sábado, 31 de julio de 2010

TAURICIDIO CULTURAL

Por Williams Cárdenas Rubio
La Gaceta


Finalmente se consumó el crimen. Lo planificó una minoría utilizando un mecanismo perverso, la voluntad popular supuestamente representada en un parlamento.

Con ello lograron que unos cuantos partidos políticos aprovecharan la coyuntura para convertirse en ejecutores y desembarazarse de una manifestación cultural que los vincula a la odiada España. De esta manera, unos pocos logran cercenar la libertad a una gran mayoría.
Con la abolición de los toros en Cataluña, pierde Cataluña, pierde España y pierde el patrimonio cultural universal, es decir, perdemos todos.

Pierde Cataluña porque la Fiesta de los toros sembró su huella en aquellas tierras y dejó una bellísima historia escrita por importantes toreros catalanes como Mario Cabré, Antonio Borrero Chamaco, Joaquín Bernardo, por citar algunos, que junto con ganaderos, banderilleros y picadores, plasmaron verdaderas páginas de gloria en los ruedos catalanes que hoy se desdibujan.

Hubo una época en la que en Barcelona había tres plazas de toros y para satisfacer a su gran afición se daban toros todos los domingos de la temporada, de marzo a octubre. Por allí pasaron las más importantes figuras del toreo y a su alrededor giraron connotados intelectuales, pintores, escultores, poetas, compositores, que al calor de la Fiesta de los toros en Cataluña, hicieron de Barcelona el lugar escogido para la creación de muchas de sus obras. En aquellos años nació la Barcelona esnob y cosmopolita de hoy.

Pierde España porque si hay algo genuinamente español es el arte del toreo, que tuvo sus orígenes en la tauromaquia, cuyo significado etimológico es: lucha del hombre con el toro, pero que entre los siglos XVII y XX, por la inteligencia, capacidad creativa y la imaginación de muchos íberos, se convirtió en el arte del toreo, cuya riqueza plástica y estética se tradujo en fuente de inspiración para connotados representantes de las Bellas Artes. Famosos artistas, pintores, escultores, poetas, dramaturgos, literatos, compositores, etc. se aproximaron a la Fiesta para cantar sus valores.

El Arte del Toreo es uno de los más importantes aportes culturales de España a la civilización universal, una de las señas de identidad de la hispanidad y ha sido uno de los reclamos que ha permitido que miles de millones de turistas de todas partes del mundo hayan venido a España, incluida Cataluña claro está, a apreciar su dimensión y contenido.

Pero perdemos todos con esta abolición de los toros en Cataluña, porque hace mucho tiempo que la Fiesta de los toros se universalizó, y constituye un patrimonio cultural inmaterial propiedad de muchos países y pueblos, con muchos matices y riquezas, que hoy sufren un despojo indebido.

A partir de ahora a los taurinos nos queda transitar un camino tortuoso, que será invocar la intervención del Estado español para que ejerza la competencia exclusiva que le otorga la Constitución Española en su artículo 149.1.28, de la defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental del pueblo español, que se conoce y reconoce como Fiesta Nacional, ante el expolio de que ha sido objeto, conforme con lo ordenado en el artículo 4º de la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español.

Simultáneamente, tendremos que dar impulso a la iniciativa que formulamos al Ministerio de Cultura el 19 de noviembre de 2005, a través de la Asociación Internacional de Tauromaquia (AIT), que persigue que el arte del toreo sea incorporado a las Listas Representativas del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad elaboradas por la Unesco, de acuerdo con lo pautado en la Convención sobre la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial del año 2003.

La abolición que hoy algunos celebran es justamente el mejor argumento para demostrar que este patrimonio cultural inmaterial está en peligro y que se ciernen sobre él sombras y amenazas, movidas en muchos casos por intereses políticos inconfesables. Será la inclusión en dichas Listas Representativas, el simple y merecido reconocimiento a una expresión cultural que se ha fraguado durante siglos y que no puede ser borrada de un plumazo, ni sometida a despojos parciales que afectan su integridad.

Ya la Comunidad Autónoma de Madrid, con Esperanza Aguirre a la cabeza, ha dado el primer paso declarando a la Fiesta de los toros como Bien de Interés Cultural en esta Comunidad, en estricto cumplimiento a lo establecido en la citada Ley de Patrimonio Histórico Español, a normativas autonómicas, pero sobre todo, cumpliendo con los dictados que establece la mencionada Convención de la Unesco, que obliga a los estados parte, y España lo es, a inventariar y proteger su Patrimonio Cultural Inmaterial.

