domingo, 30 de marzo de 2014

ENSAYO "EL SACRIFICIO DEL TORO" DE JULIÁN PITT-RIVERS


“Nada mejor que apoyarse en el texto de Julián Pitt-Rivers: “El sacrificio del toro”, en el que existen abundantes elementos con los cuales puede justificarse la razón de que en el que existen abundantes elementos con los cuales puede justificarse la razón de que la corrida o la fiesta de toros permanezca, aún en nuestros días, como resultado de soterradas conexiones entre el culto, el ritual, la veneración --que incluye valores religiosos--; pero sobre todo el tránsito a través de siglos y siglos de adecuación y adaptación de la tauromaquia, producto final y summa de experiencias; summa, entendida como la reunión de datos que recogen el saber de una gran época”.

Así escribe el historiador mexicano José Francisco Coello Ugalde en su estudio del ensayo “El sacrificio del toro”, del célebre hispanista y antropólogo Julián Pitt-Rivers, un texto de muy rico contenido que ha sido punto de referencia para otros muchos trabajos.

Taurología

Partiendo del planteamiento que en su día hizo Cesáreo Sanz Egaña, Pitt.Rivers que el comportamiento del toro –gregario por naturaleza- siguen siendo todavía un misterio, aunque una buena parte de su condición ha sido traducida para entender que se trata de un animal que se defiende y por eso su fuerza, combinada con una cornamenta defensiva-ofensiva, responden a las diversas provocaciones de que son motivo.

Sin embargo, es impredecible en otros casos, como aquellos en los que su mansedumbre es reflejo de que o no está dispuesto a la contienda, o es otra condición natural más profunda que simplemente lo pone al margen de cualquier enfrentamiento.

Escribe Pitt-Rivers que “el toro bravo, cuyo cometido es simbolizar la naturaleza salvaje, es un animal doméstico que sólo consigue cumplir correctamente su papel en la corrida moderna después de haber sido sometido a una selección tan rigurosa y larga como la de un caballo de pura sangre”.

Y más adelante añade: “los hombres atribuyen al toro un carácter que no tiene. Se supone que el rojo ha de excitarle, pero, realmente, es daltónico; se le imagina permanentemente feroz, y, sin embargo, se le puede acostumbrar a comer en la mano del mayoral; incluso se ha dicho que le gustaba la lidia. Se le toma por un monstruo, cuando suelto por el campo es un tranquilo rumiante. En definitiva, la cultura humana es la que ha fabricado la apariencia que presenta al entrar en el ruedo, la del enemigo de toda la Humanidad. Verdadero minotauro, mitad fiera, mitad producción humana, pertenece al mundo de los sueños más que al de la economía política”.

En otro pasaje de su ensayo, como destaca Coello Ugalde, se refiere Pitt.Rivers específicamente al sentido de la corrida de toros. “La corrida de toros forma parte de una fiesta y, por esta razón, suele celebrarse sólo en domingo, o en el día o la semana festiva. Normalmente, en las ciudades pequeñas, el día del santo patrón es la ocasión de celebrar una corrida, que quizá sea la única del año. Antiguamente, la realeza conmemoraba con una corrida una boda, la visita de un huésped distinguido o una victoria militar. Los municipios ofrecían una corrida al santo que había atendido sus ruegos; personas ilustres podían festejar también de esa manera la boda de un hijo, y a veces, por una cláusula explícita en el testamento, su propia muerte. En la época en que yo iba a los toros en Andalucía un señorito nunca se quitaba la chaqueta, signo de su condición social”.