jueves, 25 de noviembre de 2010

LA BARBARIE COMPASIVA


Fernando Savater

En los últimos meses, durante la ofensiva antitaurina que culminó con la prohibición de los toros en Cataluña, dos de la palabras más repetidas fueron "compasión" y "barbarie". Dejemos a un lado la fundada sospecha de que en la decisión del Parlamento autonómico tuvo más peso la voluntad separatista de abandonar una tradición compartida con el resto de España que cualquier argumento animalista. Ya se ha insistido incluso demasiado en este aspecto -tan romo de interés teórico como casi todo lo que atañe al nacionalismo- olvidando en cambio los pretextos, que en este caso son más interesantes que el contexto. No se necesita una argumentación ética fundada para que a uno personalmente le desagraden o hasta le asqueen los toros: pero en cambio es imprescindible para prohibirlos en una comunidad con carácter imperativo y general.

Se apela a la compasión como última ratio moral y se nos recuerda el principio budista de no dañar bajo ningún pretexto a otro ser vivo. Con todos mis respetos para Richard Gere y compañía, quienes no somos budistas no nos sentimos obligados por él (sobre todo si comemos carne o pescado y nos curamos con antibióticos, cuyo simple nombre ya promete matanzas): a trancas y barrancas, pero vivimos en un estado laico... hasta en Cataluña. Fuera de esa postura religiosa, no es cierto que la compasión por el dolor universal sea la base de la ética. Sin duda ser compasivo es un sentimiento que nos mejora, pero no un precepto moral ineludible. Paseando por el campo, veo que un gorrioncillo recién nacido se ha caído del nido y pía angustiosamente en el suelo expuesto a todos los peligros: como soy compasivo, lo recojo y lo devuelvo a su hogar... aunque así perjudique a la serpiente que también tiene que comer para vivir. ¡Bravo, tengo buen corazón! Pero si quien gime abandonado en un cubo de basura es un bebé, tengo la obligación ética de ayudarle, me compadezca de él o no. Si no lo hago, no seré poco sentimental o duro de corazón sino claramente inmoral. La diferencia es importante, todo lo que cuenta en la ética -el reconocimiento de lo humano por lo humano y el deber íntimo que nos impone- reside ahí.

Peter Singer, el filósofo que oficia como mentor del animalismo, relativiza esta norma: si el bebé humano padece malformaciones y anormalidades, tengo menos obligación ética de salvarle que al gorrioncillo o a cualquier otro animal sano, en caso de que deba elegir. Y así llegamos al tema de la barbarie. Porque en su sentido prístino y radical, el bárbaro no es quien maltrata o no se compadece de las bestias, sino quien no distingue entre el trato que debemos a los humanos y el que corresponde a los animales. La auténtica imagen de la barbarie no ocurre dentro de la plaza donde se lidia al toro, sino fuera: son esas personas que yacen desnudas, cubiertas de falsas banderillas y pintura color sangre, y que dan a entender que es lo mismo matar a un toro que a un ser humano. Dice una barbaridad el portavoz de ATEA en el País Vasco cuando pide explicaciones porque se condene a ETA pero no a Jesulín de Ubrique y otra aún peor los que se ufanan de alegrarse cuando el toro mata al torero. Donde no se asume la excepcionalidad del vínculo recíproco entre semejantes racionales, ese es el predio de los bárbaros.

Hace poco una conocida novelista mandó una carta a este periódico abogando por los derechos de los animales. Concluía diciendo: "¿No somos también nosotros simple y gozosamente animales?". Sin duda biológicamente somos animales, no vegetales. Pero desde luego ni simple ni gozosamente. Por culpa de ello existen las novelas... y la ética. (Acuarela: Goyo Menaut).

jueves, 18 de noviembre de 2010

LOS EXTERMINADORES DE TOROS


Por Javier Marías

Resulta desalentador comprobar cómo el franquismo, o su espíritu dictatorial, sigue habitando entre nosotros, en nuestra sociedad y en nuestros demagógicos políticos. A todo el mundo se le llena la boca hablando de la libertad de expresión, pero casi nadie tolera que se le lleve la contraria, ni, aún más grave, que exista lo que, según cada cual, no debería existir. La próxima ley antitabaco, por ejemplo, de la que hablé hace unos meses, impide que existan locales en los que se reúnan los fumadores, en vez de aconsejar a los enemigos del humo que se abstengan de frecuentarlos, lo mismo que está vedado el acceso a los casinos y a los bares de topless, supongo, a los menores de edad, o que la mayoría de los heterosexuales procuran no entrar en sitios de ligue gay, porque allí nada se les ha perdido. Esa ley de Zapatero y Jiménez equivale a suprimir los lugares mencionados por si acaso a quien no le gustan se le ocurre meterse en ellos. Dicho sea de paso, mi artículo sobre dicha ley me costó, entre otros reproches, una ruin carta de la Presidenta de Nofumadores.org, en la que insinuaba que quizá yo cobraba de las compañías tabaqueras. De nuevo el espíritu totalitario: si alguien no opina como yo, será porque está comprado.