Otro tema será el de revisar lo que de ataque a la libertad del individuo tiene lo que ha ocurrido en el Parlamento de Cataluña. Una vez más aparecen los intentos prohibicionistas que nos retrotraen a épocas superadas. Cuánto cuesta mantener la libertad. Realmente cada día hay que luchar por ella.

Finalmente, tendremos que reflexionar acerca de la necesaria modificación de la ley electoral, pues sus postulados actuales han creado unas distorsiones sociales que permiten este tipo de transgresiones, en las que una minoría impone su voluntad a indudables mayorías, pervirtiendo la democracia en su aspecto medular.

BUSCARLE TRES PIES AL TORO

Por Antonio Caballero
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Desde hace algunos años vengo oyendo repetir a menudo un aforismo inventado por algún antitaurino ingenioso, que por lo visto a muchos les parece el colmo irrefutble de la crítica:

-Si el toreo es arte, el canibalismo es gastronomía.

Pues sí. Las dos proposiones son ciertas, y ninguna de las dos es censurable. Otra cosa es que el ingenioso antinturino, que a lo mejor es también antigastrónomo, confunda los valores propios del arte con sus gustos personales. El toreo -para qué voy a entrar en ello ante los lectores de esta revista- es sencillamente el arte de bien torear. Y la gastronomía es sencillamente el arte de bien comer. Independientemente de cuál sea la naturaleza de las cosas que se comen, minerales, animales o vegetales: sal de roca, o almejas que se trgan vivas, o nueces secas y roídas, ya caídas del noga, como las consumen los vegetarianos más estrictas. O personas. El canibalismo, esa práctica cultural que consiste en darle a la carne humana tratamiento de producto alimenticio, pertenece por derecho propio al reino de la gastronomía. Puede gustar o no gustar, por supuesto. Yo, por ejemplo, no soy canibal. Pero tampoco me gust, pongamos el caso, el brócoli, y no por eso le niego al soufflé de brocoli al queso parmesano su condición de preparación gastronómica que para otros paladares puede resultar exquisita.

Ya digo: el ingenioso antitaurino autor del aforismo identifica el arte con sus gustos individuales, y la negación del arte con sus repugnancias íntimas, o inclusive con sus propias convicciones filosóficas o sus propios prejuicios culturles. Pero un arte no es una moral, no hay que juzgar el arte con criterios morales. Para los nazis, por ejemplo, todo el arte abstracto, impresionist, cubista o surrealista de la primera mitad del siglo XX era "arte degenerado". Para los curas doctrineros de la conquista de América el arte de los mayas o de los aztecas no era arte, sino manifestación demoníaca. Sin ir tan lejos, el ingenioso antitaurino me recuerda a lo que se llama en inglés un philistine, un filisteo: alguien estrecho de miras, inculto, indiferente al arte. Una de esas personas que, para decirlo con Machado "desprecian lo que ignoran", y que frente a una instalación de Beuys o un cuadro de Tapies comentan despectivos:

- ¿Esto? Esto lo hará mi hijo que tiene cuatro años con los ojos cerrados. Y les niegan la condicion de música a las composiciones electrónicas de Stockhausen, por complicadas, o las marchas militares por elementales. Y si menciono las marchas es porque el aforismo antitaurino que vengo citando me recuerda la célebre frase ingenios de Georges Clemenceau sobre los militares:

-La justicia militar es la justicia lo que la música militar es a la música.

A lo mejor Clemenceau sabía mucho de música; pero, siendo como era un político profesional, no creo que entendiera mucho de justicia.

De manera que nada de comparaciones, por ingeniosas que resulten. A quien no le gustna los toros es porque no le gustan. Está en todo su derecho. Pero ue no le busque tres pies al gato. Que no se ponga a buscarles a sus disgustos o repugnancias personales y viscerales motivos éticos o estéticos, porque on vienen a cuento.

¿Y entonces nosotros qué, a quienes sí nos gustan? Pues exactamente igual. Nos gustan porque sí: porque nos gustan. Las consideraciones éticas, estéticas, etcétera, no son nin justificación ni disculpa: vienen por añadidura.

viernes, 30 de julio de 2010

UN PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD: LA TAUROMAQUIA

Un patrimonio cultural de la humanidad: la tauromaquia o el arte de esculpir el tiempo

