Es más que un juego de palabras. La Tauromaquia está o ha estado presente en los cinco continentes del planeta a lo largo de la historia. Que se tenga comprobada su existencia con un carácter permanente, a lo largo del tiempo en todo el mundo, se contabilizan 1.068 plazas de toros; la cultura taurina está presente, con una gran diversidad de formas, desde Suecia hasta China, y son innumerables los que, alcanzando distinto grado de profesionalidad, han querido seguir los caminos de "Cuchares" y "Paquiro". Es por ese alto grado de universalidad geográfica y cultural por el que bien puede cambiarse el orden más usual de las palabras, para escribir, como en el título, que "la Humanidad es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Tauromaquia".
“Este trabajo da a conocer que la tauromaquia nunca tuvo fronteras y que su cultura no queda encerrada en su tradición geográfica”, afirma la autora en el prólogo de este documento. Y a continuación apostilla: “La globalidad va a sorprender al lector, al que animo a colaborar y a aportar nuevos datos”.
Y es evidente que sorprende y mucho el importante volumen de datos que, uno a uno, Julia Rivera ha ido recopilando “sin ordenadores, sin Google y sin redes sociales” en más de 20 años de clasificar y encarpetar datos. El resultado final es el documento que aquí se presenta, y al que el lector puede acceder en nuestras páginas.
Se trata de un muy importante trabajo, que resulta una lectura indispensable, pero sirve además como referente documental. Se podrá utilizar para resolver dudas o, simplemente, para satisfacer una curiosidad; lo que sin duda en ningún caso ocurrirá es que pase desapercibido para quienes lealmente aman la tauromaquia.
Y lo que el lector va a encontrar al abrir sus páginas, como Julia Rivera escribe en su “Introducción”, es lo siguiente:
“En la historia de la expansión de la tauromaquia hay muchas rutas y no menos postas. Desde la vinculación fronteriza, la expansión colonial, o la fuerte atracción del espectáculo, todos los continentes del planeta se han querido acercar a la tauromaquia.
Se han querido acercar a un gran hecho histórico, antropológico, social, cultural, artístico, monumental y ecológico. Un gran hecho que pertenece al mundo.
Este esquemático e-book tiene cuatro bloques. El primero expone los festejos celebrados en países que hoy en día no tienen tradición taurina (algunos la tuvieron): africanos, americanos, asiáticos y europeos.
El segundo capítulo está dedicado a la difusión de la cultura taurina mediante clubes, asociaciones, peñas y escuelas. Lugares como Suecia o Noruega cuentan con activas peñas y China cuenta ya con una escuela taurina.
Un recuento de las plazas de toros de todo el planeta arroja una cifra de 1068. En Europa hay 727; en América, 332 (Estados Unidos ha construido 21); África conserva 8 plazas y Asia solo cuenta con la de Pekín.
Y, el gran final, un listado de todos los matadores, rejoneadores, picadores y banderilleros que tomaron la decisión de pisar los ruedos allá en los lugares más recónditos del globo, como Mozambique, Israel, Siria, o, incluso, Australia. La gran cantera estadounidense es digna de admirar.
La tauromaquia pertenece al mundo, sí; y el mundo, a la tauromaquia”.
Elaborado con sumo rigor, comprobados los datos, el retrato que Julia Rivera dibuja es verdaderamente sugestivo. Muchas veces entre los aficionado nos hemos contado historias y episodios del día en el que tal o cuál torero toreó no se sabe donde. Lo que hasta ahora no se había hecho, y ahí radica el gran valor de este documento, es dimensionar con datos reales ese paisaje universal de lo taurino como hecho culturalmente relevante.
Los cuatro epígrafes de este trabajo tienen a cada cual más interés. Podría decirse que cada uno llama al siguiente, para en conjunto poder concluir con toda propiedad que esa atracción de la tauromaquia “a culturas y países tan opuestos hace pensar en su pervivencia y en su futuro, a pesar de la incomprensión, el desconocimiento y las propias interioridades de lo taurino y del taurinismo”.
Y es que, en efecto, “la tauromaquia no tiene fronteras y su cultura no queda limitada por su tradición geográfica. La tauromaquia pertenece al mundo, y el mundo, a la tauromaquia”.