Vaya así por delante, en esta ocasión, que no soy aficionado a las corridas y que se cuentan con los dedos de las manos las veces en que he asistido a ellas, y sobraría algún que otro dedo. Tampoco tengo ningún contacto con el mundo del toreo ni desde luego he percibido un euro de nadie relacionado con él. Si las corridas se prohibieran, en nada cambiarían mi vida ni mis costumbres, luego carezco de todo interés personal o laboral en su permanencia. Pero tampoco tengo nada en contra de ellas, y en la iniciativa ciudadana de Cataluña que ha dado pie a que los políticos de esa autonomía aprueben debatir en su Parlamento su posible abolición en el territorio, sólo veo, por tanto, un afán más de prohibir aquello con lo que no se está de acuerdo, una muestra más del espíritu dictatorial y franquista que continúa anegándonos y envenenándonos.

Lejos de mi intención hablar de "tradición y cultura" o de "fiesta nacional", esa clase de argumento patriótico me causa alergia. En esa iniciativa se mezclan dos cosas: por un lado, la ignorancia deliberada e interesada de los nacionalistas e independentistas -es decir, su necedad, pues justamente eso significa "necio" en la certera definición del DRAE: "Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber"-, que los lleva a creer -o a fingirlo- que las corridas son algo netamente "español" y no catalán, cuando su afición y arraigo en Cataluña han sido siempre fortísimos y están bien documentados; por otro, la frivolidad extrema de quienes se llaman a sí mismos "animalistas" (no sé si el "ismo" está de sobra) y de los ecologistas. En lo que respecta a los segundos, ya ha señalado el filósofo Gómez Pin en este diario que, según preservadores del medio ambiente, economistas, ganaderos y veterinarios, "el mantenimiento de no pocas dehesas (parques auténticamente naturales, donde un animal criado por el hombre goza de condiciones para realizar su naturaleza específica...) sería inviable sin la fiesta de los toros". Si no hubiera ganaderías hace tiempo que esas dehesas estarían convertidas en urbanizaciones monstruosas, de esas que dicen combatir los ecologistas. En cuanto a los primeros, a los "defensores de los animales", me temo que en este caso se convierten más bien en su mayor amenaza y sus mayores enemigos. ¿Por qué creen que todavía existe el toro bravo o de lidia? Se lo cría y cuida artificialmente y con esmero tan sólo porque hay corridas y otros espectáculos taurinos en nuestro país. ¿Acaso se ve a esa bestia en Alemania, Italia, Gran Bretaña o Rusia, fuera -tal vez- de unos pocos ejemplares que se utilizan como sementales? El toro no viviría espontáneamente. No es un bicho que pueda andar suelto por los campos sin poner en grave peligro a la población humana, ni que pueda valerse enteramente por sí mismo. Si se prohibieran las corridas y dejara de haber ganaderías, ¿quiénes se ocuparían de ellos, de alimentarlos, cuidarlos y controlarlos? ¿Esos "animalistas" a los que hemos visto emocionarse consigo mismos tras la votación del Parlament de Cataluña? Seguro que no. ¿El Estado? No creo que se encargase de tarea tan costosa como improductiva, y, si lo hiciera, es muy probable que los mismos abolicionistas de hoy protestaran por el dispendio inútil a cargo de los contribuyentes.

Quienes quieren acabar con las corridas, en suma, lo que pretenden -o pueden conseguir sin darse cuenta- es extinguir una especie, que sin ellas no sobreviviría. A lo sumo se destinarían a sementales unos pocos toritos, y seguramente se sacrificaría en su nacimiento a la mayoría de los machos. En vez de hacerlo en la plaza, tras darles una vida plena y libre de más de cuatro años, se haría en secreto, nada más ser paridos. Si eso da buena conciencia a los antitaurinos, que me expliquen los motivos. Porque, suponiendo que los taurinos sean "torturadores de animales", los enemigos de las corridas resultarían ser exterminadores de animales. Y, francamente, entre los primeros y los segundos, prefiero con mucho a aquéllos, que al menos les causan una muerte en combate tras permitirles una vida. Éstos ni siquiera consentirían que tuviesen vida, ni que perdurase el toro bravo.

Javier Marías, escritor, traductor y miembro de la Real Academia Española.

viernes, 12 de noviembre de 2010

"HAY ALGO MÁS QUE LA DEFENSA DE LOS ANIMALES"


ENTREVISTA Antonio Banderas, contra los 'antis'

"Hay algo más que la defensa de los animales"

MUNDOTORO

Madrid (España) "Observo mucha hipocresía en algunas declaraciones ¿Por qué el toro y no otros animales?, ¿por qué no la caza o lo que consumimos?, ¿cómo se crían los animales y en qué situaciones están?. En todo esto parece que hay algo más que la defensa de los animales".