Por Francis Zumbiehl
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Para determinar en qué medida la fiesta de los toros pertenecen al mundo de la cultura, y no a una realidad simplemente violenta y cruel, arranquemos con una evidencia: la Tauromaquia es una puesta en escena de la muerte, desde luego no con el sadismo que denuncian los antintaurinos, sino en el mero sentido de una representación. Como la tragedia griega, la ópera italiana y la Semana Santa andaluza, la corrida arroja una luz cruda sobre el dolor, la sangre y la muerte para enseguida transfigurarlos por una catarsis artística peculiar. La belleza majestuosa del toreo hace la muerte aceptable, o mejor dicho, hace nacer la ilusión de que la muerte, se deja seducir y amaestrar por el arte. En este sentido, no hay nada menos “realista” que el toreo, porque todas sus expresiones responden a una exigencia absoluta de estética, y porque en sus mejores momentos nos deja pensar que la fatalidad y el miedo han perdido la partida, nos permite saborear un perfume de resurrección.

Por otra parte, la tauromaquia es un ritual con una escenografía rigurosa: los tres tercios equivalentes a los actos de una tragedia, la división del espacio (medios, tercio y tablas) y el repertorio de las suertes –de alguna manera unas figuras obligadas- sin olvidar los “cánones”: parar, templar y mandar. Sin embargo, este marco un tanto rígido no tiene otro objeto que el de escenificar la fragilidad, lo imprevisible, que constituyen el trasfondo de la función. El público está llamado a juzgar en el acto los logros y fracasos de los protagonistas. Como en la ópera, lo hace utilizando toda la escala de las manifestaciones, incluyendo los pitos y la bronca. Del mismo modo que el coro en la tragedia griega, el público en los toros no es un protagonista –ni debe serlo-, pero con sus reacciones subraya el color de ese momento único e irrepetible que se acaba de producir. Y hablo de coro porque la emoción compartida despierta una auténtica comunión que cuaja en el famoso “¡olé!” que miles de voces, sin haberse consultado, pronuncian en el mismo segundo ante la evidencia de algo bello o valioso. Es la unanimidad del entusiasmo que jamás se equivoca.

Arquitectura en movimiento

La reminiscencia platónica juega un papel central en la valoración de una tarde de toros. En efecto, hoy en día, más que nunca, la belleza del toreo exige la ligazón. El impacto emocional de un pase es aún mayor cuando se apoya en el recuerdo del pase anterior con el cual viene encadenado. La arquitectura en movimiento, edificándose de forma instantánea sobre la arena, da la impresión de que quiere elevarse gradualmente hacia una cumbre modélica que es como la coronación del conjunto, pero que se sitúa siempre más allá del presente, en un pasado mítico o en un porvenir hipotético. De ahí los dos sentimientos más constantes en un público de toros: la esperanza y la desilusión. Para evitar esta última, “antes que la faena marchite” –según la expresión acertada de Michel Leiris- el torero debe demostrar su agudo sentido de la medida, rematando a tiempo la serie. De lo contrario caería en el pecado mortal de “pasarse de faena”. En ese remate es la firma (como sabemos existe un pase del mismo nombre) que corresponde a la expresión tan genuinamente taurina: “¡Ahí queda eso!”, haciendo entrar la belleza recién acabada en la realidad sublimada del recuerdo.

La estética de un pase aislado se aprecia también por referencia a todos los pases de la misma índole embellecidos por la memoria. La memoria, en efecto, es tan fundamental en el mundo de los toros que sin ella no se pueden entender los ritos sociales que son como la antesala o el epílogo de la Fiesta. Me refiero a las innumerables charlas y tertulias que se celebran en peñas y bares. Detrás de las superficialidad aparente de estos coloquios se esconde el afán desesperado de luchar contra el olvido. Cada aficionado compara sus recuerdos con los del vecino para forjarse su propio tesauro de momentos cumbres y evitar que con el tiempo, como granitos de arena, escapen de los dedos de su conciencia.

Como se ha dicho de sobra, la corrida española es la expresión viva del mito de Teseo y del Minotauro, pero en su significado más hondo, la bajada a los infiernos. En la tauromaquia postbelmontina, la esencia del gesto torero consiste en hundirse en el reino de las sombras, de la animalidad y del mayor peligro. Hoy en día se torea bajando lo mano en lo posible, y acompañando al toro en la bajada, aunque sea con la mirada y con el movimiento de la cabeza si el cuerpo se mantiene erguido. Con la ligazón y con el temple, una tanda de muletazos se convierte en una larga travesía durante la cual el hombre va unido a la bestia, estando casi tanto en su poder como ella en el suyo, antes de emerger a la luz en el último momento con el pase de pecho o cualquier remate de filigrana. Esa luz cobra una intensidad especial por el hecho de haber atravesado la oscuridad. El torero triunfa plenamente en la medida en que ha sabido hundirse en los pases, asomarse al balcón en las banderillas, cruzarse con el toro en la muleta y dejarse ver en la suerte suprema.

