no es que él sea un crítico taurino, no.
Los tiempos modernos que vivimos, nunca están más necesitados de arte como ahora. Necesitamos el Arte para sentirnos humanos.
Lea buena literatura, tanto en prosa como en verso, escuche bellas piezas de música clásica, visite museos y disfrute de la escultura y la pintura, vea danzas en vivo, asista a celebraciones tradicionales, reconozca la belleza de una estructura arquitectónicamente perfecta, tome fotografías de lo que más le guste, y goce, y goce, y goce…
También puede directamente seguir mis consejos si quiere experimentar todo esto de golpe: Lea a Mario Vargas Llosa y asista a una corrida de toros.
Estoy seguro que se llenará de Arte del bueno.