Son palabras de Antonio Banderas en la inauguración de su exposición fotográfica, 'Secretos sobre negro', primera muestra de este género del actor, que se ha inaugurado en el Instituto Cervantes de Madrid.

Banderas ha explicado que "No he sido muy taurino pero no me sitúo contrario a los toros. Lo que me interesa de la Fiesta es que exhala de forma paralela, el rito, el poder, la reflexión sobre la muerte", apunta. En la exposición, Antonio Banderas retrata a la mujer con algunas referencias taurinas, como una modelo con un capote a través de la mirilla de una puerta, entre otras fotografías que aluden al mundo del toro.

La exposición, que ya fue presentada en Nueva York recientemente y que recaudará fondos benéficos, permanecerá abierta al público del 12 al 21 de noviembre en el Instituto Cervants de Madrid y próximamente viajará a Buenos Aires.

IMAGEN: Una de las fotografías de Antonio Banderas en la muestra "Secretos sobre negro".

sábado, 6 de noviembre de 2010

EL TOREO ES UN ARTE ÚNICO


Por Rafael Comino

El Toreo es un arte sublime, arrebatador, nacido en España para todo el mundo, con características propias que le hacen muy diferente a todos los demás, tales como:

1)Se hace y expresa con otro ser vivo , que tiene sus propias reacciones,
2)Ese ser vivo es bravo, y ataca si se le provoca,
3) Por tanto se pone en riesgo la vida del artista,
4)Que ha de ser valiente, muy valiente diría yo.
5)Tiene gran fuerza expresiva puesto que se unen la del propio artista y la del toro; puede decirse que tiene la fuerza expresiva de, al menos, el cante y baile flamencos, el baile clásico, la pintura , la escultura, etc.
6)En este Arte no se puede rectificar, como se hace en la pintura, escultura, poesía, etc, aquí lo hecho queda para la eternidad.
7)Los errores en el Toreo se pagan con sangre, o al menos con una voltereta. En otros artes cuando se comete un error se rectifica y ya está, pero en el Toreo puede costar una cornada,
8)Tampoco se puede ensayar como hace el cantante-cantaor, el bailarín-bailaor, el músico, etc.; en el Toreo lo más que puede hacer el artista es entrenar en el campo, pero sabemos que no hay dos toros iguales; por mucho que entrene, el toro que luego le saldrá en la plaza será distinto,
9)El Toreo emociona doblemente, por su belleza plástica, por su estética y también por el riesgo que conlleva, lo que no ocurre en ningún otro arte, pues es el único que necesita ser validado con el riesgo.
10)Tiene las características de un ritual religioso, en el que se ofrece un sacrificio, el del toro, pero siempre existe la posibilidad de que muera el artista. En este sentido entiendo que en el torero (artista) se produce un terrible dilema: por una parte su instinto de conservación le dice que huya pero, por otra, su sentimiento torero le lleva, inevitablemente, hacia el toro para expresar su arte, lo que finalmente triunfa. El torero siempre lo es por vocación, pues se siente arrastrado hacia el toro por una intensa y profunda fuerza de la que no puede librarse.

Vemos pues que el Toreo es un arte inigualable que, cuando se logra expresar bien, transmite unas sensaciones indescriptibles (por lo menos a mi) intensas, profundas, arrebatadoras, por ello pienso que el Toreo es un Arte Único que, si Dios no lo remedia, a partir de 2012 no se podrá practicar ni ver en Cataluña(tierra con gran tradición taurina), por deseo de unos políticos de mente totalitaria, que identifican Toreo con España , a la que odian, empleando para ello la excusa de que se maltrata al toro, lo que es falso, pero que en cualquier caso es lo que menos les importa, de hecho en la primavera pasada, varios diputados catalanes antitaurinos, fueron invitados a ganaderías de Andalucía y Salamanca, para conocer el toro en su medio natural, como vive y como se le trata, pero rehusaron ir, lo cual demuestra lo que antes decíamos: ¡el toro les importa un bledo!

Precisamente quieren prohibir el Toreo en Cataluña cuando en Francia , hace unos meses y, más recientemente, en Méjico, piden que se considere Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Los prohibidores (en general gente poco de fiar en cualquier aspecto) deberían saber que los sentimientos no se pueden prohibir y, aunque no permitan que se celebren corridas en Cataluña, el sentimiento taurino está y estará en millones de catalanes - o allí residentes- que viajarán a provincias limítrofes para ver toros y, también deberían saber, que ellos pasarán y serán olvidados, o tal vez recordados como dañinos para Cataluña y para la Humanidad, pero el Toreo permanecerá, con modificaciones, como todo en la vida, por siglos mientras haya un toro bravo y un hombre valiente, de corazón grande y alma sensible, dispuesto a ponerse delante, jugándose la vida, para expresar su Arte.

Rafael Comino Delgado
Cádiz