Hemos dicho al principio que el arte del toreo despierta la ilusión de que la muerte se deja convencer, sino vencer del todo. Aquí no se viene a ver morir a un animal individual, lo que desde luego sería un acto de crueldad y de puro vouyerismo; se viene a ver una ceremonia en la cual la muerte del toro tiene un papel central (sin olvidar que ella representa también la nuestra, la de todos los mortales), pero cuyo fundamento al fin y al cabo es la comunión entre la vida y la muerte, la celebración de esta pareja esencial que abarca toda existencia. Ahora bien, todo es vital y mortal al mismo tiempo en la corrida, empezando por el toreo. La conciencia que tienen el torero y el aficionado de este arte singular está centrada en la evidencia de su realidad frágil y efímera, en el momento mismo en que intenta crear la ilusión de una eternidad no permanente. Ahí la clave es el temple, cuyo fin es alargar y lentificar un pase: en otras palabras, diferir la muerte inapelable de su belleza. El torero esculpe el tiempo como si pudiera adueñarse de él, pero sabiendo que es imposible pararlo. Cada segundo templado de toreo está envuelto por “esa muerte perezosa y larga”, tan bella como una nota musical en suspenso, última vibración del cante antes del definitivo silencio.

¿Y vamos a dejar que una de las expresiones más genuinas de la cultura y de la sensibilidad latinas, que comparten pueblos que se sitúan en las dos riberas del Atlántico, que forma parte, sin lugar a dudas, de lo que la UNESCO considera como patrimonio inmaterial, desaparezca de nuestro mapa y de nuestra conciencia?

"CUANDO NO SE COMPARTE UNA PASIÓN BASTA CON ABSTENERSE"

"Cuando no se comparte una pasión, basta con abstenerse"

Por Juan Fernando Iturralde

"Cuando no se comparte una pasión, basta con abstenerse"… A propósito así era el título de un gran editorial publicado en el diario francés "Le Figaro" en el que, una firma independiente y neutral sale en defensa de las corridas de toros ante la oleada de ataques desatada este verano en Francia por diversos famosos, como el cantante Renaud y la actriz Brigitte Bardot, junto a Jean Claude Van Damm (el drogadicto más grande y pegón de reporteras en la vida real) que se muestran partidarios de su abolición (síntoma indudable de que la fiesta brava en Francia va viento en popa). El artículo es como para aplicarlo y calzarlo perfectamente en nuestro medio. El autor del editorial, Yves Thréard quien no es aficionado a los toros, asegura que "hay asuntos más importantes que debatir" y pide al Gobierno francés que "no ceda ante las vedetes que necesitan hacerse publicidad" y que pretenden hacer creer que la muerte de los toros en los ruedos "por el solo placer perverso de algunos aficionados les es insoportable". "Se puede ciertamente comprender", argumenta el editorialista, "que la tauromaquia no sea del gusto de todos; concebir que parezca cruel, reconocer que sea inútil. Pero, con ese razonamiento, cuántas actividades deberían ser proscritas, apartadas del alcance de los hombres. ¿Se prohíbe la Fórmula 1, mortal y jugoso espectáculo que se ofrece a los amantes de la velocidad? ¿Se indigna uno de que la caza todavía esté autorizada? No todas las pasiones son vicios. Cuando uno no las comparte, basta con abstenerse"...

Yo personalmente conozco a una activista antitaurina, pero apasionada por la pesca… ¿Qué diría ella de que se le prohiba realizar la actividad recreativa que más le gusta? El editorialista también asegura que los toros son "una tradición a la que no le falta majestad cuando el talento de los actores aparece. Es una práctica cultural anclada en no pocas regiones del planeta, que conviene respetar".

Con frecuencia quienes quieren su desaparición son curiosamente los mismos que se quejan de la uniformización y globalización del mundo y luchan por la persistencia de las identidades. “Su cruzada es tan ridícula como la violencia de sus declaraciones", añade. "Deseemos", concluye el editorial, "que la Unión Europea no aseste un día la estocada a la corrida. Y saquemos rápidamente el pañuelo blanco para que cese la bronca idiota que se agita en el calor del verano"… (Finalmente la fiesta brava salió ilesa con una abrumadora votación europarlamentaria que encontró importante que los pueblos mantengan sus identidades).

Por mi parte, pienso que discutir que las corridas de toros no son una manifestación cultural es querer tapar el sol con un dedo y creo que, en ese aspecto, es un debate ya superado.

Pero este no es un escrito para defender la tauromaquia ni mucho menos. Es una advertencia del surgimiento de la intolerancia en nuestro medio: estoy más que seguro que tras la protestas antitaurinas se camufla una reminiscencia fascista: prohibir lo que no entienden, insultar a otras actividades que no les gustan, atentar a la diversidad y distintivo cultural, etc. utilizando para ello las más perversas mentiras y echando mano de campañas de menos que medias verdades y las falsedades más absolutas, además con jugosos ingresos de ONG´s extranjeras que les financian como ya es muy bien conocido. Y, claro, para que el dinero llegue hacen que el escándalo sea tan alto y llegue a los medios, para decir que trabajan, aunque luego se compruebe que todo era una falsa alarma. Consideran asesinos, por ejemplo, a los pescadores artesnales de Puerto López o Salango, donde no les importó que podrían dejar a miles de hombres, mujeres y niños en la miseria y hambruna más grande. Una vez recogida la protesta en TV, radio y prensa, llega el cheque y todos felices por que “se ve que trabajan” y además, se acerca diciembre…

El insultar, vejar, humillar, censurar, prohibir, agredir a alguien por que tiene una ideología distinta, el odio irracional a un conglomerdo humano o una forma diferente de ver el mundo tiene un sólo nombre: fascismo.

Lastimosamente para los fascistas en general y los antitaurinos en particular, el mundo corre hacia una reafirmación de los conceptos de la democracia donde es vital este tema que tanto desconocen ellos y que es el derecho a la libertad de expresión cultural. Ese es el signo del S XXI. Y a medida que este concepto vaya calzando en nuevas generaciones, la tauromaquia y otras actividades ancestrales seguirán vivas, amén de alguna dictadura o algún despropósito fascistoide que logren temporalmente estos nuevos dueños de la única verdad que son los antitaurinos. La intolerancia es lo que ahora más enfrenta a los humanos y está en nuestras obligaciones principales y más acertadas educar a nuestros hijos para que aprendan a aceptar y respetar a los distintos conglomerados humanos con sus raíces, diferencias, historia, tradiciones y cosmovisión… Ese será un mundo mejor para nuestros hijos y no el que ellos quieren imponer.

Con su enfermiza animadversión y brutal ensañamiento dedicado a la fiesta brava, a sus actores y a sus aficionados y asistentes (esa es la conclusión que se saca cuando a uno le consta que entre los más asiduos activistas detractores de la tauromaquia se encuentran aficionados a la pesca, cazadores, entusiastas de las parrilladas, etc… curiosamente en estas actividades su “conciencia animalista” sufre un lapsus temporal) han llegado, cegados por este odio fascistoide, incluso a pedir audiencias en los colegios y escuelas. (!)

¿Qué le parecería a usted, padre o madre de familia, que en las escuelas se permita ingresar a estos grupos extremistas para vender, con mentiras y exageraciones, un odio a todo un colectivo humano, a sembrar entre los niños la intolerancia a diferentes manifestaciones culturales, a incentivar entre los niños y jóvenes el irrespeto a la diversidad cultural?... El director/a o rector/a de cualquier centro de educación que acepte esto, tal vez, de manera ingenua, no se da cuenta del peligro en el que está poniendo a su alumnado.

La intolerancia es producto de la ignorancia y se puede entender en algunas personas sin mayor soporte intelectual, pero hacer gala de ello, es algo execrable y que siempre el sentido común, la urbanidad y la historia han condenado. Al contrario, es conocido que entre los más asiduos aficionados a la tauromaquia es común encontrar gente ilustrada y con mucho fondo cultural, amén de que los más grandes intelectuales del habla hispana (y otros de diferentes lenguas) eran y son grandes entusiastas de las corridas pero, más importante que eso, defensores a ultranza de la diversidad de culturas y la libertad de expresión artística, como lo es, gracias a Dios, la gran mayoría de los habitntes de nuestros pueblos, independientemente de sus gustos y pareceres.

Puede haber gente que piense que una corrida de toros puede resultar arcaica y medieval. Yo contestaría que eso sería olvidarse que el expresionismo cultural y la identidad no conocen de tiempos, épocas eras y años: son un rasgo distintivo entre sociedades, etc. Y podríamos enfrascarnos en una enriquecedora conversación y discusión, siempre que exista el respeto que debe existir. Por el contrario el pretender imponer una tesis por la fuerza, las censuras, prohibiciones, persecuciones y mentalidades inquisidoras, esta absoluta minoría de “los antitodo”, eso sí que ya resulta arcaico, medieval e inaceptable actualmente. ¿A quién le declararán su guerra unilateral luego? ¿Contra quién volcarán después su odio y fascismo?, ¿Quiénes serán después el blanco de los insultos más procaces y rebuscados? ¿Los aficionados a la pesca recreativa? ¿Acaso los pescadores artesanales? ¿Los vendedores de hornado tal vez? ¿Los hijos de los faenadores del camal? Y llegando más lejos ¿Los guerreros Massai del Africa que luchan a muerte con un león como rito de iniciación guerrera como parte de su acervo cultural? ¿Los aficionados a las carreras equinas?... La verdad es que, cuando los “antitaurinos” hablan de “humanidad” se ponen en evidencia, pues no se necesita más de dos dedos de frente para darse cuenta que son precisamente ellos los que no tienen el humanismo suficiente como para aceptar el derecho de los hombres a una manifestación cultural y preferir, en vez de ello, la salud de un perro o una mosca… Y nuestros hijos pueden ser víctimas del odio, la irracionalidad, el irrespeto y el fascismo que esta gente trata de sembrar en ellos, con tanta furia, con tanto fanatismo y tan frenéticamente contra cualquier actividad cultural que no les parezca.

Es por este tipo de actitudes e irracionales campañas emprendidas sin estudios ni bases, a través de la sensiblería y el fanatismo, que el presidente y fundador de la mismísima “Greenpeace”, Björn Oekern, renunció en el 2004 al cargo de Director de Greenpeace International por estar en desacuerdo con las tácticas y métodos de la organización para recaudar fondos y para las causas que se emplean, acusándola en un caso en particular de que "nada del dinero recaudado fue usado por Greenpeace para protección del ambiente", pero además, y haciendo referencia a este tipo de movimientos emprendidos por las filiales que hoy nos ocupan, agregaba que consideraba que “Greenpeace se ha convertido en un grupo "eco-fascista” (Tomado del libro virtual “Mitos y Fraudes” escrito por varios autores para la Fundación Argentina de Ecología Científica FAEC).

a libertad de expresión cultural es actualmente la vela que puede y debe iluminar los oscuros caminos del S XXI y el conocimiento de la relación hombre / naturaleza depende completamente de ella. Y he sido testigo de que esta salvaje y fascista –aunque pobre en argumentos y razones- arremetida antitaurina decembrina, molesta e incomoda inclusive a mucha gente que disgusta de la corrida de toros, pero que ama el estado de derecho, las libertades del ser humano y comprende la necesidad de defender la libertad de expresión cultural en todos los pueblos y conglomerados humanos.

La pregunta que hay que hacerse es ¿se debe consentir que los antitaurinos que se creen superiores al resto, dueños absolutos de la verdad, impongan su ideología y le insulten, agredan, censuren, prohiban culturas a otros por no pensar igual?... De esto siempre se alimentó el fascismo y en eso precisamente consiste.

jueves, 29 de julio de 2010

LOS ENEMIGOS DE LA TAUROMAQUIA SE EQUIVOCAN

"Si se dejara de ser un toro de lidia o no ser, es muy posible que los espléndidos cuadrúpedos, elegirían ser lo que son ahora o no ser nada".

Por Mario Vargas Llosa


Los enemigos de la Tauromaquia se equivocan creyendo que la fiesta de los toros es un puro ejercicio de maldad en el que unas masas irracionales vuelcan un odio atávico contra la bestia. En verdad, detrás de la Fiesta, hay un culto amoroso y dedicado en el que el toro es el rey, el ganado de lidia existe porque existen las corridas y no al revés, si la fiesta desaparece, inevitablemente desaparecerán con ella todas las ganaderías de toros bravos, y estos en vez de llevar en adelante la bonancible vida vegetativa, deglutiendo yerbas en las dehesas y apartando a las moscas con el rabo que les desean los abolicionistas, pasarán a la simple inexistencia; y me atrevo a suponer que si se les dejara de elección entre ser un toro de lidia o no ser, es muy posible que los espléndidos cuadrúpedos, emblema de la energía vital desde la civilización cretense, elegirían ser lo que son ahora en vez de ser nada.

Si los abolicionistas visitaran una finca de ganado de lidia, se quedarían impresionados al ver los infinitos cuidados, el esmero, y el desmedido esfuerzo, para no hablar del coste material que significa criar a un toro bravo desde que está en el vientre de su madre hasta que sale a la plaza y de la libertad y privilegios que goza. Por eso, aunque a algunos les parezca paradójico, solo en los países taurinos, como España, Francia, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Portugal, se ama los toros con pasión, por eso existen estas ganaderías que con matices que tienen que ver con la tradición y las costumbres locales, constituyen toda un cultura que ha creado y cultiva con inmensa dedicación y acendrado amor una variedad de animales sin cuya existencia, una muy significativa parte de la obra de un García Lorca, un Hemingway, un Goya, un Picasso, para citar solo a cuatro de la larguísima estirpe de artistas de todos los géneros para los que la fiesta ha sido fuente de inspiración de creaciones maestras, quedaría bastante empobrecida.

¿Es más grave en términos morales la violencia que puede derivar de razones estéticas y artísticas que la que dimana del placer ventral?, me lo pregunto después de leer un impresionante artículo de Albert Boadella (ABC 18-4-04) acusando de fariseos a quienes horrorizados por las crueldades taurinas piden que se cierren las plazas, y que no tienen empacho sin embargo en atragantarse de sabrosas butifarras catalanas. ¿Que requiere la elaboración de la cualidad de esta exquisita delicatessen mediterránea?, que dos millones de cerdos vivan toda su vida en apenas dos metros cuadrados, mientras intentan encumbrar constantemente su patas sobre unas rejas por las que fluyen sus excrementos, su único movimiento posible, se reduce a inclinar ligeramente la cabeza para comer pienso, ya que el transporte al matadero se efectúa en idénticas condiciones.

No solo los cerdos son brutalmente torturados para satisfacer el caprichoso paladar de los humanos, prácticamente no hay animal comestible que a fin de aumentar el apetito y el goce del comensal, no sea sometido sin que a nadie parezca importarle mucho, a una barroca diversidad de suplicios y atrocidades, desde el hígado artificialmente hinchado de las aves para producir el sedoso paté, hasta las langostas y los camarones que son echados vivos al agua hirviendo porque al parecer, el espasmo agónico final que experimentan achicharrándose condimenta su carne con un plus especial, y los cangrejos a los que se amputa una pata al nacer para que la otra se deforme y agigante y ofrezca más alimento al refinado degustador.


Qué decir de la caza y de la pesca, deportes tan extendidos como prestigiosos en los cinco continentes; es verdad que en los países anglosajones, hay periódicas campañas contra la caza del zorro, animal que es despanzurrado por millares en cada estación apenas se levanta la veda por el puro placer del cazador de matar a balazos un animal cuya carne no se va a comer y con cuya piel no se va a abrigar, pero también se cierto que si su reproducción no fuera de algún modo contenida dentro de ciertos límites, terminaría provocando verdaderas catástrofes ecológicas. Y en cuanto a la pesca, actividad que hasta ahora que yo sepa, con la sola excepción de la caza de ballenas, no ha movilizado en su contra a los militantes del frente de defensa animal ni a los pacifistas a ultranza. Recomiendo a los amantes de literatura sádica y sobre todo a los practicantes del sadismo, leer un artículo donde Luis María Ansón ("La pesca recreativa y las corridas de toros", "La Razón" 28-11-2004 ) describe los pormenores de la pesca del lucio en un río que caracolea entre las montañas suizas. Aunque es diferente, no corre la sangre, la operación es de un refinamiento en el ejercicio de la crueldad que pone los pelos de punta, sobre todo al final de la larga agonía cuando el pez, con el paladar ya destrozado por el anzuelo de triple punta, va muriendo asfixiado con los ojos saltados y atónitos entre coletazos que se apagan en cámara lenta.

Mal de muchos consuelo de tontos, no estoy tratando de demostrar nada con estos ejemplos que se podrían alargar hasta el infinito, sino diciendo que si se trata de poner un punto final a la violencia que los seres humanos infringen al mundo animal para alimentarse, vestirse, divertirse y gozar, ideal perfectamente legítimo, sin duda sano y generoso, ofrece tremebundas consecuencias, habrá que hacerlo de manera definitiva e integral, sin excepciones y a la vez sacrificando al mismo tiempo los toros y los zoológicos y por supuesto los placeres gastronómicos especialmente los carnívoros y las pieles, y todas las prendas de vestir y utensilios, objetos de cuero, piel y pelambreras y hasta las campañas de erradicación de ciertas especies, de insectos y alimañas. ¿Qué culpa puede tener el anopheles hembra de transmitir el paludismo, la rata la peste bubónica y el murciélago la rabia?, ¿se extermina acaso a los humanos portadores del sida, la sífilis o del contagioso catarro?, mejor que el mundo alcance esa utópica perfección en la que hombres y animales gozaran de los mismos derechos y privilegios, aunque claro está no de los mismos deberes, porque nadie hará entender a un tigre hambriento o a una serpiente malhumorada que se ha prohibido por la moral y por las leyes madrugarse a un bípedo o fulminarlo de un picotazo. Mientras no se materialice está utopía, seguiré defendiendo las corridas de toros por lo bellas y emocionantes que pueden ser, sin por supuesto, tratar de arrastrar a ellas a nadie que las rechace porque se aburre, o porque la violencia y la sangre que en ellas corre le repugna.

A mi me repugnan también pues soy una persona más bien pacífica, y creo que le ocurre a la inmensa mayoría de los aficionados, lo que nos conmueve y embeleza en una buena corrida, es justamente que la fascinante combinación de gracia y sabiduría, arrojo e inspiración de un torero y la bravura, nobleza y elegancia de un toro bravo, consiguen en una buena faena, en esa misteriosa complicidad que los encadena, eclipsar todo el dolor y el riesgo invertidos en ella, creando unas imágenes que participan al mismo tiempo de la integridad de la música y del movimiento de la danza, la plasticidad pictórica del arte y la profundidad efímera de un espectáculo teatral. Algo que tiene de rito e improvisación, y que se carga en un momento dado de religiosidad, de mito y de un simbolismo que representa la condición humana, ese misterio de que está hecha esta vida nuestra, que existe solo gracias a su contrapartida que es la muerte.

Las corridas de toros nos recuerdan dentro del hechizo en que nos sumen las buenas tardes, lo precaria que es la existencia y como gracias a esta frágil y perecedera naturaleza que es la suya, puede ser incomparablemente maravillosa.

FUNDAN LA PLATAFORMA TAURINA DEL PERÚ

A iniciativa y convocatoria del CÍRCULO DE PERIODISTAS TAURINOS DEL PERÚ el lunes 21 de abril se reunieron los representantes de 18 instituciones taurinas de ganaderos, toreros, empresarios y peñas de aficionados, acordando, por unanimidad, fundar y constituir la ASOCIACIÓN CULTURAL PLATAFORMA TAURINA DEL PERÚ, que tendrá como objetivo principal el compromiso de defender, promover y difundir la Fiesta Brava en el Perú, buscando la integración y unidad de todos los estamentos taurinos, que hasta ahora han actuado individualmente y no de forma organizada.

Por votación unanime se eligió el Primer COMITÉ COORDINADOR NACIONAL, conformado por:

Carlos Castillo (Círculo de Periodistas Taurinos del Perú)
Dikey Fernández (Peña Taurina de los Viernes)
Jaime de Rivero (Peña Taurina El Puntillazo)
Magaly Zapata (Peña Taurina Femenina Ángel Teruel)
Raúl Aramburú (Círculo de Periodistas Taurinos del Perú)
Rosa Asca (Peña Taurina Desde el Tendido)
Santiago Reyes (Asociación y Auxilios Mutuos de Toreros del Perú)

Recibiendo el encargo de su organización e implementación.

Asimismo, se acordó, adherirse a sus similares en los paises taurinos, para unificarnos en una PLATAFORMA TAURINA MUNDIAL y presentar una solicitud a la UNESCO para que la Fiesta Brava sea declarada PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL DE LA HUMANIDAD.

Por último, se acordó, dejar abierta la invitación y convocatoria a todas las instituciones y personas amantes de la Tauromaquia que deseen adherirse a la PLATAFORMA TAURINA DEL PERÚ, para trabajar de manera unida, integral, organizada y planificada en defensa y continuidad de la Fiesta de los Toros en el Perú.

Lima, 29 de abril de 2008

EL COMITÉ COORDINADOR NACIONAL

Email: plataformataurina@peru.com
Web: plataformataurinadelperu.blogspot.com

ANEXO:

INSTITUCIONES PRESENTES EN LA FUNDACIÓN

Peña Taurina Femenina Ángel Teruel
Peña Taurina Canteña
Peña Taurina Desde el Tendido
Peña Taurina del Tendido 8 "Albazo"
Peña Taurina de los Viernes
Peña Taurina El Puntillazo
Peña Taurina Ferradas
Peña Taurina Pullo Perú
Peña Taurina San Lorenzo
Peña Taurina Tendido 16
Asociación de Criadores de Ganado de Lidia del Perú
Asociación de Empresarios y Propietarios de Plazas de Toros
Asociación de Peñas Taurinas de Lima
Asociación y Auxilios Mutuos de Toreros del Perú
Centro Taurino de Lima
Círculo de Periodistas Taurinos del Perú
Comité Nacional de Criadores de Ganado de Lidia del Perú
Sindicato de Toreros del Perú